Malas sensaciones

154 13 0
                                    

Cuando nos dan permiso para abandonar la sala, después de darnos toda la información sobre el curso, salgo la primera de ahí, aunque eso signifique pasar por encima de muchas personas y empujar a otras tantas. 

—¡Espera! —ignoro el hecho de que sé que esa llamada de atención va hacia mí, ya que no hay nadie más en el pasillo donde me encuentro. —¡Vera! —vuelvo a ignorar la voz que me llama, ya que en ningún momento he dicho mi nombre en lo que llevo aquí y el hecho de que alguien lo sepa no me trae más que mal augurio. —¡Se te ha caído la identificación!

Cuando escucho eso me paro en seco y me llevo la mano al bolsillo trasero del pantalón que llevo puesto, donde tenía guardada mi identificación, que ya no está. 

Me giro para ver quién es la persona que me ha estado intentando alcanzar todo este tramo, de quién se trata. Y para mi sorpresa me encuentro un rostro, que dentro de este contexto, es familiar para mi. 

La chica de la bicicleta se acerca caminando hacia mi, calmando su paso. 

—Entiendo que no quieras saber nada de mí después de casi haberme provocado un accidente antes, pero creo que tampoco parezco tan mala persona. —bromea e intento sonreírle lo mejor que puedo, pero soy tan patética que probablemente está pensando que tengo algún tipo de problema con la socialización. 

—Gracias. —agradezco cuando ella me tiende mi identificación y yo la cojo. 

—Soy Ana. —la miro fijamente sin decir nada, volviendo a hipnotizarme con su belleza. Tiene los ojos de un tono claro que no tengo muy claro si es verde o amarillo, con pequeñas manchas marrones distribuidas aleatoriamente por dentro de su iris, que resaltan con la decoración de unas cejas despeinadas y salvajes. Su rostro es alargado y fino, como el de las princesas de las películas de Disney cuando las adaptan a versión real. Sus labios son carnosos pero no demasiado, sutiles y brillantes; y su nariz es larga y ligeramente redondeada en la punta. Su piel tiene un bronceado especial que no se ve habitualmente, un cierto tono aceitunado, pero precioso. Y su cabello cae suave y recto por sus hombros, sedoso y en un tono marrón chocolate. —Veo que no eres de muchas palabras. 

—Perdón, soy Vera. —salgo de mi trance y ahora sí que sonrío. 

—Tengo que irme, Vera, nos vemos mañana en clase. —asiento y ella me rodea, pasando por mi derecha y me giro para ver como vuelve a desaparecer bajo mi atenta mirada. 

Esta chica tiene algo que me causa demasiada curiosidad pero a la vez una sensación que no sabría si describir como buena o como mala. 

—No deberías hablar con desconocidos, Vera. —al escuchar la voz masculina que ha estado atormentándome durante toda la charla a mi lado y que por algún motivo sabe bastantes cosas de mí, intento salir de ahí igual que lo acaba de hacer Ana, pero no me da tiempo. —Estando en España y aún así por la primera persona que te sientes atraída es por la que menos deberías. 

—¿Quién eres? —es lo primero que sale de mi boca, cuando me giro y me encuentro al chico cara a cara. Tiene los ojos de un azul cielo profundo que solo reflejan frío, la forma de su cara es redonda pero con la mandíbula tan marcada que parece cuadrada; sus labios son finos pero de un tono rosáceo fuerte; su nariz es fina y redonda; su pelo es castaño oscuro, un tanto rizado. 

—¡Chicos!¿podéis darme vuestros número para agregaros al grupo de WhatsApp que vamos a crear? —una chica con gafas, bajita, de pelo negro y ojos oscuros se acerca a nosotros y miro al chico con el ceño fruncido. 

—No tengo WhatsApp. —murmuro, sin saber lo que es eso. Me suena que es algún tipo de iMessage que usan en otros países, pero en Irlanda solo usamos iMessage. 

—Yo tampoco. —dice secamente el chico y la sonrisa de la chica, que está a nuestro lado, se borra y se va de ahí tal y como ha venido. —Vamos a un sitio donde no nos molesten. 

Él me coge del brazo y por algún motivo no puedo soltarme, mi mente no reacciona y dejo que me lleve lejos de todo el mundo. Donde nadie pueda verme y ayudarme a defenderme en el caso de que intente hacerme daño. Dejo que me lleve directamente a la boca del lobo, sin musitar una palabra en contra. 

—¿Quién eres? —repito cuando parece que hemos llegado a un sitio que complace los requisitos del chico. 

—Me llamo Athiel. —alzo ambas cejas esperando que me de más información sobre por qué sabe cosas sobre mí, cómo sabe mi nombre, qué quiere de mí o por qué narices quiere estar a solas conmigo. —No debes juntarte con Ana, Vera. 

Asiento y hago el amago de irme, pero él me frena. 

—No evites tu destino. —me quedo petrificada al escuchar sus palabras, ya que fueron las últimas palabras que mi abuela me dijo antes de fallecer. 

Athiel se hace a un lado y me deja pasar e irme, sin poner ningún tipo de objeción. 

Salgo de ahí lo mas rápido que puedo, sin correr y sin llamar la atención de nadie con quien pueda cruzarme. 


BansheeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora