Capítulo dos: Lo que me trajo de regreso.

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Timothy y Aranza, después de la breve interrupción en su camino, retomaron el paso logrando salir del bosque. Quizá lo más memorable, es que Timothy se levantó y se regresaba solo, haciendo que Aranza le gritara: ¡Me he bajado para darte una lección, eso no quiere decir que pueda caminar, idiota! Ah, una vez llegaron al arco, se toparon con una niña llamada Julieta que afirmó ser la dueña de Risueño y Perla, los conejos. Pero bueno, eso ya es cuento viejo.

***

hacía un día cálido, ni frío ni caliente, un día templado. Algo inusual en el caliente país de Venezuela (por lo menos las partes bajas), pero la extraña climatología de Roraina hacía de las suyas como de costumbre. Ellos se encontraban en el porche techado de la casa de Timothy. Había una mesa redonda y dos pares de sillas, pero ellos, conversaban en el suelo –niños... –. Estaban ahí desde temprano, hablando sobre temas cualquieras, él nunca se había levantado tan temprano para no hacer otra cosa que terminar un videojuego. Se sentían tan calmados como el clima, hasta que Timothy, le lanzó una pregunta que asaltaba sus pensamientos.

-¿Cuánto tiempo estarás aquí?

-No lo sé -respondió ella –, pero qué importa.

-¡Claro que importa!

-¡Agh, Timo! –se quejó –, ya estás pensando en cuando me iré, en vez de disfrutar el tiempo conmigo.

-¿Y tus padres?

-Me estoy quedando en casa de una amiga de mamá.

-No te creo

-No me interesa, tonto –dijo la última palabra con suma lentitud, mirando de mala gana a Timothy.

Y después de un par quejas del muchachos, Filp, el padre de éste, llegó con un par de sándwiches y un par de vasos con jugo de naranja, como el día anterior, no podía empezar sin el desayuno. Es una regla fundamental de la vida, de la vida y de Filp, éste les regañó en pleno escape de la mañana.

-Timo, te extrañaba tanto como para regresar desde el más allá –bromeó –, pedí unas vacaciones a mis padres en Roraina, fue... –alargó la última palabra tanto como se lo permitieron sus pulmones –, porque tengo algo pendiente contigo –lo señaló con furor.

-Qué rara eres... –la miró aburrido –, ¿Qué cosa?

-Te lo haré recordar. Papel, letras y escondite -le miró desafiante.

Timothy se levantó y realizó una pausa en su tarea de terminar su sándwich, se acercó a ella y le golpeó suavemente en la cabeza.

¿Cómo quieres que me acuerde así, tonta? –espetó

-¡No me pegues, Timo! –le gritó fuertemente. Tanto como para hacer darse cuenta al muchacho de su error instantáneamente, pero ya no podía hacer nada, ya lo había hecho.

Después de un puchero cargado de enojo, un silencio sepulcral se tornó entre ellos. Él no le prestó más atención hasta que terminó su desayuno, ella por su parte hasta había dejado dejado de comer. Finalmente cuando se dio cuenta que debía enmendar su error, pidió disculpas. Y antes de hacerlo bien, ya Aranza continuaba con su cháchara.

-Es una adivinanza, papel –levantó un dedo –, letras –levantó otro – y escondite –uno más –, eran las pistas.

-De verdad que eres tonta –fue lo único que se le ocurrió responder.

Ella finalmente comió otro bocado de su desayuno.

-Es una lista –dijo con la boca llena.

-¡No hagas eso! –se quejó Timothy.

La Promesa de Aranza. (En curso)Where stories live. Discover now