Todo iba tan bien que nunca habría podido imaginar que un simple movimiento en falso provocaría que toda mi vida se fuera al traste.
Lo único de lo que me acuerdo es de que todos estábamos escuchando a Green Day en el coche, cantando al unísono, mis padres disfrutando de sus canciones favoritas y yo pensando en lo bonito que sería el sitio al que nos dirigíamos hoy.
Lo demás es negro.
Negro.
Negro como el cielo cuando el sol desaparece.
Negro como la completa oscuridad en la que me sumerjo poco a poco.
No sé dónde estoy. Me encuentro muy mal. No puedo abrir los ojos. Solo puedo hablar con mi subconsciente cuando noto que estoy viva. Puedo respirar, llenando momentáneamente mis pulmones de aire frío, helado.
Noto como si corriera de un sitio a otro sin poder parar, sin embargo siento que estoy atada a un lugar que no me deja avanzar. Pareciera ser que mi mente es la única libre aquí.
Empiezo a sudar muchísimo y todo mi cuerpo me empieza a doler. Siento como si me estuvieran clavando trescientas agujas a la vez, sin embargo no parece que sangre. Ni lo más mínimo.
Oigo voces pero no consigo entender nada de lo que dicen. Estoy perdiendo el poco sentido que me queda. Necesito salir de aquí, aunque no sepa dónde estoy.
De pronto, alguien abre mis ojos con sus ásperos dedos y observo la cara de un señor, quien me mira detenidamente como si fuera un bicho raro. Mis ojos se están haciendo a la luz brillante que yace sobre mi rostro, por lo que de mis ojos caen alguna que otra lágrima, causando el asombro del señor.
— 生きてるから —dijo el señor algo sorprendido. (Está viva)
Miro hacia los lados, ahora con mi vista algo menos borrosa, y solo veo personas con máscaras blancas como la nieve sobre sus bocas.
Consigo abrir mi boca y articular una sola palabra. Mi boca parecía que fuera a deshacerse.
— H-hola —balbuceo.
Todo el mundo se echó hacia atrás y uno de los señores desapareció corriendo por un largo pasillo y apareció poco después con otro hombre, quien constaba con un rostro más amable. O al menos eso parecía.
— 彼女は言う —dijo el primer hombre. (Ella ha hablado)
El hombre que acababa de llegar asintió y me miró a los ojos.
— ¿Cómo está, señorita? —dijo de pronto en tono de voz que se asemejaba a la dulzura de la miel. Mis oídos se sorprendieron de comprender algo, comparándolo con la experiencia anterior.
— Bien —conseguí decir.
— 事故は彼の脳に響かなかったようだ —dijo el hombre en un tono sereno a los demás señores que estaban presentes en la sala. (Parece que el accidente no la ha afectado al cerebro)
Todos los demás asistieron y fueron saliendo de la sala uno por uno.
El hombre al que entendía se volvió hacia mí de nuevo y empezó a hablarme sin mirarme a los ojos.
— Señorita, usted ha sufrido un accidente de coche horrible en la curva 9 de la carretera Iroha Zaka apenas unas horas atrás. Os encontramos a ti y a tus padres después de que un hombre diera la alarma de emergencia cuando vio vuestro accidente.
Alarmada, empecé a sudar del miedo. La imagen de mis padres acudió a mi mente.
— ¿Dónde están mis padres? —pregunté mirándole directamente a los ojos. Debía de notar mi desesperación en los ojos.
El hombre esta vez me miró a los ojos, comentó algo con un compañero, asintió y se dirigió a mí.
— Sus padres han muerto en el accidente debido a un fuerte golpe en la cabeza a causa de los cristales, el volante, el propio coche y la fuerza de la caída, lo sentimos. Tú has sido la única superviviente.
Y en ese momento, noté como mi corazón empezaba a latir muy rápido y que todo mi mundo caía sobre mis pies.
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olor a lluvia
Teen FictionEl día que Aoki ingresó en el orfanato llovía a cántaros, había un viento horrible y además todo estaba oscuro, sin embargo lo que más le dolió al pequeño niño no fue el hecho de que su padre lo abandonara a su merced, sino que aquella lluvia era ca...