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Caballero y príncipe se dirigieron a donde suponía estar Eider, quien los prepararía para la celebración de esta noche. 

—Bien, bien, mis asistentes atenderán a Su Alteza Real el Príncipe Andrea, mientras que yo me ocuparé de la caballero Wildmass.—Afirmó Eider, mientras que sentaba a Athenea en la peinadora donde siempre atendían a Andrea. A la pobre asistente le tocó recibir insultos por parte de Athenea, pues no estaba acostumbrada a el maquillaje, y mucho menos a que le tocaran el cabello. Andrea se avergonzó de ella.

Después de una dura hora de trabajo, tanto Athenea como Andrea estaban listos. Se veían tal príncipe y princesa: la caballero tenía el flequillo leve izquierdo enganchado tenuemente con un gancho que mostraba pequeños detalles dorados, después de todo, no había mucho que podían hacer con el largo de su cabello; tan sólo se encargaron de arreglar las desniveladas puntas que su pelo tenía, lo peinaron y le dieron una apariencia apropiada. Traía un maquillaje bastante elaborado, pero no se veía exagerado. Aún con éste maquillaje, la belleza natural de Athenea resaltaba. Todo esto lo complementaba el precioso traje que exhibía, junto con unos zapatos de tacón bajo que hacían juego con el mismo vestido. La caballero definitivamente se veía bellísima esa noche. 

Por otro lado, Andrea llevaba el cabello meticulosamente arreglado y cuidado, este emanando un brillo especial. Su rostro se veía pulcro y perfecto. Lucía, efectivamente, el traje que había escogido y que le gustaba tanto. Andrea se veía sencillamente glorioso.

—¡Perfecto, han quedado espléndidos!—Declaró Eider contemplando a Athenea y Andrea, muy orgullosa de su trabajo—. Ahora se deberían ir marchando a la sala real para dar inicio a la celebración, yo debo arreglarme.—Informó ella a la vez que sacaba educadamente a ambos individuos de su sala, cerrando la puerta.

Los dos atravesaban el pasillo para bajar las escaleras y por fin salir del castillo para dirigirse a la sala real que se encontraba en el centro del patio delantero.

—Tú, um...no te ves tan mal.—Confirmó Athenea, halagando indirectamente al príncipe.

—Quiero advertirle de una vez que deje de tratarme de , aunque en realidad debería ser Su Alteza Real por lo menos use usted.—Comentó algo fastidiado—. Por otro lado, digo lo mismo con usted, es increíble que Eider pudiera convertir a una caballero en semejante doncella.—Andrea halagó directamente a Athenea, haciendo que esta se sonrojara—. Por cierto, debo comentarle acerca de mi prometida. Se llama Melania y asistirá hoy, por desgracia...—Aclaró el príncipe algo decepcionado.

—¿Por desgracia?—Confirmó Athenea confundida, ignorando por completo la advertencia del príncipe.

—Así es, mi matrimonio con ella estaba arreglado desde que nací. No es que Melania me caiga demasiado mal, pero no me agrada la idea de que mis padres no me dejen encontrar a mi amor verdadero, y por consiguiente, la siguiente heredera al trono por mi cuenta. Pienso que ellos no confían en mi, y sólo les importa que su linaje se conserve con personas allegadas a la realeza.—Informó Andrea. 

—Oh, te entiendo. No soportaría la idea de que mis padres, si estuvieran vivos, me hicieran algo semejante.—Dijo Athenea con un tono muy tranquilo.

El príncipe decidió no comentar más acerca del uso del , puesto a que sabía que sería fastidioso regañarla a cada rato. Athenea no tenía conocimiento de esto y tan sólo siguió usándolo.

—Usted...¿es huérfana?—Preguntó Andrea volteando hacia Athenea, sin darse cuenta que tenía un escalón por delante. Su caballero se percató de esto y evitó que se cayera, cargándolo de inmediato.

—Así es, mi madre murió cuando tenía apenas seis años de edad, y...mi padre es otra historia.—Informó Athenea mientras que dejaba a Andrea en el suelo—. Desde entonces me cuido sola.

—Siento si mi comentario sonó despectivo.—Manifestó Andrea, disculpándose.

—No, para nada. Digamos que ya estoy acostumbrada...—Expresó la caballero sin molestia alguna, mientras que ambos terminaban de bajar las escaleras.

Después de un momento, salieron del castillo. Caminaron una distancia de unos seis minutos y llegaron a la sala real. 

Cuando entraron pudieron darse cuenta de que todos estaban esperando con ansias su llegada. Melania, como era de esperarse, se encontraba al lado del Rey y la Reina. Lynen y Zigor se encontraban lado a lado de las figuras reales.

En el momento en el que la chica rubia vió que Andrea era acompañado de una mujer tan bonita como Athenea, estalló de celos en silencio.


Esta Vez Ella es el Caballero y Él es la Princesa (EN RECONSTRUCCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora