II

6 1 2
                                    

Me despierto y noto mis mejillas húmedas, las toco y me doy cuenta de que estuve llorando antes de quedarme dormida. En mi rostro, y gracias a las huellas de mis manos, descubro los restos de lo que fueron millones de pequeñas lágrimas que habían caído de mis ojos azules como el océano y a su vez sobre sobre mi piel pálida como la nieve.

Miro hacia mi alrededor y observo que sigo en el mismo sitio, en la misma cama. No sé cuánto tiempo llevaré aquí tumbada, pero a juzgar por el amanecer que acecha desde la ventana de la habitación, puedo jurar que al menos un día.

Intento recordar algo de lo que pasó, aunque sean pequeños momentos, pero lo único que recuerdo son detalles, como el color de la camiseta de mi padre y los cordones desabrochados de mi madre, pero nada en concreto. Cada vez estoy más nerviosa y con menos idea de qué debo hacer.

Desvío mi mirada hacia el pasillo y decido levantarme a echar un vistazo. Quién sabe, puede que incluso encuentre de nuevo al señor a quien entiendo y me explique qué hacer. Todo el mundo me miraba desde diferentes partes. Millones de ojos observaban cada uno de mis pasos pero nadie parecía querer detenerme.

Entre las opciones que se barajaban en mi mente, la idea de salir de allí era la que más veces se repetía. Lo vi muy fácil. Salir de un sitio que no conocía. Donde nadie me conocía. Pero dentro de mí veía que no todo iría tan bien, sin embargo, era lo único que podía hacer. Ya no tenía a nadie aquí.

Antes de abrir la puerta y salir corriendo, dos hombres de mediana edad se aceraron a mí con cara de pocos amigos, por lo que lo primero que pensé fue en correr lo más rápido que me permitieran mis dañadas piernas. Instinto de supervivencia lo llaman algunos.

Esquivé rápidamente a los señores que estaban cada vez más cerca y abrí la puerta de metal que me separaba del exterior. Al salir a la calle, un viento helado chocó contra mi rostro a la vez que se colaba por cada rincón de mi cuerpo, dándome cuenta de que esto no era un sueño. De verdad mis padres habían muerto y ahora estaba sola contra el mundo. Sola.

El viento reducía la velocidad de mi pasos, pero tenía que seguir huyendo aquellos hombres. Mientras todo esto pasaba, con la poca energía mental que me quedaba, intentaba comprender dónde estaba. Me encontraba en medio de un bosque con árboles muy altos, niebla espesa y ninguna persona cerca que no fuesen los dos hombres que me perseguían y gritaban cosas que no entendía.

Estaba sola.

Y ni siquiera recordaba cómo me llamaba y dónde estaba.

Solo sabía que tenía que salir de allí.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 14, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

olor a lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora