Me desperté en una habitación deteriorada. El techo se caía abajo, el armario que tenía estaba roto, aunque no parecía un armario; una alfombra con mucho polvo y lo único decente era la puerta. Se hallaba una lámpara con luz muy tenue, que apenas lograba alumbrar mi cuerpo. De repente, se abre la puerta y entra el hombre de traje negro, que lo llamaremos maniático, porque no sé quién es. Todo era muy confuso, yo la verdad no podía comprender por qué estaba allí. Le pregunté quién era, pero es evidente que no me respondió. Comencé a insistirle ya que necesitaba respuesta alguna. Luego de haber pasado un rato, se retiró. Empecé a gritar, pero nadie me oía. Intenté abrir la puerta, la golpee, hice de todo pero no tenía escapatoria. No me iba a rendir, tenía que haber una forma de salir. Después de tantos golpes, cuando creí que logré abrirla, entra el maniático (o sea que no la abrí yo) y me pega en la cara. Comienza a insultarme y a torturarme con sus puños, así por varios minutos, mientras intentaba defenderme. Luego de un golpe en seco en mi cabeza, caí, lo que me impidió levantarme. Jamás me habían golpeado con tanto odio. ¿Por qué me pegaba? "No lo sé", es la única respuesta que tengo. Le insistía con mis preguntas, quién era, por qué yo estaba aquí, qué quería de mí, pero él llamaba al silencio. Terminado este martirio, se retira con calma, como si nada hubiera sucedido. No tenía fuerzas para levantarme, mis manos estaban llenas de sangre y mis piernas con hematomas. Me di vuelta y detrás de mí, había una mesa con mi mochila. Mis cuadernos estaban todos desparramados, pero faltaba algo: la medalla. Decidí no moverme, quedarme quieto, porque el dolor me consumía. Solamente podía pensar e imaginar que un superhéroe me rescatara, porque a mi alcance no había escapatoria. Apareció el hambre, y por suerte tenía unos caramelos en el bolsillo de mi pantalón, pero comí uno solo por si los necesitara en otro momento. Mientras saboreaba el sabor a naranja, la puerta se abre, y entra el maniático. Pero esta vez, no entró solo, sino que trajo a una persona. Supuse que los dos me torturarían, pero la cara de esa persona transmitía desconsuelo. Pero, mi suposición falló, ya que el torturador comenzó a maltratar a este joven. Dejó en la mesa sus objetos personales, y vi una película de terror en primera persona. El joven se defendía, pero no le pudo ganar. Toda esta pelea se definió con un puñal clavado en el pecho del joven, que se desvaneció en frente mío, observándome con su frágil mirada, pero yo no podía hacer nada porque el dolor me lo impedía, y esto, me provocó tristeza y enojo. Vi morir a una persona en frente mío, y no fui capaz de ayudarla. Seguramente ese joven tenía mi edad o un poco más, seguramente tenía objetivos y sueños por cumplir, y como puede ser, que... ¡en unos segundos tu vida puede acabar! La única excusa que tengo es que "no podía movilizarme por el daño sufrido", pero ya no podía volver al pasado. El maniático, que comenzaba a parecerse a Drácula, levantó la alfombra, y abrió una puerta. Llevó hasta allí abajo al cadáver; todo parecía una típica película. Cuando se fue "Drácula", decidí descansar, aunque me costó porque me quedó la imagen grabada de cómo asesinaban al joven. Realmente, fue horripilante. La habitación estaba llena de sangre, abajo seguramente habría más cuerpos y yo aquí, por suerte vivo, pero lamentablemente sufriendo bajo las manos de este señor sin identificación. ¿Ahora qué haré? –pensé en voz alta. Quisiera no haber hecho este viaje –murmuré. Pero, como no se puede retroceder el tiempo, solamente me quedaba por llorar en silencio.
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Terror en cautiverio
HorrorUn joven llamado Alex de 19 años de edad, estudiante de Física, amante de las obras literarias, específicamente las del género terror (cuando tenía 17 años había intentado crear un cuerpo humano con partes de cadáveres, como la historia de Frankenst...