capítulo uno

18 2 3
                                    

Capítulo 1
-¿Donde esta el cuerpo?
Resonó la gruesa voz del detective en aquel frío cuarto de seis por seis iluminado por unas lamparas blancas que parpadeaban, dándole un aspecto fantasmal a ese de por sí frío lugar. Frente a él, sentado y con sus manos entrelazadas se encontraba Leonardo, su mirada se centraba en algún punto delante de él, ausente, pensativo, perdido ante las preguntas de el tipo con traje y barba mal afeitada.
-Mira muchacho, coopera y yo me encargaré de que te rebajen la sentencia. ¡Habla carajo!
El grito del agente sobresaltó a Leonardo que volteó en automático hacia el rostro de su interlocutor.
-Ya he dicho todo lo que sé
-¿Que lo mató el diablo?, ¿realmente quieres que crea eso?- grito una vez mas el agente poniéndose de pie y desabotonandose el saco.
Leo volvió a mirar sus manos llenas de sangre seca, negra, asquerosa.
-Si no me va creer ¿para que me sigue interrogando?.
-No te pases de listo muchacho! -gruñó el tipo antes de propinarle una bofetada al muchacho que le reventó el labio. -¡Confiesa hijo de puta!.
Uno tras otro resonaban en la celda de interrogatorios los golpes que Leo soportaba, tal vez por la culpa que sentía. La orgía de golpes se detuvo cuando una chicharra se escuchó de el otro lado de la puerta, esta ultima se abrió con un chirrido metálico, dando paso a una bella chica, alta delgada, cabello rojo, con un vestido del mismo color y una bata blanca, traía entre sus manos una mochila verde con grandes manchas de sangre seca.
-Doctora Lucia, perdón por el desorden -dijo el tipo limpiando sus manos con un pañuelo.
-Vaya a tomar un café Detective Sanchez, yo me haré cargo desde ahora -dijo ocupando la silla que dejo libre el agente.
-No va a decir nada Doctora, no lo hice cantar -dijo Sanchez y salió de la celda.
La Doctora Lucia Arellano era una Psicóloga criminalista de renombre a nivel internacional, nadie sabia porque había decidido tratar a Leonardo.
-Toma muchacho, -dijo la doctora extendiéndole un pañuelo a Leonardo.
Leonardo estaba recargado en la silla, con líquido vital escurriendo de su boca y nariz, con un ojo casi cerrado y respirando con dificultad. Leo se incorporó, tomó el pañuelo y lo apretó fuertemente.
-Ya les dije todo lo que sé, ¿que más quieren?
-Tal vez sea la verdad, pero es una verdad a medias, ¿me podrías decir que es esto y que tiene que ver con todo lo que pasó?.
La doctora entonces saco de debajo de la mesa un par de urnas de oro de unos cuarenta por veinte centímetros y las puso sobre la mesa. Al verlas, Leonardo comenzó a temblar y un sudor frío le recorrió toda la medula espinal, sus ojos se llenaron de lágrimas y una vorágine de recuerdos golpearon su cerebro.
-¡ Aleje esas cosas de aquí!, -gritó leonardo visiblemente asustado
-¿Que son estas cosas leo?
-¡Esas cosas son una puerta al infierno!, -gimió  ¡esas cosas se llevaron a mi amigo!.
-¿Puedes ser mas especifico?
Leo suspiró, seco sus lágrimas y se dispuso a contar su historia.

Las urnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora