Pasaron unas semanas y Alena acababa salir del hospital después de estar ingresada dos semanas por falta de alimentos.
-Espero que estes contenta, vaya susto me has dado y a tu hermano ni te cuento, ¿ya sabes que estas castigada no?-dijo su madre.
-Claro mamá como yo hablo con tanta gente y tanta gente me llama para que dé una vuelta con ellos.-contestó Alena con un tono irónico, no quiso responder a lo que le había dicho de su hermano, su hermano solo tenía tres años menos que ella y era la única persona aparte de su madre por la que seguía viva.
Se llamaba Javier, lo llamaba Javi, era un poquito bajito muy delgado y moreno con ojos miel.
Siempre desde pequeños habían hecho todo juntos hasta que Alena empezó a tener nuevos amigos, desde que no la volvieron a hablar pudo recuperar tiempo perdido con su hermano, aunque a veces se peleaban, él era el único que se preocupaba cuando los llantos o las arcadas en el baño retumbaban por toda la casa. No quería que su hermano lo pasara mal viéndola así, pero no sabía si podría aguantar mucho tiempo más así.
Estuvo una semana en reposo sin ir al instituto cuando volvió nada había cambiado o eso pensaba ella, de momento solo veía a chicas mirándola con cara de asco, a chicos riéndose de ella, lo normal vamos.
Llegó la temporada de los profesores de prácticas y se sentía mal porque hasta los profesores de prácticas la miraban con cara rara.
Cuando tocó el timbre de que había terminado la mañana se dirigió al aula de plástica, a saludar al profesor y haber si tenía algo nuevo para hacer.
Llegó a la clase y entró silenciosa, giró el pomo despacio y cuando ya estaba dentro de la habitación, lo volvió a girar a su postura original y cerró la puerta. Cuando levantó la vista vió a su profesor y al otro extremo de la mesa un chico, pero ese chico que ella supiera no era del instituto, no levantaba la vista de la pintura, tenía un pelo rubio algo rebelde, se notaba que podía pasar dos horas en el gimnasio todos los días, vestía bien, muy lindo era y se podía ver que le gustaba lo que hacía y que se le daba bien dibujar. Alena no levantó la vista de aquel chico hasta que el profesor levantó la vista y grito:
-¡Hombre Alena! ¡Qué alegría verte de nuevo!
-He estado ingresada pero ya estoy mejor.-Dijo sin querer preocupar la chica.
Aquel chico levantó la vista y la vió, más bien, la admiró, miró esos ojos negros que ocultaban algo, esa cara con las mejillas sonrojadas y ese pelo castaño largo hasta la cintura, pudo hasta ver hasta aquellas pequeñas pecas que se podía ver a los lados de la nariz. Ella lo miró a él.
-Perdón, que torpe soy, se me olvidaba presentaros-dijo el maestro- Alena este es Alejandro, mi sobrino, viene a ver como trabajo y ayudarnos a pintar, pero no es ningún profesor de prácticas.- argumentó. Se podía apreciar a simple vista que ni por asomo sería un profesor.- Alejandro, esta es una de mis mejores alumnas, Alena.
Los chicos no podían apartarse la vista de encima, era como si el profesor no estuviera, como si el mundo se hubiera detenido y no existía el tiempo, podían estar toda la vida así hasta que dijo el profesor:
-Y..bien...¿algo que deciros?- Lo dijo en un tono gracioso como si estuviera gritando por dentro: VENGA REACCIONAR, ¡PRESENTARSE VOSOTROS!
-Oh perdón- dijo Alejandro como si hubiera despertado de un sueño, se había perdido en la mirada triste y desoladora de Alena, que, por su parte también se había perdido en la mirada segura y tierna de Alejandro.- Alejandro, encantado- dijo volviéndose a perder en aquellos ojos tristes.
-Yo Alena- dijo extrañada de que alguien la mirara tan profundamente. Se estrecharon la mano y Alejandro no pudo evitar fijarse en las cicatrices en los brazos de Alena, no dijo nada, su mirada lo decía todo, Alena le quitó la mano y miró al suelo avergonzada.
Miró su reloj y se escusó para irse:
-Llego tarde a mi casa, me tengo que ir. Hasta mañana profesor, adiós Alejandro.
-Por favor, llámame Alex.
-Esta bien- dijo Alena.- Adiós Alex- se corrigió la muchacha
-Yo también tengo que irme ya, si quieres te acompaño.- puso una escusa Alex, no se le ocurrió otra cosa, tenía muchas ganas de conocer a Alena, le parecía distinta, no era como las demás, eso le llamo la atención aún sin hechar cuenta a las cicatrices que vió en sus brazos y a las que todavía no encontraba explicación.
-Esta bien, si quieres.- dijo Alena. Por una vez su mirada no decía solo "ayuda".
-Hasta mañana anda- dijo el profesor sonriente sabiendo que pasaba algo.
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Al borde de la locura
Fiksi Remaja¿Qué culpa tiene una pobre chica de que la sociedad no la acepte? ¿Quién diría que el amor de su vida está delante de suya y por un abrir y cerrar de ojos se pierden mutuamente? Toda historia tiene un final, nunca nadie dijo que fuera bueno. O malo...