Chapter II

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18/junio/2002


La luz del día se traspasaba por la ventana alumbrando la habitación, resaltando sobre la cama cubierto entre las sabanas a una persona de cabellera rubia. La luz atino a sus ojos cerrados comenzando a molestarle tapando todo su rostro otorgando un gruñido al iniciar el día. Abrió lentamente sus ojos pestañando para acostumbrarse a la irritante luz, con fuerzas inclino su cuerpo a enfrente tragando saliva raspando su garganta seca. Le dio pereza levantarse pero recordó que tenía que ir a la universidad dando el mayor impulso para que su cuerpo se moviera y saliera de la cama. Fue al baño y abrió la regadera desprendiendo su ropa y arrojándola al cesto de ropa sucia, entro empezando a tallar la piel con la esponja hasta estar pulcro.

Salió y como siempre abrió el gabinete sacando el frascos naranja tomando dos píldoras e ingiriéndolas sin necesidad de agua. Las volvió a meter dirigiéndose a su habitación buscando sus prendas en el closet, no quería llevar mucho así que opto por una camisa blanca, pantalones negros y zapatos negros conjunto con una gabardina gris que le llegaba a los muslos. Alistó sus cosas en una mochila y bajo planta abajo directo a la cocina. Se le estaba haciendo tarde y no le daba tiempo para preparar el desayuno, no le quedó de otra que tomar una manzana verde para el camino, agarró las llaves y cerró la puerta dando pasos hacia la parada de autobús.

El día estaba nublado pintando las calles de York de tonalidad gris. La gente caminaba a grandes zancadas cubriendo su cuerpo con cualquier prenda para calentarse del frío. Se quedó parado metiendo sus manos en los bolsillos de la gabardina mirando a la dirección de llegada del transporte.
La vida sin magia era tan complicado, execrar lo insuficiente y absurdo que era vivir para él. Es cauteloso en lo que respecta a las reglas decretadas en su condena pero, en su opinión sus métodos de vidas son monótonas e irrelevante a las propiedades de un mago.

Todos los días era una aburrida rutina interminable.

Él autobús llegó unos minutos tarde de lo programado abriendo las puertas, accediendo la oleada de personas que entraban y salían con prisa para llegar a su destino. Él espero a que unas tres personas entrarán antes de pisar la base del autobús, pago y fue a la parte de atrás donde quedaban asientos vacíos aplastando su trasero a lado de la ventana.

Odiaba ir en transporte público, pero no podía quejarse al fin y al cabo él es sólo un convicto condenado. Se sentía asqueado por la sensación de otros tentando su cuerpo, le desagradaba al punto de alejarlos a empujones o saliendo de todo contacto. Nunca le gustó que lo tocaran sin su aquiescencia, que un incógnito le toque hasta el más mínimo roce le daban ganas de vomitar, y se ponía en un ataque de ansiedad difícil de controlar. Ciertamente el contacto humano le repugna desde hace tiempo, únicamente le permite a su madre tocarlo sólo cuando tiene la mente despejada y se repite varía veces que está salvó y nadie se precipitara ni dañara física cómo psicológicamente.

La trayectoria iba paulatinamente estresante. Unas chicas subieron y se acercaron a él como manada de celo buscando a quien las preñe, las típicas alimañas con sus prendas provocativas enseñando desconsideradamente las bragas como putas.

Una se sentó a lado de él enroscando su pierna encima de la otra, la gran cosa, uniforme de escuela perfeccionado pegado todo a su cuerpo, cabello rubio teñido obviamente y cuerpo de anoréxica. Sus amigas reían y la mangoneaban para que le hablara. Draco le incomodo su presencia sustrayendo la vista a la ventana ignorando a la chica.

–Disculpa– llamó la teñida. Draco volteo frustrado con semblante neutro.– Yo... Me preguntaba si... Tú quisieras darme tu número, creo que eres alguien muy guapo que no merece estar soltero...

Esquizofrenia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora