Prólogo - Cold Spring

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Estoy tirada en el sofá mientras afuera llueve a auténticos mares. Si algo caracteriza al invierno en la costa este es el frío, es uno de los más heladores que hay, o eso dicen. Ni siquiera es invierno todavía, estamos a finales de octubre, pero parece que ha querido llegar un poco antes a Cold Spring, Nueva York. Cold Spring es el típico pueblecito al que van los turistas ricos porque está a escasos quince minutos de la capital pero sin todo ese barullo, si bien este adelanto de las bajas temperaturas ha hecho que perdamos bastantes visitantes, lo cual agradezco. Si sumamos el frío polar a las lluvias torrenciales solo hace falta cerrar los ojos para imaginar que estamos en Alaska en Navidad.
Me gusta mucho más mi pueblo natal cuando hay poca gente, pero las inclemencias del tiempo hacen que apenas pueda salir de casa. Y no salir de casa cuando estás esperando una llamada que puede cambiarte la vida puede convertirse en una auténtica paranoia. De cualquier modo, aunque hiciese un tiempo espectacular, me quedaría aquí, asegurándome de que mi teléfono tiene batería y tengo cobertura suficiente para recibir cualquier tipo de señal. La lluvia y el frío son solo una excusa que me da el karma para que mi madre no me bombardee con que necesito salir de casa y divertirme.
Por si os lo preguntáis, no, no es que viva con mis padres, al menos no permanentemente. Hace unos meses me despidieron del mejor trabajo que he tenido nunca, como fotógrafa en una revista de moda conocida a nivel mundial. La fotografía no es solo mi hobby ni mi pasión, es mi profesión, a lo que siempre me he querido dedicar y, tras doce magníficos meses de trabajo en Vogue no me quisieron renovar el contrato. Era un trabajo perfecto en el sentido de que, aún siendo becaria, ganaba mucho dinero, y aprendí todo lo que sé ahora, por desgracia a la fuerza. No fue un buen año en absoluto porque la gente era horrible, pero lo pasé tan mal cuando me echaron que decidí poner en alquiler mi pequeño piso en los bajos fondos de Nueva York y volverme con mis padres una temporada. Al margen de mi precaria situación laboral, acababa de dejarlo con el que ahora es mi ex, Mike, por lo que llegué a la conclusión de que lo mejor iba a ser dejar la agotadora vida de la capital mundial y tomarme unos meses de relax en mi casa de siempre, un respiro tirando de ahorros y de la buena fe de mis padres. Lo bueno es que en Vogue, como ya he dicho, gané bastante, y para tener tan solo veintiséis años puedo presumir de contar con un buen patrimonio. Llevo ya dos meses aquí, trabajando en pequeños proyectos personales que no me retribuyen ningún tipo de compensación económica pero sí espiritual y de reconciliación conmigo misma. He fotografiado de todo: a mis amigos de toda la vida, a mis padres, mis hermanos, mis gatos, composiciones con cuadernos y pinturas, ventanas, paisajes, el mar, arena, en todas las tonalidades y enfoques posibles. Cada vez que terminaba un libro hacía varias copias y lo enviaba a distintos sitios, desde agencias de modelos, hasta periódicos, pasando por revistas de todo tipo e incluso series de televisión. De hecho, en una serie de televisión es donde tengo puestas todas mis esperanzas, en la que posiblemente sea mi aspiración mas ambiciosa e irreal de todas.
Una amiga de la infancia, Lauren, está trabajando como actriz en la serie más vista de todo Estados Unidos, nada más y nada menos que el show de zombies The Walking Dead. Desde que supe que entraba comencé a verla por ella y me enganché al instante. Por suerte su personaje, Maggie, es bastante principal y ha sobrevivido muchas temporadas, por lo que he tenido la oportunidad de conocer a algunos actores del reparto. No quise ponerme muy en modo fan con ellos sino actuar normal, y fueron muy acogedores en todo momento. Solo he coincidido con ellos tres veces, y de la última hace casi un año, por lo que hace unas semanas le propuse a Lauren pasarme de nuevo por Atlanta y de paso los volvía a ver. Le comenté mi situación y lo primero que me dijo es que en su serie andaban escasos de fotógrafos y ayudantes de cámara, que echase currículum cuanto antes y que les enviase mis fotos. A decir verdad, no me lo pensé dos veces, creo que estaba tan desesperada que decidí enviarles todo por probar suerte, aunque estaba plenamente convencida de que no iba a conseguir nada.
Pasé la primera selección y me llamaron por ello, por poco monto una fiesta. Me dijeron que me llamarían una segunda vez, tanto si me cogían finalmente como si no. También dijeron que les habían encantado mis trabajos y que era una de sus candidatas favoritas. Por supuesto no sabían nada de que Lauren y yo éramos amigas y ella no ha tenido nada que ver en todo esto. Me aseguraron que en el plazo de una semana recibiría noticias suyas, y hoy hace justo siete días de su primera llamada.
Llevo todo el día en el sofá tapada con una manta, viendo llover, dibujando, revisando fotografías antiguas y viendo capítulos de diversas series, entre las que está The Walking Dead. Cada vez que me imagino trabajando allí, con todo el reparto, que son todos un encanto, se me pone la piel de gallina, además de que sería una experiencia inolvidable y en la que aprendería todo lo que me queda por aprender.
Cuando me suena el móvil casi sufro un infarto. Al ver en la pantalla el nombre de Lauren casi sufro un segundo infarto. No es AMC, es cierto, pero puede que ella sepa algo o cualquier cosa. Respiro hondo y contesto la llamada.
-Lauren.
-Hola a ti también, Amber- ríe, distendida.- ¿Qué pasa?
-Que hoy es el último día en que tus jefes pueden llamarme y no puedo estar más histérica.
-Precisamente por eso te llamaba- se me hace un nudo en la garganta y de repente me cuesta respirar.- Se rumorea que ya han elegido al personal que les faltaba, por lo que de aquí a un rato deberían llamarte. Y digo se rumorea por no admitir que me he colado en las oficinas para escuchar, a ver si se les escapaba algún nombre o algo.
-Entonces, ¿Es oficial? ¿Van a llamarme ahora?- chillo.
-A ver, ahora ahora no sé, pero antes de las nueve de la noche fijo.
-¿En serio te has colado en las oficinas?- río.
-Por supuesto, por mi amiga cualquier cosa.
-¿Te imaginas que me cogen?
-Si Darabont no es imbécil lo hará.
-Tía, lo siento mucho pero te voy a colgar, si me llaman quiero estar calmada.
-No vas a estarlo, pero respeto tu buena voluntad. Tira, en cuanto hables con ellos me llamas con lo que sea. Suerte.
-Gracias, Lau. Te quiero.
-Y yo a ti.
Y cuelgo. Dejo mi teléfono a mi lado, en el brazo del sofá, y me quedo mirándolo completamente quieta y en silencio por más de media hora, tratando de calmar mi respiración. Pasada esta media hora oigo que empieza a llover más fuerte y recuerdo que tengo la ventana de mi cuarto abierta, por lo que me levanto de un salto y voy a buen paso a cerrarla. Una vez cerrada me quedo embobada por unos segundos con la lluvia cayendo y resbalando por mi ventana. Una simple llamada puede cambiar toda mi vida, al completo. Lo que hace que me despierte de mi ensueño es ese sonido que llevo esperando durante siete días, exacto, el tono de llamada de mi teléfono. En cuanto oigo la primera nota salgo corriendo, bajo las escaleras a la carrera y tropiezo con la moqueta una vez abajo, cayendo de bruces al suelo, con la suerte de ser sobre mullido, aunque me queme un poco la rodilla y suelte un par de tacos en voz alta. Considero que va a ser más rápido arrastrarme cual oruga y coger el móvil que levantarme a por él, por lo que hago precisamente eso. Cuando veo AMC en la pantalla creo que me voy a desmayar, por lo que me siento contra el respaldo del sofá, en tensión, y descuelgo.
-¿Sí?- digo, tratando de sonar segura.
-Buenas tardes. ¿Hablo con la señorita Amber Rose Stone?
-Sí, soy yo.
-Soy Frank Darabont, showrunner de la serie de televisión The Walking Dead, a la que usted echó currículum para ser fotógrafa oficial y ayudante de cámara hace unas semanas y pasó la primera selección, ¿Me equivoco?
-En absoluto. Buenas tardes.
-Como usted supondrá, ya tenemos una respuesta para usted, y ya tenemos un nuevo fotógrafo, o fotógrafa para esta temporada. No voy a hacerle esperar más, señorita Stone, ni voy a andarme con rodeos. Su trabajo es simplemente magistral, exactamente lo que necesitamos, sabe captar la expresión de los rostros en el momento exacto, y para no ser fotógrafa profesional ni tener un estudio es usted una joven promesa. Apostamos por usted, señorita Stone.
-¿Eso quiere decir que...?- ahogo un grito, sin poder creérmelo. Me llevo la mano libre a la cabeza, con los ojos saliéndose de sus órbitas y me pongo de pie casi de un salto, aunque debo volver a sentarme para no desmayarme de la emoción.
-Eso quiere decir que a mí y a todo el equipo nos complacería tenerla aquí en dos días, para tener una entrevista con usted y tramitar los últimos detalles de su contrato, ¿Sería posible?
-Señor Darabont, si usted me lo pide estoy allí esta misma noche- río, extasiada, con lágrimas recorriendo mi rostro y una sensación de alivio total en el pecho.
-Bueno, eso no va a ser del todo posible a menos que compre ahora mismo el billete de avión, señorita Stone, desde Nueva York tiene más de dos horas de vuelo y sabe que estas cosas no van deprisa- ríe, casi tierno.
-Muchísimas gracias, no tengo palabras. Acaba usted de hacerme la persona más feliz del mundo.
-El placer es nuestro, se lo aseguro. Estese aquí el jueves a las nueve de la mañana, será suficiente. Nosotros nos encargamos de buscarle el avión y comprarle los billetes, se los enviaremos por correo electrónico.
-No sé qué decir, les estoy eternamente agradecida. Les prometo que no les defraudaré.
-De eso estoy seguro, señorita Stone. Bienvenida a The Walking Dead.

Safe Inside (Jeffrey Dean Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora