40 ~ Contradicciones

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A pesar de que a Samuel le habían dado de alta poco tiempo después de la batalla, Guillermo no había corrido con la misma suerte, por lo que aún se encontraba bajo cuidados y atención médica casi de forma constante. A pedido del elemental, y siendo esta una orden muy rigurosa e imposible de infringir si querían que el morado decidiese pronto que hacer con el maligno, Guillermo recibía cuidados pura y exclusivamente de parte Jessica, la cual había pasado de portar el uniforme de enfermera a usar la típica bata blanca que distinguía a todos los médicos de la Organización y que le permitía decidir sobre el tratamiento de su amigo y como llevarlo a cabo el tiempo que estuviese ingresado en el hospital. La joven no se sentía ni estaba preparada para llevar semejante peso sobre sus hombros, pero sin embargo cumplía con su deber de forma correcta y sumamente aceptable para ser una enfermera que había saltado cinco casilleros en el hospital de un día para el otro; su desempeño y el avance por parte de su paciente eran notables y favorables, por lo que Borja no hizo demasiado bullicio cuando el morado había llegado con la propuesta.

El tercer día en el hospital había llegado de forma lenta y pausada, por lo que Guillermo estuvo a punto de entrar en crisis cuando abrió los ojos y se encontró nuevamente con aquellas paredes blancas y la camilla contigua completamente vacía. Se sentía enérgico y recuperado, pero con una sensación extraña en el pecho que se asemejaba a la tristeza y desesperanza, casi como si estuviese a punto de perderlo todo frente a sus ojos. El estar solo allí, en un lugar hecho para dos, y que Samuel no haya siquiera hecho el intento de acercarse a ver como estaba lo tenían angustiado, sobre todo porque no entendía porque las cosas se estaban dando así; creía que después del abrazo que le dio cuando despertó por primera vez y las miradas que se habían dedicado el tiempo que estuvo despierto habían sido suficientes como para afirmar que el morado estaba dispuesto a, al menos, escucharlo... pero ahora no estaba del todo seguro de eso. Se sentía vacio sabiendo que el morado podía llegar a estar deambulando por los pasillos y que él no podía siquiera verlo o escucharlo, devastado por tener siempre en mente que el contario no tenía el valor suficiente como para venir y pasar un tiempo con él y dolido por no saber que más hacer para lograr conseguir el perdón del más grande.

¡Había dado la vida por él! ¿Qué más podía hacer para hacerle entender lo mucho que aún lo apreciaba?

-¿Guille? ¿Estas bien?- cuestionó Jessica una vez entró a la habitación luego de unos cuantos golpes a la puerta –No notaste cuando entré.

-Oh, lo siento- el nombrado giró sobre sus talones y encaró directamente a su compañera –Estoy algo distraído...

-Como ayer y anteayer...- la doctora le hizo una seña para que se sentase sobre la camilla, por lo que Guillermo acotó a sus órdenes -¿Aun piensas en Samuel?

-Si- la joven se quitó el estetoscopio del cuello y se lo colocó como era debido, pudiendo escuchar los latidos fuertes y sanos de su paciente en cuestión de segundos. El nuevo verde guardó silencio hasta que su compañera alejó la membrana metálica de su pecho –Me tiene intranquilo que no venga, sinceramente- Jessica volvió a colgarse el artilugio médico al cuello y tomó con delicadeza el brazo derecho del contrario, masajeando con fuerza su aún brillante marca negra –Mas que intranquilo... me tiene angustiado.

-¿Sientes que no puede llegar a perdonarte?- la doctora tomó la planilla que reposaba sobre la mesita junto a la camilla y anotó lo que acababa de hacer y los resultados.

-¿Cómo lo sabes?

-¿Intuición, quizás?- Guillermo quiso sonreír, pero no lo consiguió –Es entendible que sientas algo así, yo también lo sentiría. Diste la vida por él y aun así el no ha venido ni un solo día a visitarte...- el verde comenzó a lagrimear -¡Oh, no, Guille!- Jessica lo aferró entre sus brazos –Lo siento, soy una imbécil.

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora