II

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Llegué a la entrada del lugar, donde se encontraban los guías, mis compañeros de viaje y otros turistas. Todos concentrados en los llamativos discursos de los guías. Cada uno con su cámara de fotos y algunos, con cuadernos. La verdad ni sé que anotaban, no parecían ser fanáticos como yo. Obvio, no hay nadie como yo, aunque creo que mi nivel de fanatismo llegó a obsesión. Cuando terminaron de hablar los guías, comenzaron a retroceder, como si volvieran al colectivo. Pero era así, el "recorrido" ya había terminado. O sea que, invertí un montón de dinero solamente para escuchar a cuatro personas que realmente están mal informadas (porque la mitad de lo que contaron era falso). Mi cara cambió completamente, yo como un estúpido le pregunté a una guía si era verdad que ya terminó la excursión, y me contestó con un interrogativo sí. Sentía cólera, era muy injusto todo, además, no podía quedarme con las ganas de conocer su interior. Entonces, antes de que el colectivo se ponga en marcha y comience el trayecto hasta mi ciudad, le dije al conductor que bajaría para ir al baño -fue la única excusa que se me ocurrió-. Mientras caminaba hacia el baño, que quedaba bastante lejos, observaba con incertidumbre la nota y la medalla. Era todo muy ilógico, ¿por qué justo yo encontraría esos objetos?, que para mí, son valiosos. Además, la forma en que los "hallé", era insólita. Nada tenía sentido, y este cuestionamiento me comía la cabeza. Cuando llegué al baño (que por cierto, tardé bastante, solo porque caminaba tranquilo), me encerré. Para matar el aburrimiento, decidí leer mis investigaciones (cómo si nunca lo hubiera hecho). Pasado unos diez minutos, siento que alguien golpeaba la puerta, preguntando si estaba bien, pero llamé al silencio. Pasaron unos minutos, y al parecer se retiró. Luego de media hora aproximadamente, salí del baño ya que nadie más vino a buscarme. Miro hacia mi izquierda, y el colectivo ya no se encontraba allí, entonces, mi plan salió a la perfección, aunque, no terminé del todo, ahora tendría que "infiltrarme" en el castillo. Mientras guardaba las anotaciones en mi mochila, idealizaba como entraría. Supuse, que la única forma sería saltando la pared. No esperé a nada ni a nadie, porque podría aparecer alguien y arruinaría todo, así que sin pensarlo, me trepé por los adoquines, y salté. Al caer, me lastimé las manos con las espinas de una rosa. Era una sola, y tenía un color peculiar. Parecía de color negra, pero hacía un tiempo que leí que existían las rosas negras así que no me sorprendía tanto. Lo único que hice fue tomar una foto. Había muchas plantas, les diría cuales eran, pero no soy experto en biología. Parecía un laberinto de arbustos, pero salté y logré localizar un camino de piedras que te llevaban hacia la puerta principal. Caminaba sigilosamente, y con mucho temor. Llegué hacia la puerta, y la abrí sin ningún problema. Al entrar, sentí una sensación de alivio, aunque corría el riesgo de que me encontraran. Era un pasillo sin final, con decoración gótica, y muchas puertas. Iba caminando, mirando los cuadros, bueno, miraba t-o-d-o. Me encantaba, siempre deseé este momento, y les admito, que la estoy pasando genial. Bueno, la estaba pasando genial, hasta que comencé a oír voces de personas. Mientras iba dando pasos, el ruido se acentuaba. Llegó un momento, que ya no eran unas simples voces, sino, el grito de una persona y una voz grave de hombre. De todas las puertas que había, una sola estaba abierta, y se veía una persona. Me imaginé que las voces venían de allí, y me asomé silenciosamente. Mientras intentaba descifrar lo que decían esos gritos, pude captar a una persona que se levantaba del suelo, y justo cuando se pone de pie, otra de traje negro, la apuñala y cae. Quedé impactado. No sabía si interrumpir el homicidio, o irme corriendo. Si me metía, corría en riesgo mi vida, pero si me escapaba, también. Mientras pensaba en qué hacer, el homicida se da vuelta, y me corro de la puerta. Mi corazón iba a mil por hora, ¿y si me vio? ¿Ahora qué hago? Fui hacia otra de las tantas puertas que había, y me metí. Era una habitación que estaba vacía. Literalmente, lo único que había era oxígeno y yo. Me escondí en una esquina, bah, esconder es una forma de decir, porque no podía ocultarme en esa habitación. Estaba temblando, me imaginaba muriéndome, quería retroceder el tiempo para no haber entrado a este castillo. Pasaron unos minutos, que por cierto, parecían horas, y escucho unos pasos. La puerta se abría lentamente, y una sombra se reflejaba en el suelo. Una figura de un hombre avanzaba de una manera perezosa, mi sangre estaba helada, mi rostro estaba repleto de lágrimas ¿ahora qué hago? –repetí en mi interior otra vez.

Terror en cautiverioWhere stories live. Discover now