Empiezo a prepararme quizás algo nerviosa, y esto se nota en que me tiemblan las manos irremediablemente si pienso en lo que estoy a punto de hacer. Hace mucho que no tengo una cita como tal, aunque John dijese que era una cena de amigos, pero como sus ojos no me decían lo mismo no sé identificar si lo es o no. Y lo de la intuición no es lo mío. Dudo bastante sobre qué ponerme, no sé si él piensa arreglarse o no, tampoco sé a qué tipo de lugar me lleva. Voy un poco a ciegas, a decir verdad. Finalmente me decido por un vestido negro con estampado de flores en tonos oscuros por encima de las rodillas y con falda de vuelo. Me maquillo de manera más sutil que cuando salgo con mis amigas, creo que voy a sentirme más segura y me peino con tirabuzones flojos por toda la melena. Si no me miro noventa veces al espejo antes de salir de casa, no me miro ninguna, puedo asegurarlo. Es como que quiero estar guapa pero al natural, sentirme lo más cómoda posible y, aunque sé que John no va a juzgarme por mi aspecto, quiero pisar sobre terreno firme sea la que sea la situación que me toque vivir.
A las nueve en punto exactamente mi teléfono suena y sé que es él. Me dice que está fuera y que no puede acercarse a mi puerta porque está mal aparcado, por lo que tengo que ir yo. Casi lo prefiero así, más tiempo para calmarme. Cojo el bolso, el abrigo y las llaves y suspiro profundamente. Recorro el corto caminito de piedra que me separa de la carretera y entro a su coche, escapando del terrible frío del exterior.
-Buenas noches- digo, acomodándome en el asiento del copiloto.
-Buenas noches, guapa- me dice, bromeando, haciéndome reír.- ¿Qué tal?
-Bien, bien. Y gracias por lo de guapa.
-No te lo creas- dice, arrancando.- Lo digo por quedar bien.
-¡Oye!- le pego suave en el brazo.- ¿A que me bajo?
-Oh, vamos, no vas a dejar escapar la oportunidad de una cena gratis.
-¿Cómo? No me vas a invitar, tenlo claro.
-Yo te invité a cenar, yo pago. Ya pagarás la próxima, si la hay- contesta, con tranquilidad y toda la pasividad del mundo, dejándome helada. La verdad es que no puedo contrarrestarle con nada, estoy literalmente sin palabras. Se crea un ambiente de misterio y casi de tensión muy poco propio entre nosotros, y casi me creo que se ha puesto serio cuando, de un momento a otro, se echa a reír, provocando también que yo lo haga. Sabía que nuestra seriedad no llegaba a ninguna parte.
-Eres idiota.
-No, tú eres idiota, que te has quedado toda asustada- me mira de reojo y vuelve a concentrarse en la carretera.
Aprovecho estos minutos de silencio para analizar su perfil: nariz perfecta, mandíbula definida, labios finos, preciosos ojos azules enmarcados por esa media melena rubia y lisa que le da aire surfero y juvenil. Va vestido con camisa blanca y vaqueros, un clásico pero muy acertado. Mi mirada viaja de su cuerpo al mío propio, no vaya a ser que se dé cuenta de que lo estoy mirando de más. El vestido me llega exactamente por las rodillas, aunque estando sentada se alarga unos pocos centímetros, y existe un contraste bastante curioso entre la tela negra y mi piel, tan pálida que parece de marfil. Es lo que tiene no haber tomado el sol desde hace dos veranos. Consecuencias de quedarse en casa llorando mientras tus amigas hacen viajes por los alrededores. Suspiro y decido pensar en otra cosa, se supone que debo estar feliz, es decir, estoy teniendo prácticamente una cita con, posiblemente, el hombre más guapo que he conocido nunca. O, al menos, uno de ellos.
El camino transcurre bastante silencioso al principio, algo extraño entre nosotros, pero para nada se ha sentido incómodo. Eso sí, a los cinco minutos de viaje, como niña pequeña que demuestro ser a veces, no he podido esconder mi curiosidad y mi impaciencia al preguntar caprichosamente dónde vamos y cuánto falta. Él se ha reído diciendo que ya lo vería, respuesta bastante propia de un adulto que no va a destapar una sorpresa así como así. Yo simplemente pongo los ojos en blanco y, a partir de aquí, los temas de conversación salen solos. Hay que ver lo a gusto que estoy con él.
Cuando me quiero dar cuenta, estamos en Atlanta capital. No hace mucho que estuve por aquí, quizás dos semanas. Cuando me movía más con los actores teníamos que cuidarnos mucho de no ir a sitios con grandes aglomeraciones porque serían reconocidos de inmediato. Es cierto que, al haber sido vista con ellos, soy una cara más o menos conocida, pero al ir con John no creo que nadie repare en mí, al igual que cuando vamos con el resto de compañeros de oficina.
Llegamos a un restaurante pequeñito, un restaurante italiano, tiene un aspecto muy familiar y se ve muy cuidado y limpio. Es, simplemente, encantador, y muy acogedor. Al parecer John había reservado, a pesar de que está bastante vacío. Es como si quisiera asegurarse de tener sitio justamente aquí aunque, viniendo de él, no me extraña. Es la persona más cuadriculada y perfeccionista que conozco. Por eso yo, que aunque detallista soy bastante desastre, le pongo de los nervios cuando trabajamos juntos. Es solo que le gusta tenerlo todo controlado.
La cena va normal, cómoda, divertida, como se veía venir que fuese. Al fin y al cabo se trata de John, el cielo de chico más grande de toda la tierra. Me cuenta que tiene dos hermanas, mellizas, de diecisiete años. Son solo por parte de su padre al parecer, y se llaman Sam y Laura. Me enseña una foto de ambas y el parecido entre ellas y con él es asombroso. Mismo pelo, mismos ojos, hasta comparten sonrisa. Yo también le cuento alguna cosa de mí y de mi familia y es como si le conociese de toda la vida, porque puedo compartir de todo con él sin ningún tipo de reparo. Además, la cena está muy buena, jamás he probado una pasta mejor. No sé cómo el tema de conversación deriva a trabajo, y empezamos a intercambiar experiencias en AMC con jefes y compañeros, aunque las mías sean muchas menos.
-Fui a cenar una vez con el cast al completo, a un restaurante... No recuerdo el nombre ahora mismo, mira.
-El Golden, seguro- dice con cierta indiferencia, difuminando su sonrisa.
-Exacto, ese mismo. Menudos precios lleva- sonrío, intentando quitarle hierro al asunto. Parece que algo de lo que he dicho le incomoda.
-Es ostentosamente caro. Entiendo que te llevasen allí.
-¿Qué quieres decir?
-Mira, Amber, no tengo nada en contra de ellos, son majos y todo lo que quieras, pero... No sé, no me siento cómodo hablando de esto. No me gusta criticar a nadie.
-No, pero dime qué piensas- digo, interesada.
-Pienso que al principio tratan demasiado bien a todo el mundo, como si estuviesen muy unidos, casi de forma antinatural, siendo que luego, como es normal, cada uno tiene su vida y no todos son como hermanos. Además es como que... Como que les gusta dejar claro que son ricos y pueden permitirse sitios como el Golden- recuerdo el incidente con los precios- cuando no se dan cuenta de que todos los de AMC, actores o no, podríamos permitírnoslo y no nos gusta presumir de ello. Son buena gente, no me malinterpretes, pero un poco arrogantes, reconócemelo.
-Bueno... Sí, quizás tengas razón- digo, pensando automáticamente en Jeffrey, Norman y Danai. Incluso en Melissa y Chandler. Creo que se lo tienen un poco creído.- Pero hay de todo.
-Sí, por lo que he visto te juntas con gente maja. Andrew, Lauren y así.
-Sí, pero el resto también son majos.
-Sí, sí, no te digo lo contrario, digo que ellos son como más humildes.
-Son los que mejor me caen, sin duda. Me siento muy a gusto con ellos tres. Pero es como que siento que mi sitio está más con vosotros. Al fin y al cabo sois mis verdaderos compañeros.
-Bueno, no tienes por qué elegir, obviamente- comenta, calmado, mientras me sirve vino. Vino blanco. Punzada en el estómago.- Brindemos.
-¿Por qué?
-Yo qué sé, por nosotros, por estar aquí- sonríe.
-Pensaba que tendrías un buen motivo, fanático del control- le pico.
-Ya te digo yo que para beber no hace falta- se ríe.
-Eres raro- alzo la copa y la choco con la suya, dando un largo trago después. Nada más beber pone una mueca extraña y me hace reír, casi atragantándome con el alcohol y provocando en él una carcajada. Es capaz de hacerme reír solo con mirarme y eso me encanta.
Al terminar, paga él como prometió al principio de la noche y yo le recuerdo que a la próxima pago yo. Él menea la cabeza mientras me llama pesada y yo le empujo suave. Entramos al coche y, para mi sorpresa, el camino de vuelta es muchísimo más silencioso que el de ida. No es un silencio incómodo, para nada, es simplemente que preferimos no hablar, o eso creo. Pone la radio e irónicamente suena Pink Floyd, al igual que en el salón de Jeffrey aquella mañana, solo que es otra canción. Aquella me gustaba más, y no es sugestión, estoy mucho mejor ahora que lo estaba entonces. Agradezco no hablar en estos momentos porque se me iba a notar que algo ocurre. Sin embargo trato de pensar en otra cosa, como en qué pensará él de mí, o incluso sentirá. No invitas a cenar a cualquier compañera. Para mí es un amigo, uno muy bueno y con el que tengo una confianza especial, pero no sé si podría verle como algo más.
-Hemos llegado- para el coche y se desabrocha el cinturón de golpe, no comprendo bien por qué. Yo hago lo mismo y me pongo la cazadora, dispuesta a salir.
-Bueno, pues... Muchas gracias por esta noche. Lo he pasado muy bien y me he sentido muy a gusto.
-¿Aunque te haya hablado mal de tus compañeros?- me sonríe, tierno.
-No me has hablado mal. No seas tonto.
-Yo también me he sentido muy a gusto, Amber.
-Pago la próxima, recuerda.
-De no ser porque me lo has dicho una vigésima vez, me habría olvidado de las otras diecinueve- bromea y yo le hago la burla.
-En fin... Buenas noches- sonrío y abro la puerta, dispuesta a salir.
-Espera- John me agarra del antebrazo y hace que retroceda, volviéndome a sentar, aunque estoy bastante más cerca de él que lo estaba antes.
El chico rubio me está mirando los labios, lo cual me confirma que tanto nerviosismo y lo de desabrocharse el cinturón tenían conexión y explicación. En seguida traslada su mirada azul aguamarina a mis ojos, aproximándose un poco más. Nuestras narices se rozan, un poco más y estaremos besándonos. Por mi mente se cruzan muchas cosas a toda velocidad, muchas incógnitas, hasta que me doy cuenta de que verdaderamente quiero besarle. Me está poniendo nerviosa tanta miradita por lo que cojo su rostro con una mano dispuesta a lanzarme, pero acaba por juntar él nuestros labios. "Fanático del control" habría dicho, de no ser porque tiene su boca sobre la mía. Es un beso corto, lento, cuidadoso, casi adolescente. Él también me ha cogido la cara entre sus dos manos, acariciando mis mejillas con los pulgares. Todo lo que siento es ternura y, al separarme, no puedo evitar sonreír. Le brillan los ojos y le bailan las pupilas, está terriblemente nervioso. Sonrío ampliamente pero intento disimularlo para que no se sienta incómodo y en seguida dudo de si he hecho lo correcto al besarle. "Amber, no te sientas culpable. Necesitabas afecto. Puedes permitirte ser egoísta una vez cada mucho tiempo." Por una vez la voz de mi conciencia decide no torturarme, como de costumbre, ¿o es que solo me tortura cuando se trata de Jeffrey? "Amber, aléjalo de tu mente mientras otro hombre te sujeta la cara justo después de besarte."
-Ahora sí que serán buenas noches- me susurra, al tiempo que me suelta. Acaricia mi pelo unos instantes y vuelve a abrocharse el cinturón. Yo vuelvo a sonreír, le deseo buenas noches de nuevo y salgo del coche con toda la parsimonia del mundo.
Esta noche duermo bien, tranquila, como de costumbre, aunque me niego a tocar el móvil porque sé que no podré evitar contárselo a Lauren y eso es precisamente lo que no quiero. Simplemente me cambio, me acuesto y caigo rendida. Si pienso será peor.
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Safe Inside (Jeffrey Dean Morgan)
FanfictionWill you call me to tell me you're alright? 'Cause I worry about you the whole night. Don't repeat my mistakes, I won't sleep 'til you're safe inside. (Portada por: @helenastorm)