"La Heredera Perdida llegará a Narnia y traerá a los Hijos de Adán y Eva consigo y no habrá poder maligno que pueda con ellos"
|The Chronicles of Narnia: The Lion, the Witch and the Wardrobe |
Contiene spoilers de El Sobrino del Mago
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[The Kirke girls]
— ¡Aurora!
Sus pasos resonaban desesperados uno tras otro. Su larga melena marrón clara ondeaba conforme continuaba huyendo; a su lado, su amiga reía nerviosa por la adrenalina que sentían al alejarse del peligro que las asechaba.
Dieron vuelta en uno de los pasillos y bajaron las escaleras rápidamente sosteniéndose de la barandilla. Detrás de ellas, los pasos de su cazadora resonaban rápidos intentando alcanzarlas.
— ¡Rápido, Stella!
Aurora cogió la mano de su amiga cuando ésta estuvo por tropezar con uno de los pliegues de la alfombra favorita del profesor. Bajaron otra serie de escaleras hasta que algo chocó de frente a ellas, deteniéndolas así de su camino.
— ¡Abuelo!
Ambas chicas se escondieron detrás del envejecido hombre; el profesor sacudió la cabeza soltando un suspiro, aunque ni así pudo anular la sonrisita que se asomaba de sus labios. Minutos después se encontraba una desvencijada señorita Mcready llegando hasta ellos, con sus ropas gilvas hechas un harapo; sus manos formaban puños a causa de la cólera que las chicas la habían hecho sufrir.
— ¡Dios santo!—exclamó. Sus gafas torcidas sobre el puente de su nariz hicieron reír a las chicas Kirke—Lamento esto, profesor. Ha sido una de las tantas travesuras de las niñas. Especialmente de Aurora
Aurora frunció el ceño, saliendo de la espalda del profesor
—Yo no soy una niña. Tengo diecisiete
—Y yo catorce— mencionó Stella. La señorita Mcready les envió una mirada de enfado, casi de odio. Digory soltó una carcajada
—Todo está bien, señorita Mcready. Perdone por las molestias y lo que sea que estas dos jovencitas le hayan hecho
Ella bajó la mirada repentinamente avergonzada.
—Espero y les dé una sanción adecuada por su mal comportamiento, profesor
—Cuente con eso, señorita
Dejó la habitación, satisfecha de que el hombre hiciera caso a sus demandas. Luego, ambas chicas se colocaron frente a él, con la cara en una mueca y los ojos centelleándoles. El profesor rio.
— ¿En verdad nos castigarás, abuelo? — preguntó Stella. Él negó
—Saben que no. A veces hay que darle a la señorita Mcready lo que pida para tenerla contenta y mantener esta casa en paz
La luz del sol entraba por la puerta principal. Hacía un día realmente encantador que seguramente Aurora aprovecharía para estudiar una vez más todo aquello que debería recordar en la siguiente guía turística de las personas interesadas en la casa del abuelo Kirke.