Capítulo 1

62 5 0
                                    

Narra Michelle

Todo está oscuro, no veo nada. Siento como un breve escalofrío recorre todo mi ser, desde las extremidades hasta el corazón. Tengo miedo... Nunca antes me había visto en esta situación. Tengo la boca y los ojos tapados, mis muñecas y tobillos están atados con cuerdas.

El vehículo arranca bruscamente y provoca que me estrelle contra la puerta. Mi hombro está magullado y siento como unas gotas de sangre manchan mi piel. Parece que el golpe fue más fuerte de lo que pareció. El sonido de unos tacones retumba en el suelo. Parece que estoy dentro de una furgoneta.

Unas delicadas manos tocan mi hombro magullado y provocan que me exalte. Empiezo a agitarme histérica y a pedir auxilio pese a mis dificultades para hablar en estos momentos.

– Tranquila pequeña, ya falta poco –susurra una voz dulce.

De repente siento un pinchazo sobre mi cuello. Poco a poco me voy sintiendo más cansada. Me voy calmando poco a poco. Me pesan los brazos. Estoy atemorizada, pero estoy tan cansada que no puedo pensar en eso. Poco a poco recuesto mi cabeza en el asiento de al lado y cierro mis ojos lentamente. Escucho como una voz me llama:

– Michelle, Michelle...

– ¡¡MICHELLE, DESPIERTA QUE TU GATO SE ESTÁ INCENDIANDO!! –me grita una voz al oído.

– ¡¡MI GATO!! -reacciono sentándome bruscamente sobre mi cama –Espera un momento...yo no tengo gato...

Giro mi cabeza lentamente y me encuentro con la divertida sonrisa de Sam. Le hago un puchero y se empieza a reír a carcajadas.

– No es justo, me has asustado –le digo con voz de niña pequeña.

– ¿Se enfadó la pequeña Michelle? Ven aquí, anda, que te voy a dar los buenos días –me acerca a su pecho y me rodea con sus cálidos brazos. Me acurruco a él y nos recostamos en mi cama.

Qué haría yo sin ti, Samuele Niccolo Rosellini Price. Qué haría sin tus bromas pesadas al despertar, sin tus carcajadas contagiosas...qué haría yo sin ti, mejor amigo. Qué sería de mí si no tuviese a alguien como tú para desahogarme, o para criticar a Rebecca. Que sería de esas veces en las que te llevaba a rastras al centro comercial y te hacía probarte mil conjuntos graciosos para después hacerte fotos y subirlas a Instagram. Gracias por no abandonarme Sam...

– Michelle, ¿otra vez te quedaste dormida?

– No, sólo estaba pensando. Será mejor que te vayas a esperarme al salón para que pueda cambiarme... A no ser que quieras quedarte... –miro pícaramente a Sam mientras deslizo mi mano sobre el pantalón de mi pijama.

– No gracias, ya hubo suficiente amor por hoy, lo dejamos para otro día, muñeca –me guiña un ojo y me muestra su sonrisa vencedora mientras sale de mi habitación y cierra la puerta.

Porras, esta vez ha sido él quien ha ganado, no dejaré que me venza de nuevo. Sam y yo siempre nos gastamos bromas de ese tipo y hacemos concursos para ver quien deja en "ridículo" a quien, sobretodo cuando hay público delante, así nos echamos después unas risas con las caras de la gente.

Rápidamente me visto y bajo las escaleras. Ahí me encuentro a Sam charlando amistosamente con mi padre, Robbert Cooper. Parecen muy unidos, aunque no me extraña, se conocen desde que yo tenia 3 años, cuando Sam se fue de Italia con su familia para vivir en nuestra ciudad.

– Buenos días cariño –saluda mi madre desde la cocina.

– Veo que la bella durmiente ya se despertó. ¿Tu príncipe ya te dio el beso de buenos días? –soltó Nick, a lo que le respondí con una mirada asesina mientras Sam me miraba nervioso.

– Cállate plasta, Sam no es mi novio. Además no estábamos haciendo nada raro ahí arriba –le reproche a mi hermano mayor mientras mis padres y Sam reían.

– ¿Quieres quedarte a desayunar, Sam? –dijo mi madre.

– ¡¡Sí, sí, que Sam se quede!! –gritó mi hermano pequeño, Theo, mientras bajaba las escaleras a pasos agigantados.

– Bueno, está bien. Pero sólo porque no me puedo negar a una comida con los Cooper Lee.  Además no le puedo decir que no al pequeño Theo. Y supongo que la princesa no querrá desayunar sin su príncipe –se acerca a mi hermano pequeño y le revuelve el pelo, a lo que éste responde con una juguetona sonrisa.

Menudo pelota está hecho. Se lleva mejor con mis hermanos que yo. Al menos a él no le hacen trastadas. Que se los quede de paso. Aunque les extrañaria un poquito, en el fondo les quiero.

Después de un cálido desayuno, me dirijo a mi cuarto junto con Sam.

– Así que quieres pelea, ¿no? –le hablo desafiante.

– ¿Yo?¿De qué hablas?

– Sí, tú. Vas siguiéndole el juego a mi hermano. ¿No tienes suficiente con las bromitas que me haces al despertar para que ahora tengas que seguirle el juego a mi hermano el plasta?

– ¿Quieres saber de verdad que es pelea? Pues tendrás pelea.

De repente me coge de los hombros y me empuja hacia mi cama. Me tumba boca arriba y se pone de rodillas, situándolas cada una a un lado de mis caderas. Se inclina y con una de sus manos sujeta mis manos por encima de mi cabeza, mientras que con la otra empieza a hacerme cosquillas.

– ¡¡Para, por favor, para!! –suplico a carcajadas.

– ¿No querías pelea?¡Pues aquí la tienes! –de repente aumenta la potencia de las cosquillas.

– ¡No, enserio, para! Llegaremos tarde a clase. Además, tengo que contarte algo serio.

– Bueno está bien, pero sólo porque no quiero que tu madre nos eche la bronca. Luego por el camino me cuentas eso que me tienes que decir.

Me quito a Sam de encima y me levanto de la cama. Agarro mi mochila y la muñeca de Sam y salgo disparada hacia las escaleras arrastrándole.

– Adiós mamá, adiós papá, adiós Theo, adiós plasta bautizado como Nick –me despido mientras arrastro a Sam hacia la puerta.

– Adiós familia Cooper Lee –dice Sam con la voz agitada.

Salimos de mi casa y emprendemos el camino hacia el instituto.

– ¿Y bien? ¿Qué es eso tan importante que tenias que decirme? –insinúa Sam, con tono de preocupación.

– Verás...

Simplemente...TÚ [PRÓXIMAMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora