Pequeño descanso

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-Entonces...¿de verdad ese chico sombrío y que parece emo es tu amigo? -preguntó Chūya sin siquiera creerlo. -Para empezar, ¿tienes amigos?

-Aunque no lo creas sí, sí tengo amigos. -le contestó un poco irritado por aquella pregunta. -Puede que no tenga muchos pero con los que tengo me basta.

-Está bien, está bien. -aclaró el menor tratando de no pelear. -Es sólo que...tus amigos son algo, ¿peculiares?

-Te recuerdo que tú también eres mi amigo, enano. -hizo hincapié tratando de señalarle.

-¡¿A quién le dices enano?! -se levantó de golpe de la mesa pero al ver que todo el mundo había fijado su mirada en él, decidió sentarse. -Si no estuviéramos en un lugar público te mataría. -murmuró por lo bajo.

-Lo que digas, enano. -canturreó Dazai mientras continuaba disfrutando de su helado de chocolate.

-Insisto, me sorprende que tengas amigos con esa actitud.

-Pero qué dices, mi actitud es la mejor que alguien pudiera pedir. Soy apuesto, carismático, alto, inteligente...-comenzó a enumerar cada una de sus "virtudes".

-Y un mentiroso, desobligado que escapa de sus responsabilidades y se aprovecha de los demás. -contraatacó el pelirrojo. -Sí, claro. La mejor persona que puedes conocer en el mundo.

-¡Oh vamos, Chūya! Dijiste que ya no estabas molesto. Dime, ¿no bastó comprarte un helado para sobornarte? -soltó descaradamente.

-¡Eres un cínico! -gritó molesto mientras ese cruzaba de brazos. -Mejor termina de contarme cómo es que conociste a esos dos tontos.

-Cierto, no terminé de decirte. -sonrío al saber que el otro se interesaba en su vida. -Verás, a Akutagawa lo conocí cuando tenía ocho años. Él se había mudado y resultó que era mi vecino. Aunque al principio no nos llevábamos bien, un amigo en común se encargó de unirnos y bueno, hasta la fecha seguimos siendo amigos.

-¿Y quién era ese amigo en común?

-¿Eh? ¿Por qué quieres saber eso? -esperó una respuesta del menor pero bastó con verle para entender que la curiosidad le carcomía. -Se mudó y por un tiempo perdí contacto con él. Creo que ni me recuerda, así que no tiene sentido que te cuente de él.

Ante aquellas palabras, Chūya se sintió un poco decepcionado. Le entristecía el saber que si un día dejara de hablarle a Dazai, entonces el otro lo olvidaría y no haría el mínimo intento por recuperar su amistad.

-Ya veo...-dije con una voz apagada. Sabía que no podía reclamarle pero no podía evitar el sentirse de esa manera. -Así que simplemente dejaste de hablarle.

-¡Claro que no! -le interrumpió alzando un poco la voz, extrañando al menor por aquella actitud. -Chūya, yo no dejé de hablarle. -se apresuró a aclarar. -Lo qué pasa es que nuestros padres tuvieron unos cuantos problemas y nos vimos forzados a separarnos, eso es todo. Te juro que intenté mantenerme en contacto con él pero su madre no me dejó hablarle, ni siquiera enviarle cartas. Ella se encargó de terminar nuestra amistad. -en cada palabra que le transmitía, el pelirrojo era capaz de detectar el coraje y resentimiento que su amigo le tenía a aquella mujer.

-¿A qué te refieres con que sus padres los separaron? -se atrevió a preguntar a pesar de que se sentía inseguro de hacerlo. Dazai entendió el miedo que se escondía entre sus palabras y decidió tranquilizarse un poco.

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