Banshee

Frío

Salimos de clase y Ana me informa de que tenemos un descanso de veinte minutos antes de que comience la siguiente clase, así que vamos hacia la cafetería. 

—¿Por qué estabas tan ausente en clase? —miro los ojos de color indescifrable de la chica e intento descifrar qué puede estar pensando, pero lo único que puedo ver es la sensación tan extraña que experimentado al inicio de la clase cuando me ha tocado. —Perdón si soy curiosa, no puedo evitarlo. —frunzo el ceño al darme cuenta que me he quedado mirándola fijamente sin decir nada mientras caminamos y probablemente eso le haya incomodado. 

—Tenía cosas en la cabeza. —seguro que se cree que era por eso. Si algo se me puede dar mejor que poner excusas... Es todo. 

Ana no dice nada más y entramos a la cafetería para pasar los veinte minutos de descanso, pero está tan llena que probablemente los pasaremos esperando a que nos atiendan. Resoplo al respecto y cojo mi móvil para ver si tengo alguna notificación, de cualquier cosa, para poder evitar seguir pensando en lo que Ana provoca en mí cuando me toca. 

—¿De qué curso crees que serán esos chicos? —levanto la cabeza para mirar a la chica y después dirigir la vista hacia los chicos de los que habla, que están sentados en una mesa al fondo de la cafetería, hablando los unos con los otros y enseñándose a saber qué en los móviles. 

—No sé. —me encojo de hombros y tengo la intención de volver a mirar hacia el móvil, pero en mi cabeza se cruza la voz de mi madre diciendo que debo ser más sociable. —¿Por qué? 

—Uno de ellos te estaba haciendo una foto. —informa y dejo de mirar a la chica para mirar fijamente a los chicos, que ahora nos miran a ambas. Alzo una ceja al ver que se dan cuenta que les estoy mirando y no pretendo dejar de hacerlo y eso hace que los cuatro se cohiban tanto que dejen de mirarme. —¿No les vas a decir nada? 

—Mejor vamos a otro sitio, hay más de ocho personas delante nuestro y no nos va a dar tiempo a pedir nada. —cojo a Ana de la mano, intentando pasar por alto el escalofrío que vuelve a recorrer mi cuerpo, y salimos de nuevo al patio de la universidad. 

Nos sentamos en una mesa del patio y me quedo mirando a la gente entrar y salir de las clases o bien entrar por el portal enorme que da a la calle, para salir del edificio. Hasta que mi mirada encuentra a quien menos deseaba. 

—Ahora vuelvo. —me levanto de la silla, dejando mis cosas ahí, con Ana, y no le doy tiempo a que me diga nada porque mi cuerpo está actuando totalmente solo. —Tú.

—Buenos días, Vera. —Athiel sonríe tanto que puedo verle hasta las muelas, lo cual hace que mi cuerpo quiera abalanzarse sobre él y partirle la cara. —¿Necesitas algo?

—Si tanto sabes de mí, ¿quién es Ana? —he pasado de no querer escuchar nada de lo que me quería decir a necesitar que me explique qué pasa y por qué siento lo que siento cuando me toca y por qué su apellido me provoca un frío tan profundo en el cuerpo. 

—Pues la chica que te está mirando desde esa mesa con cara de no saber qué está pasando e intentando descifrar tu carácter, pero al parecer no se lo dejas fácil. —pongo los ojos en blanco intentando no dejar huella en la cara bonita de este chico con mi puño. 

—Hablo en serio. 

—Yo también, si tú no sabes quién es Ana, cuando has estado hasta ahora con ella, yo puedo saberlo menos. 

—No te hagas el loco. Necesito saber por qué siento eso cuando me toca. —él sonrío burlonamente y me planteo si ha sido una buena idea acercarme a él. 

—No sé, Vera, no te conozco, igual eres lesbiana y estás enamorada de Ana. —el chico se encoge de hombros y cierro mis ojos durante unos segundos controlando mis impulsos. —¿Estás bien? 

—No. Dios. 

—No creo en Dios. —lo miro incrédula y doy media vuelta para irme de nuevo a la mesa. —Deberías tranquilizarte. —al decir eso siento su mano coger la mía y lo miro durante unos segundos sin entendedor por qué se está haciendo el loco ahora que soy yo la que quiere respuestas. —Igual una pizza te va bien para comer y te tranquiliza. 

—Eres un cretino. —suelto su mano y camino hacia Ana. 

—Piénsatelo.