6 ~ Collares

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Guillermo bufó con fuerza mientras caminaba por los pasillos del hospital e intentaba, de una forma no muy efectiva, entender lo que había escrito la noche anterior, frustrándose cada vez más a medida que caminaba. Su caligrafía iba empeorando a medida que el texto avanzaba, volviéndose casi ilegible en los últimos párrafos y convirtiendo su cuaderno de anotaciones en simples hojas mal garabateadas y con algún que otro número o cuenta perdido por los márgenes. Había recolectando información de distintos libros e ideando varias hipótesis que pudieran darle sentido a los resultados de los últimos entrenamientos durante toda la noche, por lo que su semblante delataba las pocas horas de sueño con las que el entrenador cargaba. Su investigación había tomado vuelo de una forma tan drástica este último tiempo que ya ni tiempo de dormir encontraba.

Miró el reloj en su muñeca y se apresuró cuando notó que iba diez minutos tarde a su reunión con Borja, consciente de que el doctor odiaba los retrasos. Su relación había perdido soltura y flexibilidad por culpa de la investigación, ya que ambos tenían ideas muy distintas de cómo afrontarla, volviéndose estricta y mucho más profesional, por lo que no quería seguir incentivando el cambio en ambos con sus retrasos. Apretó los papeles contra su pecho y agradeció que los pasillos estuviesen vacios por lo temprano que era, dándole la posibilidad de trotar sin el temor de chocarse con alguien en el trayecto. Una vez estuvo frente a la puerta del doctor, y luego de apretar los ojos y agitar la cabeza para quitarse de encima un poco de su cansancio, tocó con debilidad, esperando que esta se abriera. Para su sorpresa, fue Miguel quien abrió, desconcertando al entrenador. Frunció el ceño una vez estuvo dentro y la puerta se cerró tras él; Borja, quien había despegado los ojos de sus propias anotaciones una vez que escuchó la puerta sonar, se mantenía sentado detrás de su escritorio con los brazos cruzados y con la mirada seria, acompañado de cuatro de los cinco elementales de su pelotón élite. Rubén jugaba con sus dedos estando sentado en la camilla del consultorio mientras que Alejandro y Miguel se mantenían parados y dispersos por la pequeña habitación; Frank, por su parte, estaba sentado en el asiento frente a Borja y con el cuerpo doblado sobre la silla para poder mirar directamente al recién llegado. Samuel brillaba por su ausencia.

-Diez minutos tarde, Guillermo- la voz de Luzuriaga sonó más firme de lo que el entrenador esperaba –Te quitas profesionalismo con este tipo de actitudes.

-Lo sé, lo siento- apretó los papeles que llevaba –Me quedé dormido- admitió.

-Te mudaste aquí hace más de un mes para evitar este tipo de cosas, ¿y aun así lo haces?- el entrenador rodó los ojos –Evita seguir fallando.

Guillermo se mordió la lengua y guardó silencio, evitando así iniciar una nueva discusión. Tenía miles de cosas que decir en su defensa y unas más que se había guardado de la última discusión que habían tenido, pero prefirió retenerlas una vez más y no volver a quebrar su frágil relación con el doctor. Habían tenido tantas peleas los últimos días que incluso le daba flojera iniciar una nueva.

-¿Puedo preguntar que hacen aquí?- tomó la palabra el menor, adentrándose todavía más en la habitación y mirando con curiosidad a Frank.

-Queríamos hablar con ustedes sobre las piedras- Guillermo caminó hasta quedar junto al mayor de todos y apoyó sus papeles sobre el escritorio, teniendo ahora la posibilidad de observar a todos –Queremos usarlas de collar también.

-¿Qué?- el entrenador sonó sorprendido, pero más lo sorprendió el silencio de su colega.

-Creemos con los chicos que los avances excesivos en los números de Samuel tienen que ver con las posibilidades que tiene el con su piedra, por lo que si pudiéramos usar las nuestras también como collar quizás podríamos alcanzarlo.

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora