Ángel

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Con cierta insistencia de un modo casi imperceptible, el joven pecoso se anidaba cada vez más en el corazón del príncipe.

Cada día parecía haberse vuelto una rutina. Izuku despertaba temprano, parecía salir y volver tras un par de horas, preparaba la comida y medicinas para el herido, quien con el tiempo había mejorado para poder andar por si mismo, aunque las renuentes evasiones de parte del semi albino fueron constantes al inicio, ahora parecía haberse acostumbrado a compartir las comidas diarias con su cuidador, jamás había convivido tan cercanamente con otra persona o había sido atendido con tanta amabilidad hasta ahora, relacionarse diariamente con alguien como Izuku era peligroso, no solamente porque no le conocía completamente y podría estar solo fingiendo, sino porque si, esa amabilidad era real...a veces tanta dulzura le hacía dudar sobre huir o quedarse. A lo largo de su estadía, habiendo memorizado los hábitos de su cuidador y ya con su cuerpo en mejor estado, a pesar de la leve tolerancia que había creado a Izuku, el príncipe se decidido por partir a la mañana siguiente, en el intervalo en que Izuku salía usualmente.

Esa mañana fue como cualquier otra, la frescura matinal cubría el ambiente, los primeros rayos solares iluminaban las gotas del rocío. Se colocó sus zapatos rojos, sus blancos guantes y una capucha para afrontar la fresca mañana, echó una última mirada hacía su visitante, quien parecía dormir profundamente. El corazón de Izuku se llenaba de alegría por tener a alguien más con él, rozando lentamente sus dedos por el rojo cabello de su invitado, susurró antes de marcharse: "volveré pronto".

La puerta se cerró dando una señal al príncipe para ponerse de pie, se vistió con la ropa con la que había llegado, tomándolas en sus manos vio que Izuku no solamente las había lavado, sino que también había cocido a mano cada agujero para tratar de volver la prenda a como era originalmente. Apretando sus labios ligeramente, se colocó sus prendas, tomó su espada y dando una última vista hacía el lugar que fue lo más cercano a un "hogar", le dio la espalda y se puso en camino.

Tenía que decidir en que dirección iría, no contaba con mucho tiempo para sus decisiones, debía ser certero y ubicarse. Lastimosamente el príncipe cautivo con su carente conocimiento sobre el terreno de su propio reino, no tardo mucho en perder su sendero, sin más que saber, excepto donde se encontraba su norte, decidió seguirlo con la esperanza de no toparse con el castillo del cual intentaba huir.

Había sido ingenuo, todo este tiempo lo había sido, renuente de conocer, de aprender lo que su padre intentaba enseñarle. De conocer más sobre el mundo, solo leía lo suficiente, participaba solo cuando era imperante y si la situación involucraba a su padre, él huía del lugar.

Apretó una vez más sus labios, a pesar de su inexpresiva cara, su modo de demostrar sus emociones era muy clara. Llevaba su rostro agachado, el recordar de que huía le recordó los motivos por los cuales lo hacía y eso a su vez, le recordaba las nuevas experiencias que había tenido las en ultimas semanas.

«Estar junto a una persona como él, es peligroso, muy peligroso.»

Al alzar su rostro, se encontró con una estructura, una por lo visto en construcción. El sol parecía brillar intensamente detrás de ella, dando forma a una aun inacabada iglesia. Algunas partes de ella parecían estar en mal estado, aunque según se observaba solo habían hecho la estructura, pero toda su ornamentación parecía haber sido destrozada.

Las puertas de la atrayente edificación se encontraban semi abiertas, dando lentos pasos se acercó para espiar por el espacio abierto. Aunque sentía un presentimiento que le decía que no se acercara a ese lugar, a esa iglesia en particular. Y dicho presentimiento era acertado, con su ojo color café observó, en el centro, justo frente al altar, bajo la luz de un vitral con piezas faltantes, a un joven cubierto por las luces de colores, con toda esa luz no parecía un humano, más bien se asemejaba a ...

«Un ángel.»

Hay momentos en la vida, cuando conoces a una persona y esa persona cambia completamente tu vida. El hecho de haber conocido a esa persona de entre todas las personas del mundo no es nada más ni nada menos que...el destino.

-¿Izuku?

El peliverde volteó, sus ojos estaban llenos de lágrimas, sus ojos estaban un poco irritados, y sus mejillas también estaban enrojecidas.

-¿Que haces aquí?

«Lo sabía, estar a su lado, es muy peligroso. Hace flaquear mi convicción...»


~***~

Realmente lamento la ortografía o la longitud... se que es algo corto, pero realmente quería escribir hoy, lo necesitaba.

No se por qué se niega a servir pero.

Este capítulo es dedicado a Daya, quien se embarco en la más maravillosa tortura de todas.

Gracias por leer.


Atte. TWW

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