III

3.8K 63 2
                                    

 Las obras en armonía con las palabras 

 Su conversación era afable y alegre; se acomodaba a la mentalidad de las dos ancianasque pasaban la vida a su lado: cuando reía, era su risa la de un escolar.

 La señora Magloire lo llamaba siempre "Vuestra Grandeza". Un día monseñor selevantó de su sillón y fue a la biblioteca a buscar un libro.

 Estaba éste en una de las tablas más altas del estante, y como el obispo era de cortaestatura, no pudo alcanzarlo.

 -Señora Magloire -dijo-, traedme una silla, porque mi Grandeza no alcanza a esa tabla.

 No condenaba nada ni a nadie apresuradamente y sin tener en cuenta las circunstancias;y solía decir: Veamos el camino por donde ha pasado la falta.

 Siendo un ex pecador, como se calificaba a sí mismo sonriendo, no tenía ninguna de lasasperezas del rigorismo, y profesaba muy alto, sin cuidarse para nada de ciertosfruncimientos de cejas, una doctrina que podría resumirse en estas palabras:

 "El hombre tiene sobre sí la carne, que es a la vez su carga y su tentación. La lleva, ycede a ella. Debe vigilarla, contenerla, reprimirla; mas si a pesar de sus esfuerzos cae, lafalta así cometida es venial. Es una caída; pero caída sobre las rodillas, que puedetransformarse y acabar en oración".

 Frecuentemente escribía algunas líneas en los márgenes del libro que estaba leyendo.Como éstas:

 "Oh, Vos, ¿quién sois? El Eclesiástico os llama Todopoderoso; los Macabeos osnombran Creador; la Epístola a los Efesios os llama .Libertad; Baruch os nombraInmensidad; los Salmos os llaman Sabiduría y Verdad; Juan os llama Luz; los reyes osnombran Señor; el Éxodo os apellida Providencia; el Levítico, Santidad; Esdras, Justicia;la creación os llama Dios; el hombre os llama Padre; pero Salomón os llamaMisericordia, y éste es el más bello de vuestros nombres".

 En otra parte había escrito: "No preguntéis su nombre a quien os pide asilo.Precisamente quien más necesidad tiene de asilo es el que tiene más dificultad en decir sunombre".

 Añadía también:

 "A los ignorantes enseñadles lo más que podáis; la sociedad es culpable por no darinstrucción gratis; es responsable de la oscuridad que con esto produce. Si un almasumida en las tinieblas comete un pecado, el culpable no es en realidad el que peca, sinoel que no disipa las tinieblas".

 Como se ve, tenía un modo extraño y peculiar de juzgar las cosas. Sospecho que lohabía tomado del Evangelio.

 Un día oyó relatar una causa célebre que se estaba instruyendo, y que muy pronto debíasentenciarse. Un infeliz, por amor a una mujer y al hijo que de ella tenía, falto de todorecurso, había acuñado moneda falsa. En aquella época se castigaba este delito con lapena de muerte. La mujer fue apresada al poner en circulación la primera moneda falsafabricada por el hombre. El obispo escuchó en silencio. Cuando concluyó el relato,preguntó:

 -¿Dónde se juzgará a ese hombre y a esa mujer?

 -En el tribunal de la Audiencia.

 Y replicó:¿Y dónde juzgarán al fiscal?

 Cuando paseaba apoyado en un gran bastón, se diría que su paso esparcía por donde ibaluz y animación. Los niños y los ancianos salían al umbral de sus puertas para ver alobispo. Bendecía y lo bendecían. A cualquiera que necesitara algo se le indicaba la casadel obispo. Visitaba a los pobres mientras tenía dinero, y cuando éste se le acababa,visitaba a los ricos.

 Hacía durar sus sotanas mucho tiempo, y como no quería que nadie lo notase, nunca sepresentaba en público sino con su traje de obispo, lo cual en verano le molestaba un poco.

 Su comida diaria se componía de algunas legumbres cocidas en agua, y de una sopa.

 Ya dijimos que la casa que habitaba tenía sólo dos pisos. En el bajo había tres piezas,otras tres en el alto, encima un desván, y detrás de la casa, el jardín; el obispo habitaba elbajo. La primera pieza, que daba a la calle, le servía de comedor; la segunda, dedormitorio, y de oratorio la tercera. No se podía salir del oratorio sin pasar por eldormitorio, ni de éste sin pasar por el comedor. En el fondo del oratorio había una alcobacerrada, con una cama para cuando llegaba algún huésped. El obispo solía ofrecer estacama a los curas de aldea, cuyos asuntos parroquiales los llevaban a D.

 Había además en el jardín un establo, que era la antigua cocina del hospital, y donde elobispo tenía dos vacas. Cualquiera fuera la cantidad de leche que éstas dieran, enviabainvariablemente todas las mañanas la mitad a los enfermos del hospital. "Pago misdiezmos", decía.

 Un aparador, convenientemente revestido de mantelitos blancos, servía de altar yadornaba el oratorio de Su Ilustrísima.

 -Pero el más bello altar -decía- es el alma de un infeliz consolado en su infortunio, yque da gracias a Dios.

 No es posible figurarse nada más sencillo que el dormitorio del obispo. Unapuerta-ventana que daba al jardín; enfrente, la cama, una cama de hospital, con colcha desarga verde; detrás de una cortina, los utensilios de tocador, que revelaban todavía losantiguos hábitos elegantes del hombre de mundo; dos puertas, una cerca de la chimeneaque daba paso al oratorio; otra cerca de la biblioteca que daba paso al comedor. Labiblioteca era un armario grande con puertas vidrieras, lleno de libros; la chimenea era demadera, pero pintada imitando mármol, habitualmente sin fuego. Encima de la chimenea,un crucifijo de cobre, que en su tiempo fue plateado, estaba clavado sobre terciopelonegro algo raído y colocado bajo un dosel de madera; cerca de la puerta-ventana habíauna gran mesa con un tintero, repleta de papeles y gruesos libros.

 La casa, cuidada por dos mujeres, respiraba de un extremo al otro una exquisitalimpieza. Era el único lujo que el obispo se permitía. De él decía: "Esto no les quita nadaa los pobres".

 Menester es confesar, sin embargo, que le quedaban de lo que en otro tiempo habíaposeído seis cubiertos de plata y un cucharón, que la señora Magloire miraba con ciertasatisfacción todos los días relucir espléndidamente sobre el blanco mantel de gruesa tela.

 Y como procuramos pintar aquí al obispo de D. tal cual era, debemos añadir que más deuna vez había dicho: " Renunciaría difícilmente a comer con cubiertos que no fuesen deplata".

 A estas alhajas deben añadirse dos grandes candeleros de plata maciza que eranherencia de una tía abuela. Aquellos candeleros sostenían dos velas de cera, yhabitualmente figuraban sobre la chimenea del obispo. Cuando había convidados a cenar,la señora Magloire encendía las dos velas y ponía los dos candelabros en la mesa.

 A la cabecera de la cama del obispo, había pequeña alacena, donde la señora Magloireguardaba todas las noches los seis cubiertos de plata y el cucharón. Debemos añadir quenunca quitaba la llave de la cerradura.

 La señora Magloire cultivaba legumbres en el jardín; el obispo, por su parte, habíasembrado flores en otro rincón. Crecían también algunos árboles frutales.

 Una vez, la señora Magloire dijo a Su Ilustrísima con cierta dulce malicia:

 -Monseñor, vos que sacáis partido de todo, tenéis ahí un pedazo de tierra inútil. Másvaldría que eso produjera frutos que flores.

 -Señora Magloire -respondió el obispo-, os engañáis: lo bello vale tanto como lo útil.

 Y añadió después de una pausa: Tal vez más.

Los Miserables - Víctor HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora