4: El aprendiz

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No era la primera vez que Julio observaba a su maestro el emplear la magia para sanar a alguna herida, pero solo lo había visto usándolo en animales... nunca en una persona. Y menos en ese estado tan deplorable.

El hechizo que pronunciaba estaba en un idioma que no pudo identificar al inicio; sin embargo, le parecía familiar. Logró entender una que otra palabra suelta, sabiendo entonces que la lengua era un quechua antiguo. Recordó la explicación de su mentor, los encantamientos funcionaban mejor si eran pronunciados en el idioma nativo del usuario. Incluyendo rituales, cánticos, y más.

Supuso que es buen momento para sacar su libreta negra de la mochila que llevaba su maestro y hacer los apuntes necesarios. Si bien, no recibió ninguna indicación de Miguel, quedarse observando no lo ayudaría en su aprendizaje.

La voz del peruano es serena, en contraste con el ritmo del lápiz al tachar las hojas a una velocidad arrolladora. El daño era enorme, la columna estaba dañada, órganos internos perforados y una que otra costilla rota. Sin contar la perdida de sangre. Miguel no titubeó durante el hechizo, mientras curaba cada célula, mientras la sangre extendida en la tierra seca regresaba al cuerpo. Cada tejido parecía regenerarse rápidamente, pero el joven cazador no volvía aún de la inconsciencia.

— Eso...—Julio se sentía como un niño pequeño frente a un espectáculo de fuegos artificiales. Estaba sorprendido por la habilidad del brujo, y no podía sentirse más afortunado. — ¿Cuando me enseñas eso?—preguntó una vez que el peruano terminó de recitar las palabras.

Miguel apartó su mano, había cierto brillo sobrenatural en sus ojos, una de las puertas del alma según los brujos. Sonrió un poco, dando palmaditas en la cabeza de su aprendiz.

— Cuándo sea necesario, Julito. — Y su mirada volvió a centrarse en el chico echado en su regazo. La preocupación lo abordaba y tenía el deseo de que despertara, aunque ello le cause problemas.

— Eso dices siempre. —refunfuñó el menor, cerrando su cuaderno. — Y...¿Ya nos vamos o qué? Está curado.

— No seas insistente. —Miguel no tenia idea de porque quería quedarse, pero la idea de volver a alejarse le...¿volver?

— ¿Migue? —Julio lo observaba confundido, y aún más al verle acariciar el rostro de cazador. Pero dicha confusión se convirtió en miedo al ver la mirada de su mentor.— ¡¿Qué haces?!

Los ojos de Miguel brillaban aún más que antes, haciendo competencia al mismo sol. Su vista no se apartaba del cazador, quien respiraba lentamente. La piel de este último, parecía hacerse más pálida, o era que sus venas se hacían más oscuras.

— ¡Miguel!—se denotaba el terror en la voz de Julio, quien no comprendía que sucedía. Fue tan repentino que lo único que atinó a hacer fue sacudir el cuerpo de su maestro. Será un aprendiz, quizá aún no entendía por completo la magia, pero aquello que sucedía no era normal. El que Miguel no responda lo asustaba.

Siguió llamando su nombre, hasta que sostuvo su cabeza y le obligó a mirarle. La preocupación prima a en Julio, quien sin saber que hacer solo continuó llamándolo, golpeando su rostro consecutivamente. Si no reaccionaba con las cachetadas que le daba, terminaría por golpearlo con un puñete.

— No me jodas luego de esto, Migue. —y el golpe no tardó en llegar. Lo tiró al suelo con todo y mochila abierta, el boliviano se sorprendió hasta de su propia fuerza.—...¿Miguel? —antes de que pueda siquiera contestar, el contrario se incorporó, provocando un sobresalto en el aprendiz, y le devolvió el golpe.

— ¡¿Qué mierda tienes?! —responde una vez recuperado, con el pómulo tornándose de un extraño verde.

— ¡Tú que no respondes, imbécil! —Julio se soba con el puño sus labios, los cuales estaban rotos.— Uno haciendo favores y así le agradecen...

Lemniscus [EcuPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora