Prólogo.

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  Pequeños niños, tanto que no aparentaban la edad de seis años, sentados en una banca del parque. Él con un cabello un poco liso como rizado, que pasa por debajo de su cuello, sí, un poco largo para ser varón. Ella, presume de un hermoso y rubio cabello que, tan solo llega a la altura de sus orejas, sí, en forma de hongo. Comían palomitas de maíz, y si te pudiera enseñar una fotografía que exprese la felicidad, sin duda sería la de estos niños haciendo algo tan común como, comer palomitas de maíz. Entre tanto comer y comer, él la mira y ella le devuelve el gesto agregando su adorable sonrisa. Esa sonrisa que tanto le gustaba al niño como los dulces de miel.

-Te quiero, Ari –Se limitó a decir con la inocencia y pureza de un niño.

-Lo sé, Timo. Yo también te quiero, te quiero y te amo.

-¿Y amar es mejor que querer? –curioseó el niño.

-Claro –respondió, la niña zarandeando su mano –. Querer es como un pan y amar es como un pan de guayaba.

-¡Ah! –exclamó sorprendido –. Entonces es obvio que también te amo.

-También lo sé, Timo –le regaló otra sonrisa.


La Promesa de Aranza. (En curso)Where stories live. Discover now