VI

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  La ola y la sombra



 ¡Un hombre al mar!

 ¡Qué importa! El buque no se detiene por eso. El viento sopla; el barco tiene una sendatrazada, que debe recorrer necesariamente.

 El hombre desaparece y vuelve a aparecer; se sumerge y sube a la superficie; llama;tiende los brazos, pero no es oído: la nave, temblando al impulso del huracán, continúasus maniobras; los marineros y los pasajeros no ven al hombre sumergido; su miserablecabeza no es más que un punto en la inmensidad de las olas.

 Sus gritos desesperados resuenan en las profundidades. Observa aquel espectro de unavela que se aleja. La mira, la mira desesperado. Pero la vela se aleja, decrece, desaparece.Allí estaba él: hacía un momento, formaba parte de la tripulación, iba y venía por elpuente con los demás, tenía su parte de aire y de sol; estaba vivo. Pero ¿qué ha sucedido?Resbaló; cayó. Todo ha terminado.

 Se encuentra inmerso en el monstruo de las aguas. Bajo sus pies no hay más que olasque huyen, olas que se abren, que desaparecen. Estas olas, rotas y rasgadas por el viento,lo rodean espantosamente; los vaivenes del abismo lo arrastran; los harapos del agua seagitan alrededor de su cabeza; un pueblo de olas escupe sobre él; confusas cavernasamenazan devorarle; cada vez que se sumerge descubre precipicios llenos de oscuridad;una vegetación desconocida lo sujeta, le enreda los pies, lo atrae: siente que forma yaparte de la espuma, que las olas se lo echan de una a otra; bebe toda su amargura; elocéano se encarniza con él para ahogarle; la inmensidad juega con su agonía. Parece queel agua se ha convertido en odio.

 Pero lucha todavía.Trata de defenderse, de sostenerse, hace esfuerzos, nada. ¡Pobre fuerza agotada ya, quecombate con lo inagotable!

 ¿Dónde está el buque? Allá a lo lejos. Apenas es ya visible en las pálidas tinieblas delhorizonte.

 Las ráfagas soplan; las espumas lo cubren. Alza la vista; ya no divisa más que la lividezde las nubes. En su agonía asiste a la inmensa demencia de la mar. La locura de las olases su suplicio: oye mil ruidos inauditos que parecen salir de más allá de la tierra; de unsitio desconocido y horrible.

 Hay pájaros en las nubes, lo mismo que hay ángeles sobre las miserias humanas; pero,¿qué pueden hacer por él? Ellos vuelan, cantan y se ciernen en los aires, y él agoniza. Seve ya sepultado entre dos infinitos, el océano y el cielo; uno es su tumba; otro su mortaja.

 Llega la noche; hace algunas horas que nada; sus fuerzas se agotan ya; aquel buque,aquella cosa lejana donde hay hombres, ha desaparecido; se encuentra solo en elformidable abismo crepuscular; se sumerge, se estira, se enrosca; ve debajo de sí losindefinibles monstruos del infinito; grita.

 Ya no lo oyen los hombres. ¿Y dónde está Dios?

 Llama. Llama sin cesar.

 Nada en el horizonte; nada en el cielo.

 Implora al espacio, a la ola, a las algas, al escollo; todo ensordece. Suplica a latempestad; la tempestad imperturbable sólo obedece al infinito.

 A su alrededor tiene la oscuridad, la bruma; la soledad, el tumulto tempestuoso y ciego,el movimiento indefinido de las temibles olas; dentro de sí el horror y la fatiga.

 El frío sin fondo lo paraliza. Sus manos se crispan y se cierran, y cogen, al cerrarse, lanada. Vientos, nubes, torbellinos, estrellas; ¡todo le es inútil! ¿Qué hacer? El desesperadose abandona; el que está cansado toma el partido de morir, se deja llevar, se entrega a lasuerte, y rueda para siempre en las lúgubres profundidades del sepulcro.

 ¡Oh destino implacable de las sociedades humanas, que perdéis los hombres y las almasen vuestro camino! ¡Océano en que cae todo lo que deja caer la ley! ¡Siniestradesaparición de todo auxilio! ¡Muerte moral!

 La mar es la inexorable noche social en que la penalidad arroja a sus condenados. Lamar es la inmensa miseria. El alma, naufragando en este abismo, puede convertirse en uncadáver. ¿Quién lo resucitará?   

Los Miserables - Víctor HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora