Pequeño milagro

Capítulo 6

Poco a poco Luffy comenzaba a recobrar el conocimiento en medio de la blanca y bien acondicionada habitación de hospital. A su lado, se encontraba su pareja y sus dos hermanos quienes dormían en cada uno de los tres sillones del área, al lado derecho de la camilla donde el chico de la cicatriz reposaba.

Ninguno de los tres jóvenes adultos se dio cuenta que Luffy comenzó a fruncir un poco el entrecejo e intentar abrir los ojos, fallando en su primer intento al encontrarse con la potente luz del sol que se lograba filtrar por la ventana en la parte izquierda de la habitación cerca de Luffy, quien solo pudo distinguir un destello blanco similar a los flashes de una cámara lo cual hizo que cerrara instintivamente sus globos oculares, momentos después a intentarlo pero en esta ocasión con un poco más despacio para no repetir la molestia del primer intento, hasta que pudo parpadear, de forma normal, allí fue cuando una sensación de mareo y desorientación lo invadió dando como resultado cerrar los ojos para amortiguar por lo menos un poco aquellas sensaciones.

—Ngh...— se quejó mientras se movía levemente sobre una suave, pero incomoda superficie.

¿Dónde estaba? ¿Porque se sentía tan mal? ¿Dónde estaba Torao? ¿Por qué no se encontraba en casa? Eran las preguntas que en ese momento desfilaban en su cabeza.

En alguna parte del Hospital

—Bueno señor Rorona podrá venir por sus análisis en una semana. —dijo un hombre e piel blanca entrando a sus 50 años de edad, con el cabello un poco cenizo, facciones finas de sonrisa amable.

—En una semana...—repitió para sí mismo el más joven en la medianamente grande sala de consulta.

El hombre de cabello color ceniza sonrió enternecido ante la imagen que tenía en frente, aquel chico peliverde que hacía ya unos minuto había entrado con el ceño fruncido con cara de pocos amigos y actitud arisca ante cualquier movimiento que el hacía en un chico sonrojado, impactado y al perecer un poco preocupado, sin embargo en los ojos de este tipo con aparentemente ser un sujeto imponente con sus pantalones estilo militar, botas negras y camisa lisa de color blanco poco ceñida al cuerpo con cuello V, pudo ver lo que encontrada en todos sus pacientes cuando acuden a una consulta con él.

Mientras tanto Zoro no parada de pensar en lo que pasaría con su vida y la de Sanji cuando él le diera la noticia de los dichosos análisis que se fue a hacer a espaldas suyas.

Después de todo nunca sabes cómo reacciona una persona, por más que la conozcas y eso, aunque no lo dijera en voz alta lo asustaba un poco.

Ala Norte del Hospital.

Un hombre alto vestido con un elegante traje de color negro, de cabellera rubia, con un poco de barba oscura y características cejas en forma de espiral o como su pareja solía llamarle, cejas de sushi, dejo de coquetear con un par de enfermeras a las cuales originalmente les preguntaría si habían visto a un sujeto fortachón con cara de matón, y cabello verde lechuga por los pasillos, aunque claro que eso se le olvido al ver lo lindas que eran las chicas.

Porque si el cocinero pervertido de cejas de espiral del amor podría estar recién casado con su marimo, al que amaba con locura, pero eso no quería decir que dejara sus hábitos de mujeriego y tampoco era que su pareja se quejara mucho de ello...

Respiro profundamente con un poco de frustración ya un poco exasperado, al no encontrar a su pareja por ningún lado y eso lo estaba poniendo muy nervioso puesto que el peliverde se había estado comportando de manera muy extraña con él, y a pesar de que muchas veces le llegaban a decir que eran imaginaciones suyas Sanji juraba que no lo eran, por ejemplo Zoro lo esquivada, algunas veces llegaba tarde a casa, estaba distraído, tomaba menos que de costumbre e incluso hacía ya varias semanas que no intimaban porque su chico técnicamente le decía un claro "no" y lo último de lo que se había estado percatando era que el marimo le comenzó a mentir de manera constante, todas esas señales juntas solo lograban sembrar sospechas en el rubio, las cuales le daban una respuesta a la cual ni quería pensar, ni dar nombre.