El espia

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Era ya mediados de Octubre, el aire se colaba por la ventana durante la madrugada. El frío le calaba en los huesos a Regulus. Se había levantado a caminar desde las 3 de la mañana, no podía creer lo que pasaría ya que su hermano saldría con la persona que le gustaba.

No había manera coherente de aceptar aquello, sobre todo si existía la posibilidad de que solo estuvieran jugando con los sentimientos de una de las personas más importantes en toda su vida. Era un golpe bajo por parte de su hermano y la única razón por la que no había ido a confrontarlo era que nadie además de Severus sabía de su enamoramiento.

Verlo dormido tan apaciblemente era un espectáculo, cada vez que le veía sin ese gesto de enojo, sin tener las cejas fruncidas. Era como un ángel. Un ángel en las mañanas, una persona con inmensos sentimientos y una vida mucho más complicada de la que cualquiera sabía. Ya que pocos conocían las circunstancias de su vida en casa, del padre idiota que tenía y que a pesar de todo no había quien hiciera algo para cambiarlo.

Quería protegerlo de todo y de todos pero eso era casi imposible tan solo porque Snape no buscaba ser salvado. Él quería salvar a sus amigos y salvarse a sí mismo sin necesidad de alguien más. El único problema con su plan es que ahora era un joven un adolescente que no podía controlar sus sentimientos como lo haría de adulto, a pesar de saber que iba a suceder.

Para Severus Snape evitar volver enamorarse de alguien a quien de hecho no había dejado de amar era una misión imposible. Tanto que había terminado aceptando una cita con él, una maldita cita con Sirius Black, sin duda la peor de sus decisiones hasta ahora pero ya no había que hacer.

Se levantó extrañado de no ver a Regulus por ningún lado, ni en el comedor, ni cuando se dirigieron a Hogsmeade, estaba un poco preocupado por su amigo y en la noche le escucharía pues el desaparecerse de tal forma solo le alertaba, sabía que esas vacaciones de invierno este sería obligado a unirse a Voldemort y aún no había planeado nada para evitarlo.

El tiempo avanzaba más rápido de lo que quería, si se descuidaba volvería a perderlo todo en una fracción de segundo.

-¿Qué te tiene tan tenso corazón? ¿Acaso mi ausencia te deprime?-preguntó canuto mientras formaba una sonrisa  socarrona en su rostro. Lo último que quería era perder una oportunidad como esa, sí enamoraba a Snivellus sería más rápido el dejarlo y todo volvería a la normalidad.

-Es solo tu impuntualidad, accedí a esta cita con tal de que me dejes en paz-se notaba el enfado en sus palabras cosa que motivó aún más al Gryffindor a seguir con sus movimientos.

-¿Entonces vamos o te vas a quejar como una chica?-su mordaz lengua solo hacía comentarios irritantes para poder llamar la atención del contrario, mentiría si dijera que no disfrutaba de molestar a Snivellus.

Pronto comenzaron a andar uno cerca del otro, tratando de evitar a cualquiera del colegio, aunque claro era una misión imposible y pronto escucharon cuchicheos en cada sitio al que iban. ¿Y quién no lo haría? El chico más guapo de la escuela estaba solo con su enemigo jurado.

Eso no podía ser bueno, Regulus lo sabía y es por ello que se dedicó todo el día a seguir a su amigo mientras intentaba no ser descubierto. En el peor de los casos su hermano lo conduciría a alguna trampa en donde sus amigos también estarían presentes para molestarlo y agredirlo.

La otra opción que le gustaba aún menos es que se tratara de una verdadera cita, que se gustaran y eso era algo que ni quería imaginar. Tan solo de pensarlo podía creer que escuchaba los trozos de su esperanzado corazón partiéndose.

Les siguió por los callejones, esperando fuera de cada tienda que visitaban. Ver a la persona que quería sonreír era grato a pesar de que no se debiera a sus actos. El ver a su hermano feliz le hizo sentir algo incómodo e incluso un poco mal pensando en que quizá si lo quería, pero no podía sacar tan apresurada conclusión siempre era más complicado cuando se trataba de la familia.

Segunda Oportunidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora