Huida

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«Siempre me pregunté...»

-¡El príncipe ha huido!- era lo que clamaban la mayoría de los sirvientes del castillo.

Así era, el cuarto príncipe del reino había sido esa misma tarde escogido como el siguiente en línea para la sucesión del trono. En otras circunstancias dicha noticia hubiese sido causa de regocijo pero para el joven príncipe era simplemente una sentencia de por vida. Desde joven había llevado una rigurosa educación de parte de su padre, sin poder vivir su infancia, sin poder convivir con su madre desde un accidente ocurrido con ella, que le generó una cicatriz en su ojo izquierdo. Había vivido una vida de soledad, con el anunció de su futura coronación había agregado la ultima gota que derramaría el vaso. Sin poder ni querer enfrentar la nueva carga que le había sido impuesta, tomó su espada, su caballo y dejando su "hogar" huyó.

«Siempre me lo pregunté... ¿Qué sentido tiene?»

Había sido un día de viaje, recorrer un tramo, luego dejar descansar a su caballo y de nuevo a la marcha, yendo tan lejos del castillo, pudiendo llegar a las lejanas colinas que solo podía admirar desde la oscuridad de las torres, pasar y admirar los grandes cuerpos de agua, así como la exuberante naturaleza del reino que solo había conocido en libros. Así transcurrieron los días, y así con el paso del tiempo, había recorrido una gran distancia del castillo.

Aunque su caballo pudiese comer y beber, su ración de comida era prácticamente inexistente, su mente nublada por el escape no pensó del todo bien en los sucesos posteriores a este. Se adentró en un frondoso bosque con la esperanza de encontrar algunas bayas o semillas comestibles. Su estómago ya en ese momento hambriento dejaba su cuerpo con pocas fuerzas, debía apresurarse y descansar.

Un crujido proveniente del oscuro e incierto paisaje forestal en el que se encontraba le hizo alzar su guardia, tomo su espada al momento en que los sonidos incrementaban. De las sombras apareció una monstruosa criatura, algo que quizás solo hubiese imaginado solo en sus peores pesadillas, su caballo invadido por el pánico huyó, abandonando al heterocromo a su suerte, solo, como había estado toda su vida. A pesar del probable miedo que la causara, irguió su cuerpo y se lanzó a él, en cada estocada parecía liberar un poco de ira y frustración, cada herida que lograba infligirse no le frenaba, la adrenalina que corría por todo su cuerpo le evitaba sentir dolor, a pesar de que las heridas fueran peor de lo que sentía el joven príncipe se negó a perder la lucha, no parecía pelear con la bestia que tenía enfrente sino con algo más.

La lucha se prolongo más tiempo que el cuerpo del medio albino medio pelirrojo pudiese soportar, sus piernas empezaban a perder movilidad, al igual que sus ataques perdían su fuerza, su respiración era cada vez más difícil de mantener, aún a pesar de los numerosos ataques que le había lanzado a su enemigo este parecía que aún podía mantener el combate, estaba perdiendo. Ya con su casi inexistente energía lanzó un impacto, empujo con todo su cuerpo la espada atravesando la parte frontal de la bestia haciendo que esta lanzara un chillido agudo de dolor, zafándose del arma mortal con fuertes sacudidas, mandó a volar al príncipe, mientras volvía a escapar por la misma dirección de donde provino.

El cuerpo del príncipe malherido yacía sobre el fría suelo, con su mirada borrosa vio lo que había apreciado siempre, "oscuridad". Apenas lograba sentir su cuerpo y lo que lograba sentir era puro dolor.

«Siempre me lo pregunte...¿Qué sentido ha tenido vivir en un mundo sin libertad, sin compañía? ¿Por qué?»

Un nuevo sonido se percibió.

-¿volvió para terminar conmigo? - pensó ya rendido el príncipe.- Luche tanto como pude, mi cuerpo no soporta más. Es el fin- se resignó.

Su visión termino por ennegrecer, dejándolo sumergido en tinieblas.

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