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Esa mañana se había levantado tan rápido como todas las mañanas, incluso antes de que el reloj diera a la hora. Su madre tenía el desayuno listo en la mesa, justo junto a su pastilla diaria.

Antes de ir directo a desayunar, pasó por su cuarto para verse en el espejo. Su peinado platinado estaba perfecto. La ropa impecable, sus labios con algo de cacao en barra para darles un brillo especial y los zapatos recién lustrados. Perfecto, así es como debía ser.

Se asomó a la cocina mientras su madre observaba su móvil con total concentración, siquiera levantó la mirada cuando su hijo llegó a la mesa. Tecleaba apurada y no estaba prestando atención a su café, el cual se estaba enfriando.

-Buen día mamá.- Mencionó el muchacho con total dulzura. Amaba a su madre, pues así es como un chico perfecto debía de ser.

-Buenos días Seokjin.- Dijo con sobriedad aquella mujer, quien por fin abandonó el aparato electrónico y observó a su hijo con poco interés. -Ahí está tu pastilla.- Ese poco interés de la mujer se fue tan pronto como esas palabras salieron de su boca.

Seokjin tragó saliva en seco con una bonita y falsa sonrisa. Se sentó tras recibir ese regalo de cariño de cada mañana, llevándose la pastilla a la boca antes de cometer una locura y tirarla al suelo para aplastarla con asco.

Un trago de agua y listo, eso sería suficiente para mantener sus impulsos dormidos por el resto del día. Casi vomita, pero fue solo una arcada. Se llevó el café a la boca con tanto azúcar que no se sentía el sabor a café. Sintió su cuerpo relajarse lentamente mientras el café se iba acabando de la taza. Quiso vomitar otra vez y se forzó para no hacerlo .

Otro día más. Otro día de mierda más.

Su madre le llevó hasta la escuela como todas las mañanas

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Su madre le llevó hasta la escuela como todas las mañanas. Siquiera le dijo adiós al bajar del coche, pues estaba hablando por teléfono a su trabajo. Seokjin sí que le saludó con total ternura, sin darse cuenta que su madre arrancó el coche sin corresponderle dejándole saludando como un idiota.

Allí en la puerta fueron pocos los minutos antes de estar rodeado de gente. Chicos y chicas que buscaban su atención de una u otra forma.

Se sentía sumamente estresado, quería que todos se fueran lejos. Lo suficientemente lejos como para que esas voces de monstruos que tenían no pudieran escucharse nunca más. Que se perdieran. Que se mueran. Pero solo sonreía, sonreía con esa dulzura característica suya y conversaba con todos a la vez totalmente organizado.

Sentía el corazón oprimido y los músculos que rodeaban sus pulmones dolían completamente contracturados. Pero reía a carcajadas, como si no le doliera, como si no sintiera nada de aquello. Realmente no le dolía, no le podía doler, el dolor no es perfecto.

 Realmente no le dolía, no le podía doler, el dolor no es perfecto

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PROZAC [ YOONJIN ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora