Capítulo tres

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El efecto tinta" era como llamaban a los misteriosos casos en los que una persona moría en condiciones similares a las de un personaje literario. Claro que, normalmente, luego de unas semanas se descubría que solo era un fanático imitando homicidios; también era común que ocurriera con autores como Poe, Lovecraft, King y Stoker; no con adolescentes que viven en un pueblo, casi en la nada.

La alarma de Zac sonó anunciando las seis en punto. La apagó al instante con una mueca de fastidio. Odiaba su trabajo, levantarse temprano los sábados y no haber descansado nada.

Cada vez que intentaba cerrar un ojo, la imagen de Sara mirándolo suplicante y otras veces era Sam pidiéndole ayuda. Recordar todo eso lo empezó a abrumar, así que sacudió todas esas ideas y se levantó de la cama. Tomó una ducha rápida y se cambio. Bajó a desayunar inmediatamente, su madre lo llevaba siempre al trabajo pero con la condición de que debía estar listo a las seis y treinta.

Al pisar el último escalón escuchó como alguien corría en el pasillo de arriba, como si se acercara a las escaleras. Se abalanzó a tomar el plato con el sándwich más grande, de la encimera, casi al instante, su hermano menor, Charlie, apareció por las escaleras; observó la mesa con el sándwich restante y luego a él con los ojos entrecerrados.

Charlie siempre hacia eso, se levantaba después que Zac y pretendía también comerse el desayuno más grade.

Jennifer, la madre de los chicos, salió del último cuarto de abajo y los miró negando con la cabeza. Era castaña, con unos grandes ojos negros y de piel blanca.

— Tienen cinco minutos para terminar de comer.

Ya estaban casi por terminar, por lo que no le dieron importancia. Dos minutos después llevaron los platos vacios al fregadero.

— No puede ser, he criado animales.

"Carpintería de Carlos" se leía en el letrero que estaba colgado arriba de aquel pequeño local de color rojo, ubicado a unas calles del centro del pueblo. Al bajar del auto, Zac miró con frustración el lugar; se despidió de su madre y de Charlie, que estaba en los asientos traseros, listo para ir a casa de los abuelos, se quedaba ahí los fines de semana para cuidarlos.

— Buenos días—saludó al atravesar el lugar.

El hombre lo echo un vistazo a través de sus gruesas gafas para leer. El señor Carlos, tenía un aspecto amenazante, su barba blanca y tatuajes lo hacían ver como un ex convicto, eso sin contar que tenía el cuerpo de alguien que practico físico culturismo por años.

— Buenas, muchacho—le respondió luciendo su dentadura falsa. Carlos salió de la zona de la caja registradora para darle espacio para que entrara—. Hoy tendremos mucho trabajo, pero cerraremos antes.

La mirada del chico pareció iluminarse y él casi pudo observar como de del hombre salía un aro de luz.

— ¿Qué tan temprano?

— Hasta las diez, más o menos. Tengo que ir al funeral de la hija de un amigo pero no te emociones, no te pagare esas dos horas y mañana te quedaras tiempo extra.

Su felicidad se apagó tal como una vela, pero no lo demostró porque había escuchado algo que captó su atención.

— ¿Cuál amigo?—se estiro sobre la caja registradora para poder mirarlo.

— David Aspen, su hija era una jovencita tan alegre, es una lástima que muriera de una manera tan trágica—acomodó unas tablas de madera sobre la estaría y puso una expresión de lástima.

Zac alzó una ceja, hablaba de Sara y viendo que es amigo de su padre, tal vez le convenga sacarle un poco de información. Y el sí que sabía como sacarle información a Carlos.

— Si...oí algo de eso, decían que tuvo algo con su hermanastro. Oye, tengo algo para ti—sacó tres monedas de chocolate del bolsillo delantero de su mochila y se las extendió.

Él lo miró vacilante, pero luego las tomó rápidamente de su mano.

— Gracias, chico—le quitó la envoltura y se la metió a la boca—. Oh si, era un muchacho muy extraño, le gustaba tener cosas raras en su casa y David me dijo que más de una vez, lo encontró viendo video de armas en Youstus, pero quien imaginaria que haría semejante atrocidad—Zac negó mentalmente al oír su mala pronunciación de Youtube—. Debe ser difícil para la niña, amaba a su hermana con todo el corazón.

— ¿A qué te refieres?, no sabía que ella tuviera hermanos.

— Claro que si—comentó a la par que se comía otra de las monedas— Se llama Chloe, debe tener más o menos la edad de tu hermano Charlie, creo que unos trece o catorce. Muchas gracias por los chocolates, muchacho, pero creo que es mejor empezar a trabajar.

— Por supuesto, pero antes de que se me olvide, ¿dónde será el funeral?—trato de encender esa vieja máquina a la que llamaban computadora.

— Pues en su casa, después del mediodía. ¿Vas a ir?.

— Quizas—se encogió de hombros y al mismo tiempo le texteo a Chris: "Pásame buscando donde Carlos a las 10. Busca también a Ivan".

Los sonidos del dañado claxon de Chris se escucharon tres veces antes de que el casi rubio saliera del local.

Abrió la puerta trasera y se lanzó a los asiento, el vehículo se hundió bajo su peso. Pudo pensar que era porque había estado comiendo demasiadas galletas pero conociendo los antecedentes del auto chatarra de su amigo, lo dudaba. El carro era de un color rojo muy extraño, originalmente había sido un Volkswagen pero con el paso del tiempo resultó una mutación con muchas otras partes de autos viejos.

— Vamos a Martin's como siempre, ¿no? —preguntó Ivan de copiloto. Esa pequeña cafetería había sido su lugar para hablar del club, desde siempre.

— Si, no creerán lo que descubrí.

El pelirrojo pisó el acelerador y para cuando se dieron cuenta, se encontraban en el sitio.

Eligieron la misma mesa, en los últimos puestos y ordenaron lo de siempre.

— Chicos, ¿acaso soy el único al que le preocupa la situación de Sara?—preguntó el dramático del grupo.

— Anoche soñé con que alguien me perseguía para asesinarme y cuando desperté, vi el perchero en frente de la cama y lo confundí con el asesino. Esos no son juegos, amigos—contó Ivan traumado.

Chris y Zac estallaron en risas ganándose unas malas caras de su amigo.

El pelirrojo se calmó un poco y habló— Ya, ya. Escuchemos lo que Zac quería decirnos.

El muchacho los miro con una expresión malvada: —¡Chicos, hoy nos colaremos a un funeral!.



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