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"Mientras el lobo no tenga a su luna, seguirá aullándole a las estrellas."


El viento soplo fuerte, casi bestial, en una caricia que esperaba fuera correspondida con la misma intensidad. El cielo parecía a punto de llorar, tan gris y oscuro como la tierra bajo las patas del imponente animal que, desde lo alto de la montaña y al filo del acantilado, miraba a su alrededor con genuina indiferencia. 

Su pelaje negro, tan oscuro como la mismísima noche en todo su esplendor, se movía al compás de la brisa, bailando, sacudiéndose bajo esas tercas muestras de vivida energía que para él, como todo lo demás, le era indiferente. 

Un gruñido bajo abandono el hocico del animal, cualquiera hubiera pensado que de un suspiro se trataba, y no se habría equivocado. La cabeza del gran lobo divagaba de un lado a otro, nunca quieta o fija en el lugar que debía, siempre perdida en los lugares más recónditos de su memoria, algo que venía sucediendo hace varias semanas atrás y que, al humano en su interior, desesperaba.

Siempre era el mismo recuerdo que lo capturaba entre sus difusas redes, pidiéndole, rogándole que le pusiera nombre a ese momento, que no lo dejara pasar como algo que jamás sucedió cuando la realidad era otra.

Veía claramente en esa lejana memoria los cabellos rubios de una niña, o quizás un niño, no lo sabía.

Lo que si sabía y estaba más que seguro es que ese recuerdo, ese momento, había sido el único que compartió con esa misteriosa entidad. Por eso mismo no lograba entender la insistencia de su mente por recordar algo que para él no tenía significado.

Con pasos lentos dignos del depredador que era, se acercó al borde del acantilado, seguro de sí mismo, sin miedo a caer, con total confianza en su amada tierra que sabía no le haría daño. Allí, una vez sentado en ese apartado lugar alzó su cabeza con un movimiento fino, digno del gran lobo que era y, desde lo más profundo de su alma, del alma que compartía tanto parte animal como humana, aulló.

Fueron solo unos segundos de desahogo, un corto periodo que para el gran lobo negro que descansaba a tientas del abismo, fue la mejor forma de descargar su frustración por eso que le impedía la tan ansiada tranquilidad.

-Alfa... -Sin voltear dejo ir un suave resoplido, incitando a su molesto acompañante a hablar.- Ya todos hemos comido, es hora de seguir.

- ¿Los cazadores comieron? -Levantándose de su cómodo lugar volteo para encontrarse con el felino frente a él quien lo miraba desde abajo como muestra de sumisión y de respeto que tanto sentía por el líder de la manada.

-Si, alfa. Fueron los primeros en comer para dejarles el resto a los nuestros. -Hizo énfasis en la última palabra, dando a entender que se refería a las panteras que conformaban la mitad de esa revuelta manada.

Con un asentimiento el lobo comenzó a caminar, alejándose de su lugar de descanso y adentrándose al oscuro bosque seguido de la pantera que en ningún momento se alejó de su lado, siempre a su derecha como debía ser.

En el momento que diviso al resto de su manada volvió a su forma humana, viendo como el resto de cambiaformas, tanto lobos como panteras le imitaban, quedando tal cual habían llegado al mundo. La desnudez entre ellos ya no era problema, jamás lo había sido, era parte de la vida que se te destinaba, la vergüenza ya era cosa de cachorros.

Una chaqueta cubrió sus hombros haciéndole levantar la cabeza, encontrándose con la penetrante mirada de su hermano. A pesar de ser ambos alfas, siendo Yoongi el líder de esa manada y el mayor, Jaebum continuaba siendo más alto que el por diez exagerados centímetros, mientras que su hermano menor, Junhong solo lo sobrepasaba por cienco, siendo este un omega.

Armentum【myg+pjm】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora