Prólogo

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El sonido de tic-tac de tu reloj de muñeca es lo único que escuchas. Ni siquiera tu lenta y pausada respiración emite ruido suficiente para ser detectada por tus tímpanos. Con solo la luz de una vela a medio camino de extinguirse, consideras moverte para intentar empujar la viga metálica que aplasta tu pie derecho, impidiéndote salir de la oscura habitación donde te encuentras.

Al moverte, un punzante dolor te invade desde los dedos hasta el tobillo. No puedes liberarte tan fácilmente y no deseas sentir de nuevo aquel dolor espantoso. Una gota de sangre se arrastra tímidamente desde donde sientes el tobillo, hasta ser consumida por uno de los papeles que reposan en el suelo. Allí queda plasmada tu firma en sangre.

Echas un vistazo a tu alrededor. Un estante metálico y un escritorio de madera ornamentado en las esquinas, con algunas marcas de golpes y arañazos, impiden que la puerta de salida se abra. El suelo está cubierto parcialmente con una alfombra repleta de papeles impresos, algunos de ellos arrugados y rasgados, lápices, recipientes plásticos y otros objetos pequeños que se ocultan en la oscuridad. Las lámparas del techo no funcionan, algunos bombillos están quemados o rotos, con los cristales repartidos adornando el frío concreto que sientes debajo. Un pequeño haz de luz de luna se escabulle por la hendidura de una persiana colgada en una de las ventanas al fondo de la habitación, el cual ilumina un tramo del metal de la pesada viga que te mantiene prisionero.

Justo encima de ti, el techo está roto y agrietado, fue por allí que caíste. Algunos de los pequeños escombros de concreto están extendidos en el suelo al igual a tú. Donde antes se sostenía la viga, ahora yace un oscuro hueco que aterra a primera vista.

A excepción de tu pie derecho, el resto de cuerpo esta en perfecto estado. Algunos arañazos y moretones se marcan en tus brazos, pero ya estas acostumbrado a situaciones así.

A tu izquierda, debajo de una mesa plástica, logras ver tu mochila remendada. Si te estiras un poco, puedes alcanzarla con tu brazo pero corres el riesgo de mover tu pie herido de nuevo.

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Decides...

1. Intentar alcanzar la mochila. P1

2. Intentar liberar el pie. P2

Caracas Zombie | Historia interactivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora