Entre dos cruces

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Viernes, día sagrado para cualquier estudiante. Día de la semana en el cual las clases aburridas, trabajos fastidiosos y tareas abrumadoras pueden ser olvidados y en su lugar viene el descanso y la felicidad que el colegio consumen. Todo el mundo estaría feliz por ese día, o eso es lo que se esperaría pero desde temprano Chūya estaba molesto y poco le importó que fuera viernes, lo que realmente le interesaba es resolver las cosas con su aparente mejor amigo de la infancia, persona que por curiosidades de la vida había llegado a olvidar.

Las clases habían terminado y los salones poco a poco se fueron vaciando mientras los alumnos se alejaban a toda velocidad de aquella prisión a la que asistían toda la semana. Todos se marchaban menos él, quien estaba parado justo en la salida del colegio como si esperara a alguien.

A lo lejos divisó a dos chicos caminando hacia la salida y en cuanto reconoció sus rostros no dudó en acercarse. Rápidamente llegó hacia dónde ellos estaban y se interpuesto en su camino.

—Tenemos que hablar. —señaló al más alto de los dos. —Especialmente tú y yo, Akutagawa.

El aludido ni siquiera volteó a verlo, prefirió seguirse de largo e ignorarlo.

—¡Te estoy hablando!

—Ya te dije que yo no pienso meterme en esto. —insistió. —Sin tienes algo que decir entonces díselo a él.

—Tú, maldito idiota...—el pelirrojo apretó los puños mientras trataba de contener su enojo. Estaba molesto y por su puesto que tenía algo que decirle al moreno. —¡Tú lo sabías! ¡Sabes lo de su padre! ¿O me equivoco?

Solamente al escuchar eso, Akutagawa detuvo su caminar y volteó a ver a su acompañante, quien asintió al entender que con su mirada le preguntaba si él le había dicho algo al respecto.

—No sabes guardar secretos, tigre. —fue lo único que le dijo para después entablar conversación con quién le estaba reclamando. —Tú no sabes nada, así que no puedes juzgar.

—¿Qué dijiste? ¿Que yo no sé nada? —bastó esa respuesta para que olvidara todo su autocontrol. —¡Por supuesto que no sé nada! Y todo es gracias a tu actitud indiferente que no me ayuda en lo absoluto. Yo quiero entender más de todo esto pero no he podido hablar claramente con Dazai porque su maldito y bastardo padre no me deja verlo. ¿Y sabes qué es lo peor? ¡Que la única persona que puede ayudarme prefiere no meterse en esto! ¡Y no sólo eso! —se acercó al moreno y le tomó por el cuello de la camisa, sorprendiendo a los otros dos chicos. —¿De verdad te haces llamar amigo de Dazai?

—Lo soy. —contestó fríamente.

—¡Déjate de mentiras! —lo soltó y le empujó tratando de liberar su enojo. —Un amigo no se queda ahí parado viendo cómo sufre el otro, mucho menos si sabe que su padre lo golpea. ¡Tú eres el que no tiene derecho a juzgar! ¿Has visto las heridas de ese idiota? ¿Sabes lo dañado que está? ¡Si realmente fueras su amigo tratarías de ayudarlo!

Atsushi, quien hasta ese momento se había mantenido al margen de la situación decidió intervenir antes de que las cosas se volvieran más graves. Lo que menos quería era que esos dos se pelearan.

—Nakahara-san cálmate. —ordenó con voz autoritaria, completamente opuesta a como solía hablar por lo general. —Entiendo que estés preocupado y molesto por lo que viste la otra vez, imagino que encontraste a Dazai-san en una situación difícil pero tampoco estás en él derecho de reclamarle a Akutagawa por eso. En dado caso yo también tengo la culpa por no hacer nada para ayudarlo.

—No te metas en esto. —interfirió el azabache.

—Tú también tienes la culpa de que Nakahara-san esté molesto contigo. —reclamó dirigiendo el regaño a su amigo. —Tu actitud antipática es lo que le ha llevado a buscar respuestas por su cuenta y no me vengas con eso de que es un asunto que sólo él y Dazai-san deben de arreglar. De alguna forma tú y yo estamos involucrados y debemos de ayudarlos. —soltó un pesado suspiro y ahora se dirigió a ambos. —Tienen que hablar y lo harán ahora, es una orden.

Y sin decir más se alejó, dejando a ambos somos. Ahora Atsushi era el que estaba furioso y era a causa de esos tres que desde un inicio habían complicado todo este asunto y no hacían más que empeorar las cosas.

—Hablen todo lo que tengan que hablar. —les gritó desde la salida. —Y Ryu, te veo en la noche en donde siempre pero más te vale tratar bien a Nakahara-san. —le advirtió antes de irse corriendo y desaparecer en la lejanía.

Por su parte, ambos chicos se quedaron sorprendidos ante aquella actitud agresiva que el peli blanco había mostrado segundos antes. Ni siquiera Akutagawa sabía que podía gritarle de esa manera, de verdad le habían desesperado. El azabache  trató de olvidar eso por el momento y aclaró un poco su garganta, captando la atención del otro.

—Nakahara. —llamó mientras comenzaba a caminar rumbo a la salida. —Vamos, tenemos que hablar sobre el pasado.

Fin del capítulo. Espero y la espera haya valido la pena, lamento la tardanza.

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