Parte 3: Mi color favorito

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Aún recostado en una angosta pero cómoda cama, Nick sintió todo su cuerpo adolorido, tenía toda su zorruna animalidad entumecida, aunque su mayor aflicción se hallaba en su espalda baja y sus caderas, sentía como si hubiera bailado hula-hula como nunca en su vida; y ahí fue cuando recordó lo que había hecho la noche anterior. Y con quién. Ese agradable momento íntimo le hizo dibujar inconscientemente una sonrisa llena de orgullo y felicidad absoluta.

Abrió los ojos con calma y armoniosidad, deseoso de ver a cierta mamífera alumbrada por la luz natural del sol, pero se desilusionó enseguida al no ver a nadie a su lado. Taciturno, miró alrededor de la habitación, aunque confirmó que él seguía en el departamento de ella, Judy no estaba.

—¿Zanahorias? —la llamó alzando la voz— ¿Zanahorias? —Nada. Ninguna respuesta.— ¿Judy? —exclamó intranquilo.

En definitiva la chica brillaba por su ausencia. La puerta abierta del baño dejaba claro que la coneja tampoco estaba ahí. Se sintió un poco confundido y algo cabizbajo. Sabía que él y Judy apenas se conocían, pero admitió que le hubiera gustado despertar al lado de ella, o al menos decirle un "buenos días" o jugarle una broma tempranera. De pronto, miró sus piernas y notó que no estaba desnudo, tenía puesto los shorts que había tomado prestado de ella para cubrirse y jugarle una broma la noche anterior.

«¿En qué momento...? ¿Acaso... lo habré soñado?» —se cuestionó en sus pensamientos— «No, no es posible.»

Nick trató de hacer memoria, pero nada vino a su mente. Se sentó al borde de la cama y al querer erguirse, la incomodidad en sus piernas le confirmaron que lo de anoche estaba lejos de ser un sueño, demasiado real que dolía. Antes de sobrepensarlo demás, la puerta de la entrada se abrió y de ella entró a quien tanto esperaba.

—¡Ah! Hola Nick, bu-bu-buenos días! —comentó con timidez— Veo que ya despertaste.

—Hey. Tú igual, Pelusa. Veo que madrugaste un poco.

—Sí bueno, fui rápido a recoger nuestra ropa de la lavandería. —Le mostró dos bolsas que dejó caer al pie de la entrada—. Recuerda que tenemos la conferencia de prensa, ¿vas a acompañarme, cierto?

—Claro Zanahorias, como acordamos ayer.

—Muchas gracias Nick. —Le sonrió complacida, pero con cierto nerviosismo—. Lamento no haberte avisado, pero no quería despertarte.

—Nah, no hay cuidado, gracias por ser tan considerada.

Se quedaron callados sin saber que decir, aunque Nick percibió cierto aire de desconfianza y vergüenza en voz de la coneja, así como notó que ella no lo miraba a la cara.

—¿Te pasa algo Zanahorias? Te veo más rara de lo habitual.

—Estoy bien Nick... es sólo que... —Tomó una gran bocanada de aire y continuó—. He estado pensando mucho en lo de ayer y...

—Oh, pues qué coincidencia, yo también he estado pensando mucho en ello. —Sonrió galante de sólo imaginarlo—, si no tuviéramos prisa por lo de hoy, hasta me gustaría repetir, je, je...

—¡Nick! —le reprochó con un tono serio, y algo de pena.

Judy por fin se atrevió a encararlo, con una expresión no tan feliz como el zorro hubiera querido ver, sino más bien de angustia, haciendo decaer sus puntiagudas orejas una fracción de segundos; pero enseguida las alzó y puso una mueca más amigable.

—Perdón Zanahorias, mal chiste, no lo decía en serio —farfulló enseguida—; después de todo, sé que está situación es algo incómoda, lo de anoche fue... sólo un impulso, pues al fin de cuentas, no somos más que amigos, ¿cierto?

En una noche púrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora