Prólogo

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"Cuando una persona tiene el presentimiento de que la siguen desde hace varias calles, probablemente lo primero que hace es correr, gritar, llamar a la policía o cualquier cosa que evite que, básicamente, muera brutalmente degollada por una sierra eléctrica.

Por supuesto, Sara Aspen, no era así.

Uno de los primeros pensamientos que paso por su mente al sentir ese olor a perfume barato de hombre, fue que si llegaba a sobrevivir, esta sería una gran historia que contar. Tal vez supere las de su hermanastro, Steve. Era un mitómano en potencia y como compartían habitación, ella tenía que soportar constantemente sus historias.

El sonido de una rama quebrándose la saco de sus pensamientos y causo que su corazón casi se detuviera. Habían pasado varios minutos desde que empezó a tener la sensación de que alguien la seguía pero cada vez que volteaba no había nadie. Solo un olor a un perfume, le parecía muy asqueroso pero a la vez familiar.

No pensaba que fuera del todo acertado salir corriendo. Pese a que eso era lo que más quería hacer justo en ese momento, algo había aprendido con las interminables charlas de su padre sobre la seguridad en caso de secuestro o persecución; y era que si corría, solo le daría ventaja a la persona que estaba detrás de ella. Si era hombre, la alcanzaría en menos de cinco minutos, y si era mujer, era probable que llevara un arma y no pensara ni un segundo en dispararle por la espalda.

La única opción era apurar el paso. Aún faltaba una cuadra para llegar a su casa y para su mala suerte, nada mas habían dos vecinos cerca de ahí; los ancianos de la casa de enfrente que no la oirían aunque derrumbara la puerta y el señor Guevara que se encontraba visitando a su hija en España.

Saco su teléfono en su tercer intento por llamar a su padre. Era un policía retirado nadie haría mejor su trabajo que él. El tono de llamada sonó una, dos y tres veces, sin respuestas. Guardó el aparato frustrada para darse cuenta de que estaba casi al frente de su hogar.

Tomó sus llaves e inmediatamente subió las escaleras que llevaban al pórtico de su casa, entro volando y después de que pasó llave a la puerta se dirigió a la cocina. Se detuvo un instante en el umbral y permitió que la sensación de tranquilidad se hiciera parte de ella. Pasaron cerca de cinco segundos y su hermanastro, Steve, la sorprendió y se quedo mirándola fijamente, con una expresión de clara confusión. No lo juzgaba. Pues encontrarte a alguien casi acostado en un umbral como si estuviera a punto de desmayarse, no era algo muy común.

- ¿Qué te ocurre?, luces como una lunática-preguntó con un leve toque de indiferencia, dio unos cuentos pasos hacia la estufa y continuó cocinando una pasta mitad quemada y mitad casi quemada.

- Pues, hoy al salir de la casa de Anne, sentí que alguien me seguía. Creo que así fue, olí su perfume y escuche pisadas. Intente llamar a papá pero no contestaba-Steve pareció sorprendido pero aun así no dijo nada. La chica supuso que los hombres no tenían ninguna clase de experiencia con ese tipo de situaciones-. Está bien, no me paso nada. Pudo ser solo mi imaginación.

Su vago intento por tranquilizarlo pareció funcionar. Él le dedico una sonrisa de medio lado, de esas que tienen a toda la población femenina de la escuela, a sus pies. En realidad, ella podría comprender porque todas las chicas se morían por él; era alto, tenia ojos verdes, era pelinegro y lo suficientemente musculoso como para llamar la atención. Era lamentable que nadie supiera que fuera de esa apariencia de chico bonito había un corazón lleno de mentiras y engaños, en parte, esa había sido la razón por la que su madre decidió iniciar una relación con el padre de Sara, digamos que un ex policía podría ayudarlo a dejar ese camino tan desviado que llevaba y lo empujaría a la verdad, fueron tantas sus ganas de querer salvar a su hijo, que ahora estaban comprometidos, así que técnicamente, ellos no eran hermanos todavía.

Steve se le acerco con un plato de pasta que lucía tan mal que no pudo evitar arrugar la nariz.

- Lo siento-murmuró el pelinegro.

- Tranquilo.

- No por eso. Bueno, también por eso, pero más que todo, por no poder consolarte, no soy bueno con esas cosas-se disculpó o mientras se rascaba la nuca y se sentaba en el taburete de la cocina, al mismo tiempo que ella.

De repente, Sara sintió que su mirada bajó a sus labios. Se quedo helada mientras él se acercaba más haciendo que la distancia que los separaba, se acabara. Estuvo por unos momentos inmóvil y luego le correspondió el beso. Al cabo de unos segundos se separo abruptamente. La miro. Tenía esa expresión, esa expresión de que te acaban de descubrir.

- Voy a ir a casa de los señores de en frente un momento-anunció sin darle tiempo para opinar.

Corrió hasta la puerta y tomo su bolso que estaba en el mueble de al lado para luego huir de ese lugar.

La verdadera razón por la que salió de esa manera, no fue porque la haya sorprendió que él la besara, si no porque ya recordaba de quién era ese perfume que le parecía tan conocido. Era el de Steve.

Su casi hermano mitómano, que al parecer siente algo por ella, la estaba siguiendo... y le aterraba saber por qué.

Cruzó la calle de inmediato y cuando llego a la puerta de los Frederick, tocó tres veces. Nadie contesto.

- ¡Ayuda! -gritó mientras tocaba con más fuerza el portón, sin obtener resultados. El sonido de la puerta del garaje de su casa, abriéndose, hizo que volteara. Steve estaba sacando el auto.

Sara toco con más fuerza la puerta, desesperada y muerta del terror. Considero sus opciones: eran casi las diez de la noche y esos ancianos ya debían estar durmiendo, tal vez si corría podría llegar al departamento de policía, si cruzaba el bosque lo lograría.

Se quito sus zapatos, que eran demasiado altos y comenzó a correr como si la vida se le fuera en ello, de hecho, casi era así. Volteó por un segundo y observó como el auto de su padre avanzaba con demasiada rapidez. Acelero tanto el paso como podía y notó que sus pies descalzos la maltrataban, a pesar de eso siguió corriendo, estaba comenzando a sentir que los neumáticos del auto, estaban pisándole los talones. Hizo un último intento por correr más rápido. Fue ahí cuando sintió el impacto que la dejo inconsciente y posteriormente, la mató"

-Olor a muerte, por Samantha Collins

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N/A:

Hola!, que tal?

Pues, esta es una historia nueva en la que trabajare en las vacaciones y con la cual estaba emocionada.

Solo tengo tres cosas que decir. La primera es que me quiero disculpar porque se que faltan comas, tuve un problema con la computadora; la segunda es que probablemente cambie el nombre de la historia, es solo un nombre temporal porque quería subirla mucho y la tercera es que tengo dos capítulos listos que intentare subir hoy o mañana!.

Rossi.

La última palabra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora