Capítulo 5 - Vino blanco

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-Entonces, ¿Es una niña?- pregunto, emocionada.
-Sí, se llama Holly.
-Eres una tía orgullosa, ¿Eh?
-Estoy muy, muy feliz, Amber.
-Dale la enhorabuena a Miranda de mi parte, en serio. ¿Llegaste a tiempo?
-Hacía media hora que la había tenido, pero estaba un poco atontada por la anestesia, así que prácticamente llegué justo a tiempo.
-Entonces todo salió bien. Estoy muy feliz por ti.
-¿Qué planes tenéis para hoy? He visto que te han metido al grupo pero no lo he leído.
-Sí, me metió Jeffrey anoche- comento, recordando lo que ocurrió.- Vamos a ir a cenar a algún sitio.
-Me gustaría estar allí.
-Y a mí que estuvieras, sobre todo porque no sé qué ponerme.
-Igual que para otras cosas no, para esto sí que te digo que suelen arreglarse un poco más. Cualquier falda o camisa con pitillos te sirve, de todos modos.
-Luego te mando una foto de lo que decidas y me dices- resoplo, nerviosa.
-Tranquila, va a ir bien- la oigo sonreír y eso me calma un poco, Lauren siempre ha tenido ese poder en mí.- Bueno, cuéntame algo, que tengo un rato libre, mi hermana está frita y Holly también. ¿Cómo te apañas? ¿Y eso que te metió Jeffrey?
-Me apaño bien, tranquila, te recuerdo que viví durante un año entero en un piso de cincuenta metros cuadrados con otras dos personas y una cocina cuyas placas se apagaban cada dos por tres. Puedo con todo.
-Ya, eso ya lo sé. Pero cuéntame lo de Jeffrey.
-A ver, es un poco largo, y quizás cuenta como allanamiento de morada.
-¿Que entraste en su casa?- se asusta.
-Qué va, entré en la tuya- digo, mientras se me escapa la risa.- Me pidió su chaqueta, la que nos dejó para que no nos mojásemos, y simplemente entre a por ella, vino a casa y se la di.
-¿Y...?
-Y hablamos un rato, me dio su número para cualquier cosa que necesitase y luego me metió al grupo.
-Te ama- bromea.
-No me ama.
-Pero está siendo majo contigo, siendo que lleva unos días muy borde y muy tristón.
-¿Ninguno habéis intentado hablar con él?
-Es inútil, no suelta prenda. Lo mejor es esperar a que se le pase. Pero contigo parece que se esfuerza en disimularlo.
-Bueno, no sé, supongo que al no conocerme intentará simular que todo va bien, ¿No?
Hablamos un rato más acerca de otras muchas tonterías, y yo intento desviar la conversación de todo lo relacionado con Jeffrey. Por alguna razón me incomoda y al mismo tiempo hace que no pare de sonreír, y no quiero que Lauren note nada raro. Ni siquiera yo sé por qué me pongo así, si total es un compañero más. Quiero pensar que es una mezcla de que interpreta a Negan y es un personaje muy interesante y que su personalidad me desconcierta y hace que quiera conocerle más. Quiero pensar esto porque como piense otra cosa me explota la cabeza.
Tras hablar un buen rato cuelgo a mi amiga y me voy a la ducha, a reflexionar acerca de todo lo que me está pasando últimamente, y salgo de ella sin ninguna conclusión más que que soy feliz y que no cambiaría todo esto por nada del mundo. Para mi sorpresa, mientras me preparo la comida, recibo otra llamada. Cojo el teléfono distendidamente pensando que seguramente sea alguien de mi familia, pero la voz de Christian me sorprende al otro lado del auricular.
-Hola, Amber, ¿Llamo en un mal momento?
-No, qué va, no te preocupes.
-Vale, te llamaba para hablarte de esta noche. Me ha dicho Lauren que estabas un poco nerviosa al respecto, sobre la ropa que ibas a ponerte y demás. ¿Quieres que me pase por tu casa antes de ir con todos y te ayudo?
-Oh, pues, la verdad es que sería todo un detalle, no tengo ni la menor idea de lo que voy a llevar.
-Supongo que iremos al restaurante que vamos siempre. Está muy a las afueras del pueblo, casi en mitad de la nada, y es relativamente elegante. No es como para ir de gala ni mucho menos, pero ya sabes, los tíos con camisa, las tías con un vestido mono o blusa, me entiendes.
-Sí, te entiendo. Lo que pasa es que quizás es buena idea lo de pasarte por aquí- río, nerviosa.
-Por supuesto. Además así tengo excusa y no cojo el coche hoy, como te lleva Andrew... Entre tú y yo, siempre me da pereza conducir.
-O sea, que soy tu excusa- bromeo, haciéndome la enfadada.
-Algo así, pero no te enfades, que ambas salimos beneficiadas. Hemos quedado allí a las diez, ¿Me paso sobre las ocho?
-Sí, genial. Intentaré llevar una idea ya hecha. ¿Tú que vas a ponerte?
-Eso es una sorpresa. Te veo en unas horas.
-Un beso, Chris, y muchísimas gracias.
-No hay de qué, ¡Adiós!
Tras colgar me como mi ensalada de pasta viendo la televisión, tratando de evadirme un poco de la vida en general. Al comer en el sofá, acabo recostada en el mismo, olvidando que tengo el pelo empapado y quedándome dormida durante más de media hora una vez he terminado mi plato. De hecho me despierta un anuncio de la tele muy sonoro, y yo me doy cuenta de que he calado el brazo del sofá y de que me muero de frío.
Subo rápidamente las escaleras y reemplazo la camiseta ancha por mi uniforme favorito cuando tengo frío: sudadera ancha que me queda por mitad de muslo, bragas y calcetines altos. Me seco el pelo con calma aunque tiritando todavía y, cuando he terminado, miro mis redes sociales un rato, además de llamar un rato a mi madre y ponerle al corriente de todo. Le echo un vistazo al grupo al que me metió Jeffrey anoche y sonrío automáticamente al recordarlo y compruebo que, efectivamente, hemos quedado a las diez en el tal Golden. También tengo un mensaje de Andrew, en el que me dice que pasará a buscarme a las nueve y media. Le comento que también vendrá Christian y, aunque de primeras dice de broma que va a meterla al maletero, obviamente le parece bien. Este chico es un sol.
Me aliso el pelo por completo, haciendo algún tirabuzón en los mechones que enmarcan la cara y un par más repartidos por la melena. Ya que Christian va a ayudarme a elegir ropa, qué menos que ir ya maquillada, por lo que me siento en mi escritorio, pongo el espejito que traje de Cold Spring encima y decido hacerme algo que vaya a combinar con cualquier toda.
Al ser un evento de noche, recargo un poco más de lo habitual el look. Decido empezar por los ojos por si me equivoco y tengo que corregir, me fastidia mucho tener la cara hecha y borrar parte porque se me ha caído sombra a la ojera. Tras debatirme un rato entre sombras y eyeliner me decanto por sombras y, como seguramente lleve colores oscuros, las hago en tonos marrones tirando un poco al morado. Como normalmente, me pongo mucha máscara de pestañas, además de rellenarme un poco las cejas para dar más intensidad. La cara la hago como normalmente pero con un poco más de contorno que si fuese de día, y el pintalabios que escojo es mi granate favorito, uno mate de Mac.
Al acabar, me miro en el espejo de cuerpo entero y me doy cuenta de la pinta tan graciosa que tengo tan bien maquillada y peinada y con una sudadera gris que le robé a mi hermano y calcetines hasta las rodillas. Hago un poco de tiempo hasta las ocho y recibo a Christian exactamente con estas pintas.
-Qué sexy con esta sudadera- me dice mi amiga, abrazándome.
-¿Verdad que sí? Creo que voy a ir así a la cena. Por cierto- me alejo un par de pasos y la miro de arriba abajo- vas preciosa.
Y no miento. Chris se ha puesto un mono negro de pantalón largo de tirantes y mangas caídas por los brazos junto con un cinturón plateado, al igual que todos los complementos. Se ha ondulado la melena negra y se ha puesto los labios rojos, aunque su maquillaje de ojos es algo más discreto que el mío. Pero a mí me da igual, adoro maquillarme.
-No más que tú, créeme. Venga, a ver qué te elegimos- me apremia, y yo subo por las escaleras tras de ella.
Nos tiramos más de una hora eligiendo, tiempo que yo me paso en sujetador y bragas porque ya me da pereza cubrirme más después de todas las veces que me he cambiado. Christian me promete que, como tenemos tiempo, luego me arreglará ella el pelo, y yo resoplo, exhausta.
-Creo que esto va a ser lo definitivo, la verdad- dice mi amiga, concentrada.
Yo me miro al espejo y ladeo la cabeza, deliberando. Es un vestido granate pegado al cuerpo, de algodón, con manga larga, que marca todas y cada una de mis curvas y me llega a un poco más de mitad de muslo.
-Me hace gorda- afirmo, tocándome la tripa, la cual se marca un poquito con este vestido tan ajustado.
-Y una mierda. Te hace un cuerpo espectacular.
-¿Tú crees?- murmuro, insegura.
-Yo veo. Con unos buenos tacones lo verás todo mejor.
Busco en el armario y saco unos stilettos negros bien altos, con los que alcanzo la altura de Christian, que me saca unos cuantos centímetros, pero como ella lleva unos zapatos más bajos quedamos prácticamente a la par. Nos miro en el espejo y sonrío: creo que me gusta.
-Me parece que me voy a quedar así- decido.- Tengo un collar negro muy bonito que creo que puede combinar. Medias transparentes y listo.
Al cabo de quince minutos ya estamos preparadas, retocadas y listas para salir. Cojo el bolso y la cazadora de cuero, me gustaría no tener que depender de la de nadie para no morir de frío hoy. Salimos a la calle y confirmamos que hace bastante frío esta noche. Andrew nos espera en su coche justo enfrente, y ambas nos montamos en los asientos traseros.
-Pero ¿No tendré a las dos chicas más guapas de todo Georgia en mi coche, no?- bromea, mirándonos por el retrovisor.- Buenas noches, chicas. ¿Todo bien?
-Todo genial, Andrew. A ti te digo cuando bajemos, pero seguro que vas guapo- le digo, sonriendo.
Por lo que puedo ver desde aquí, lleva una camisa azul claro básica que seguro que hace juego con sus ojos, con la escasa luz que hay no lo puedo comprobar. Conduce durante un buen rato, más de veinte minutos, pero el viaje se hace ameno entre sus ocurrencias y bromas. Sin duda, es una de los mejores hombres que he conocido nunca.
Cuando bajamos del coche y veo el cartel luminoso del restaurante recuerdo por qué estoy aquí, porque Jeffrey me ha invitado. Siento una punzada en el estómago e inmediatamente sacudo la cabeza, tratando de olvidarlo.
-Hemos llegado pronto, por una vez en mi vida- ríe Andrew al ver que somos los primeros.
-Lo de la puntualidad británica es una puta mentira en su caso- Christian rueda los ojos y yo sonrío ante la escena.
-Esa boca, niña- le regaña Andy.
-¿Vamos a esperar fuera? Es por encenderme un cigarro- pregunto.
-Vamos a esperar fuera, pero no deberías fumar- Andrew mueve la cabeza con desaprobación y yo le miro arqueando una ceja.
-¿Qué eres? ¿Papi Andrew?
-Os llevo muchos años y sé que es lo mejor para vosotras, y para todos. Si vieras lo pesado que soy con Chandler... Soy Rick, tengo razón- se enfada como un crío pequeño y yo me echo a reír.
Va llegando todo el mundo: Norman, Chandler, Danai, Sonequa, Alanna, Melissa, Josh, Ross... Todo el mundo me dice que voy muy guapa, aunque todos van verdaderamente elegantes. Me da pena por Lauren, porque se lo va a perder, y la noche pinta muy divertida, pero todo pensamiento relacionado con mi amiga desaparece cuando veo llegar a Jeffrey.
Ya solo por su forma de caminar parece que obligue a que te quedes mirando, como si todo lo demás se esfumase, o igual solo soy yo, que estoy destrozada de la cabeza. Incluso con la poca luz que desprenden los focos y los carteles, además de un par de farolas de la calle, se aprecia a simple vista que está guapo, guapo de verdad. Lleva una camisa blanca de manga larga con los primeros botones desabrochados, pantalones negros de vestir entallados y las manos dentro de los bolsillos, americana negra y zapatos elegantes. Se ha peinado hacia detrás aunque varios mechones rebeldes se niegan a quedarse en su lugar, no lleva las gafas y camina tranquilamente hacia nosotros.
-Por fin llegas, hijo, todo el mundo esperándote- Christian se lanza a darle dos besos y él sonríe de medio lado.
-Lo bueno se hace esperar- como única respuesta. Sus ojos pasan rápidamente de mi amiga a mí, aunque no puedo ignorar el hecho de que la ha mirado de arriba abajo, tal y como está haciendo ahora conmigo, sin ningún tipo de pudor. Yo le observo en cada movimiento, como alerta, como a la espera de que haga algo, que tome la iniciativa. Y, finalmente, lo hace.- Has venido, al final- me da dos besos poniéndome una mano en el hombro, y esta vez no tiene que agacharse tanto como de costumbre.- Estás guapa- me sonríe de medio lado y se pone un cigarro entre los labios.- ¿Tienes fuego?
-Sí- saco mi mechero del bolso y él lo coge de mi mano. Se enciende el cigarrillo y expulsa el humo a su izquierda, intentando que no me lo trague.
-Gracias.
-Tú también estás guapo- murmuro, nerviosa, y le escucho sonreír.
-Gracias, de nuevo. Voy a saludar al resto.
Tras devolverme el mechero, le doy una calada muy larga a mi cigarro prácticamente consumido y lo tiro al suelo, pisándolo con fuerza. La sensación que he experimentado al ser llamada "guapa" de sus labios sigue en mi estómago, revolucionándolo por completo y haciéndome sonreír. No le he mentido en absoluto al decirle que está guapo, se ha recortado la barba y tiene cara de haber dormido bien, sus ojos verdes centellean y se le ve feliz, más sonriente, como si este fuera uno de sus pocos días buenos que duran hasta la noche. En realidad no sé por qué presupongo tantas cosas sobre él, le conozco desde hace poco más de una semana y no tengo ni idea de él ni de su vida, ni de su pasado ni de por qué hace las cosas como las hace. Simplemente sé lo poco que he visto y lo que me ha contado Lauren. Quizás es pronto para elaborar una imagen acerca de él, quizás debería tomarme todo con un poco más de calma, mi trabajo incluido, por más que solo lleve un día.
Salgo de mi estado de shock nada post traumático y giro sobre mis tacones, con mi mejor sonrisa. Todos están terminando de saludar al recién llegado y ya están hablando acerca de entrar. Miro el restaurante por fuera. Parece elegante, bonito, pero con un toque vintage. Lo que menos me importa es lo que demonios vaya a comer, tengo el cuerpo lleno de adrenalina, nervios y casi ansiedad. No es por Jeffrey, no es por la cena, no es por mi nuevo trabajo, digamos que es un conjunto de todo lo que me hace estar así, y por algún motivo se siente muy parecido a la felicidad o, más bien, a la esperanza.
Entramos uno a uno al restaurante, sé que nos han cerrado una parte solo para nosotros. Somos muchísimos, además de actores, vienen Nicotero, Darabont y Kirkman, por fin puedo conocerle, y es encantador, por cierto. Lo que me sorprende es que no hay nadie de imagen y vídeo, solo yo. Es una cena de amigos, no de empresa, y eso me hace sentir a gusto. Me estremezco por el contraste extraño del frío helador de ahí afuera con el ambiente tan cálido del interior. Puedo jurarlo, es bonito, es precioso, es jodidamente lujoso y es algo que, de no ser por mi actual y abundante salario, jamás podría permitirme. Os digo todo diciéndoos que, nada más entrar, un camarero me quita la cazadora de cuero delicadamente y se lo lleva a una especie de sala que supongo que hará las veces de armario. Gente de otras mesas nos mira con la cara de "te conozco pero soy demasiado rico y estoy demasiado acostumbrado a ver gente como tú como para sorprenderme", aunque yo no soy, precisamente, un rostro conocido. En menos de dos minutos estamos todos sentados alrededor de una mesa enorme. Ni siquiera me atrevo a mirar las cartas que han traído amablemente, sé que todo está fuera de mi alcance. Sí, cobraré casi cuatro mil dólares a fin de mes, de eso no tengo duda, pero no es lo mismo mi poder adquisitivo que el de mis compañeros del cast, ellos son verdaderas estrellas. Respecto a la distribución de la mesa, me siento enfrente de Norman, a su lado está Jeffrey, y a los míos tengo a Chris y a Andy. Todos ellos miran la carta tranquilamente y a mí casi se me salen los ojos de la impresión cuando le echo un vistazo. Nada baja de sesenta dólares, algo menos de la cantidad que he traído, como un "por si acaso" muy grande. Además, aún no he cobrado ni un solo centavo, llevo una semana aquí. Sesenta dólares no son nada en comparación con la cantidad que voy a ganar en un futuro cercano la cual, teniendo en cuenta que AMC me paga el alquiler, es toda una fortuna, pero por ahora solo tengo esto en efectivo, además de mis tarjetas prácticamente intocables. Sin saber cómo salir del paso, trato de centrarme unos segundos en lo que tengo alrededor, y los veo a todos felices, distendidos, tranquilos, con la seguridad de quien sabe que no va a tener que pasar el bochorno de su vida quedándose con lo peor del menú y sin beber absolutamente nada. Por unos segundos, me dan envidia e incluso cierto desagrado.  Miro a Jeffrey. Él me mira. Ve que me he agobiado. Arquea una ceja, preguntándose qué me pasa. Veo que coge el teléfono y se pone a escribir algo, algo que llega al mío en forma de vibración. Y dice así:
"No quiero sonar maleducado, pero sé que ha sido un error elegir un sitio tan caro. No tienes por qué poder pagar tanto, aunque no tengo la menor idea de cuánto cobras. Si necesitas algo puedo dejártelo bajo la puerta del baño de mujeres."
Me ruborizo ante la propuesta. No tiene nada de descortés, ni me hace sentir incómoda por la forma en que está dicho, pero la situación en sí es bastante ridícula. Resoplo, abrumada y, aunque mi primer impulso es negárselo con toda la educación y agradecimiento del mundo, sé que es tristemente posible que necesite la mano que me quiere echar. Le miro, sonrío algo triste sin que nadie nos vea y él me devuelve el gesto, discretamente. Empiezo a echar cuentas en mi cabeza y, para cenar bien, puesto que no todo es de mi agrado, los setenta dólares me dan justo para un plato de carne asada que parece más normal que el resto de la carta. Y la bebida no va incluida. Mientras el resto toman su decisión, yo tomo mi teléfono y vuelvo a escribirle.
"Los setenta que llevo me dan justo para lo que puede gustarme medianamente. Sin bebida."
Tras unos segundos de espera, en los que Jeffrey mira al vacío, recibo otro mensaje suyo.
"¿Te gusta el vino blanco?"
"Sí, pero eso sí que se sale de mi presupuesto descabelladamente." Respondo.
"Pregunta en voz alta si a alguien más le gusta el vino blanco, por pedir una botella para dos personas. Yo diré que a mí y lo pagaré yo."
"Pero va a ser carísimo, no puedo permitir que hagas eso."
"Hazlo."
"No."
"Amber."
"Que no."
-¿A alguien le gusta el vino blanco?- pregunta Jeffrey, en voz bastante alta. Me mira fijamente. Sé que, por lamentable que suene, tengo que acceder si quiero beber algo y no parecer imbécil. Resoplo y me resigno, agobiada a más no poder.
-A mí, ¿Por?- respondo, aparentando inocencia.
-Por pedir una botella para dos. Obviamente no voy a tomarme una yo solo- bromea mi compañero, sonriendo de oreja a oreja. Es increíblemente bueno como actor. A mí se me remueve algo por dentro y casi siento ganas de llorar debidas a la vergüenza que me hace pasar la situación en sí.
-Por mí, perfecto- sé que me tiembla la voz, pero espero notarlo solo yo. En realidad es algo bastante obvio que este sitio está fuera de mi alcance, al menos por el momento, pero simplemente no se habrán parado a pensarlo porque todos cobran una burrada a fin de mes que podría permitirles comer y cenar aquí a diario. Ni se les habrá pasado por la cabeza, y yo no quiero dar la nota, y menos por asuntos económicos.
"Gracias. Te lo devolveré." Contesto, mientras me tiemblan las manos como si fuese idiota. Lo de las ganas de llorar suena estúpido pero es más real de lo que me gustaría. Levanto la mirada y me encuentro directamente con la suya, en la que, por más que él se esfuerce en hacerla desaparecer, veo cierta lástima. Me siento tentada a apartarla sin más, salir dignamente de esto, pero luego me digo a mí misma que no sea una niña pequeña y se la aguanto unos segundos más, moviendo los labios en un "gracias" que espero que solo haya podido entender él.
El resto de la cena va bien, como podía esperarme. Me sirve de consuelo que la carne está buenísima, el plato es abundante, se nota la calidad y el cuidado que le han puesto. No voy a decir que valga setenta dólares, ni de lejos, pero en mi mente me siento un poco mejor pensando que un día es un día. Trato de estar lo mejor que puedo, por difícil que sea ya que, por una vez en todos estos días, siento un gran abismo y una gran diferencia entre mis amigos y yo. En cierto modo me recuerda a Vogue, a las jerarquías estúpidas, a la superioridad de las modelos, al miserable sueldo de becaria en comparación, a los malos tratos que sufrí. Y eso, aunque poco o nada tenga que ver con mi situación actual, hace que sienta un vacío enorme. Me lo paso bien, me río, nos hacemos miles de fotos y de vídeos que van para instagram, paso una noche genial en ese aspecto. Pero algo dentro de mí no está del todo bien.
Respecto al vino, es muy bueno. Al principio y por cortesía, dejo que se sirva Jeffrey, el cual me llena la copa tras hacerlo con la suya. Bebo despacio, me gustaría pasar con una sola toda la noche, pero tras un buen rato y sin saber cómo ni en qué momento vuelvo a tenerla llena. Por supuesto, ha sido él. Prefiero no reparar demasiado en el sabor tan especial que tiene ni en lo decorada y ornamental que es la botella, para no saber cuánto dinero va a tener que adelantarme mi compañero. De hecho, agradezco esta segunda copa, me ayuda a preocuparme un poco menos de la situación en su conjunto.
Salimos del restaurante sobre las doce de la noche. Por supuesto y como no podría haber sido de otra forma porque me he quedado sin blanca, Jeffrey ha pagado el vino, y no tengo oportunidad de saber cuánto le ha costado. Nadie se ha dado cuenta y él ha actuado con total normalidad. Por ello, a la salida trato de retenerlo, una vez he recuperado mi chaqueta. Parece que me va a evitar, por lo que tengo que cogerle del brazo para que se quede conmigo.
-Jeffrey. Quédate a mi lado y nos rezagamos un poco, haz como que estamos hablando de cualquier otra cosa- finjo una sonrisa, por más falsa que sé que se está viendo, y él pone una parecida, aunque de sus labios parece más creíble. Por lo menos él no está temblando.
Caminamos a la par por el empedrado del exterior, mientras todos nuestros compañeros están más adelante.
-Si quieres hablarme de lo que ha ocurrido, me niego a hacerlo. No voy a dar ni una sola explicación- sentencia, serio como un muerto.
-Solo quería saber cuánto ha sido, porque... No he podido verlo cuando han traído la cuenta, y...- murmuro, nerviosa.
-Ni lo sabrás nunca, Amber. Lo he hecho porque he querido.
-En algún momento te lo tendré que devolver- argumento, nerviosa.
-No, eso no va a ocurrir. No espero nada a cambio. Créeme.
-Bueno, yo... En cualquier caso...- se ve que la inseguridad con la que pronuncio estas palabras llama su atención, porque me dirige la mirada y siento que algo se ablanda en su interior.- Muchas gracias. Ya te lo he dicho, pero... Muchas gracias. Eres una buena persona.
-No digas eso. Apenas me conoces. Cualquiera lo habría hecho- sonríe de medio lado, mirando a otro lugar, como si no fuese capaz de sostenerme la mirada tan sincera que le estoy lanzando.- Cualquiera.
-No, cualquiera no. Nadie se ha parado a pensar que yo no soy una super estrella televisiva que puede cenar en un sitio como este como si cenase en un puto McDonald's. Tú sí. Por eso te doy las gracias.
Me he puesto seria por un instante, y sé que él me ha vuelto a mirar. Le devuelvo el gesto, aunque poco me dura, me cuesta mantener mis ojos contra los suyos por mucho tiempo. Y así soy, que en cuanto parece que va a abrir la boca para decir algo, se me escapa un pequeño estornudo, debido a haberme quedado dormida en el maldito sofá con el pelo mojado.
-Igual deberíamos caminar más rápido y meterte ya en el coche de Andy- propone, reprimiendo la risa.
-No te duermas en el sofá con el pelo calado. Y menos en invierno- le advierto, secándome la nariz.- No lo hagas.
-No hago esas tonterías, y quizás tú deberías dejar de hacerlas.
-¿Vamos con el resto? Van a pensar algo raro.
-Que piensen lo que quieran. Al fin y al cabo estamos hablando de cómo has cogido un resfriado por haber sido un poco inconsciente. Algo raro es- dice, irónicamente. Yo me limito a reír y a mantener la sonrisa.
No decimos nada más en todo el camino. El trayecto es corto, ya estamos al lado del parking, y en menos de lo que me esperaba ya estoy dentro del coche de mi amigo, con Chris al lado, con la que está manteniendo una conversación que les hace reír mucho a los dos. Esto hace que se distraigan sobre dónde he estado yo los últimos diez minutos, o por qué no me he despedido de nadie más que de Jeffrey con una sonrisa tímida y me he metido al coche corriendo.
Miro por la ventanilla, abrazando mi cuerpo con ambos brazos e intentando hacerlo entrar en calor. Observo que Jeffrey no ha traído el coche sino la moto, al igual que Norman y, por alguna razón, no me quedo tranquila hasta que no se pone el casco, aunque puedo ver que ambos lo hacen con cierta mala gana. Ninguno de los dos mira en mi dirección en ningún momento. Norman no tiene motivos, pero pienso que Jeffrey quizás sí, quizás le interese saber que ya estoy dentro o simplemente quiera volver a sonreírme para hacerme ver que todo está bien y que no pasa nada porque se haya gastado probablemente más de treinta dólares en que yo haya podido beberme tres miserables copas de vino. Pero es Jeffrey, y como es él, no lo entiendo. Y quizás nunca lo haga, quizás sea mejor no intentarlo porque podría volverme loca. Solo sé que, digan lo que digan y quiera aparentar lo que quiera aparentar, tiene un corazón enorme, por el que a lo mejor no se deja llevar a menudo, pero conmigo lo ha hecho esta noche, y eso a mí me sirve. Me sirve y lo aprecio por encima de cualquier otra cosa.

Safe Inside (Jeffrey Dean Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora