El Beso

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—Mi intención no es molestarte. —Aclaró Stephen de inmediato.

—¿Cuáles son sus intenciones entonces Doctor Strange?, —Preguntó Banner, más por incordiarlo que por curiosidad, o porque requiriera saberlo, para ambos las mismas eran evidentes.

—Lo siento, no puedo decirlo, —Se disculpó de inmediato, no sabía a que estaba jugando Bruce con él, lo que sí era evidente era que no llevaba la delantera.— pero en mi defensa, si lo dijera te molestarias.

—No lo haré, sé controlar con bastante pericia mis ataques de furia, además, lo imagino, lo que hace menos probable que me descontrole.

—Sí insiste, —Hablo Strange mientras bajaba la mano que tenía en la barbilla de Bruce hacía su cuello, bajo la atenta mirada del castaño de cortos rizos, que bajaba la mirada siguiendo el movimiento de los dedos de Stephen; ocultos los mismos bajo su guante amarillo opaco.— sabe que me he fijado en usted desde que lo ví, y yo sé que no le soy del todo indiferente.

—Eso cree, —Replicó el de los cortos rizos.

—"Eso sé", —Remarco, sin que las palabras del moreno le afectarán.

Él no era un novato en el arte de la seducción; si, quizás había dejado esa vida atrás desde que había empezado a estudiar en Kamar Taj, para llevar una vida más parecida a la de un monje que a la del casanova que había sido en su juventud. Sin embargo, aún sabía reconocer bien las señales, como el hecho de que Bruce había empezado a pasar saliva por su garganta, haciendo a su nuez de Adam danzar en atractivo nerviosismo.

El tacto con sus guantes era disminuido, y aún así podía imaginar los vellos de su cuerpo erizandose; porque de esa manera pasaba con él. Sabía que por alguna razón, Bruce se resistía a la idea, se notaba en su postura, a la defensiva, su pose rígida. Sin embargo era lo bastante vanidoso, para persistir aunque aparentara ser fatuo, o un completo necio.

—Yo solo quiero... solo quiero hacer mi trabajo; enseñarte el bosque y terminar aquí lo más pronto posible, —Explicó Bruce moviendo sus manos, como despejando algo en el aire de lo que no tenía idea, pudiera tratarse; luego moviéndose hacia atrás, intentando poner distancia física entre los dos.

—¿A qué le tienes miedo?, —Preguntó el hechicero, sin comprender porque esa pregunta había hecho sonreír a Bruce, no de felicidad, sino como dando a entender que había dicho un absurdo.

—No le temo a nada, tu eres quien debería cuidarse de no salir lastimado.

—¿Tienes miedo de herir mi corazón?, ¿Solo por un beso?, —Preguntó confuso.

—Tu corazón no es el que me preocupa, es algo más como... tu integridad física, por ejemplo.

—No tengo miedo.

—Lo sé, pero deberías.

Stephen no pudo evitar reír ante lo último, Banner era un misterio, definitivamente ocultaba algo, y no podía saber que era aquello que no le dejaba ver de sí; pero si intentaba advertirle, aunque fuera de esa manera rara y un poco siniestra, significaba que era una buena persona. Y si había que temerle a alguien, él prefería llevar cuidado con los malos, no había enfrentado amenazas místicas, de la talla de demonios ancestrales, para temerle a que alguien lo dañara por intentar algo con él hombre que tenía enfrente; no sabía de qué se ocultaba o a que le temía, si era a un tortuoso pasado, una ex pareja mafiosa, si del gobierno inclusive, no podía importarle menos en ese momento, nadie iba a una isla remota a llamar la atención, sin embargo, esperaría a que él le dijera que había pasado en su vida para que viviera apartado de esa manera de cualquier signo de la sociedad moderna.

—A mi no me importa que ocultas, así que, ¿Es por qué yo soy un extraño?, —Preguntó, agotando mentalmente las posibilidades de la perpetua negativa.

—Sí, también es por eso, pero creo que el tema central debería ser que probablemente sufres el Síndrome de Florence Nightingale.

—Es una ofensa, que me acuses de estar interesado en tí solo porque hayas cuidado oportunamente de mí; yo soy un doctor también.

—Bueno... entonces es porque eres un extraño y punto final. —Se quejó este aburrido del debate, quería cambiar de tema, a cualquiera que no involucrara nada parecido al romance.

—Pero no soy un extraño, ya nos habíamos conocido. —Exclamó misterioso.

—Lo recordaría.

—No podrías, porque fue una vez en un sueño...

—¿Ese tipo de coqueteos te funcionan?, —Se burló el más bajo de los dos, volviendo de nuevo su vista hacia arriba, cruzando de nuevo la mirada con el mago.

—No lo sé, solo lo he intentado contigo, ¿Funciono?, —Inquirió.

—No, y creo que más que un sueño debió ser una pesadilla.

—Quizás, pero una digna de ser recordada...

Stephen estaba cansado, no en cuerpo, sino en espíritu, harto de ser tratado como si fuera él único que percibía que entre ellos había "algo", más fuerte que la química y el deseo normal entre dos personas que poco sabían la una de la otra, que nada conocían más allá de lo superficial de sus vidas. Le gustaba Bruce, de una manera extraña, como si le reconociera en lugar de estar frente a un prácticamente desconocido, como si regresara a un lugar del que nunca se había ido, y a la vez, un sitio en el que nunca había estado.

El hechicero se acercó una vez más al científico, decidido, ¿A qué?, no lo sabía realmente; cuando Bruce apoyó su dedo índice sobre su pecho, más precisamente sobre la gema color esmeralda que colgaba de el, en lo que él suponía era una acción para detenerlo. Pero no le importó, tomo su mano, esa con la que intentaba retenerle, frenarlo; y la acercó a sus labios para darle un beso casto, sobre la punta de su dedo, donde se hallaba la falange distal.

—Sabes... haciendo tanto alarde y escándalo por un beso, imaginaba otra cosa.

—¿En serio?, bueno, un beso de verdad, se da si se quiere, —Besarle en la mano, o darle un beso de hermanos no contaba, pero...— un beso en los labios, no podía ser robado con frivolidad, si no era correspondido, no valía nada.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2017 ⏰

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