Viktor no fue consciente de lo mucho que extrañó el bosque, sino hasta que regresó.
Inhaló hondo para llenarse de aire puro y cerró los ojos para disfrutar de la intensa luz del sol y su calidez. Estar rodeado de verde, árboles, hierba y naturaleza le resultaba sumamente reconfortante, por más agradables que las montañas hubieran parecido. Nunca apreció tanto el bosque, hasta ahora.
-Me alegra que Su Alteza se sienta cómodo-se burló una voz conocida.
Se giró para encontrarse con su padre, el rey, Alexander Nikiforov y su severa mirada. Su padre por lo general era comprensivo (demasiado comprensivo, según Yakov) y le permitía hacer lo que quisiera siempre y cuando atendiera a sus obligaciones reales. De acuerdo a comentarios de Yakov, Alexander igualmente solía meterse en problemas de joven, por lo que procuraba no juzgar a su hijo en la medida que no se pusiera en peligro a sí mismo o a otros. Sin embargo, Viktor sabía bien que con su pequeño viaje cruzó una línea que su padre no iba a pasar por alto.
-¿En qué estabas pensando?-lo increpó-Desaparecer sin más...
-Les informé a mi madre y a ti que quería visitar las montañas para entregar personalmente los regalos a Minako y los Katsuki- respondió con seguridad, no dispuesto a dejarse intimidar- Y a Yakov le dejé una nota...
-¡Déjate de juegos!-bramó Alexander, apretando los puños, lo que sorprendió a Viktor de sobremanera ya que su padre rara vez le alzaba la voz-Tanto tú como yo sabemos que eso no fue avisar. Lo hiciste a propósito, para que no pudiéramos evitar que te marcharas.
En efecto, era justamente lo que buscaba. De cumplir con esperar y seguir el protocolo establecido, su viaje se habría arruinado antes de empezar por cientos de permisos y formalidades; seguro que hasta Yakov pudo ser designado como su acompañante y guardián, destruyendo por completo la experiencia de visitar las montañas por su cuenta; sin mencionar que su convivencia con Yuuri Katsuki se hubiera mantenido al mínimo.
-Si por lo menos se tratara únicamente de ti, no se armaría tanto escándalo-continuó el rey-Pero claro, tenías que arrastrarlos contigo...
Se refería, naturalmente, a Mila y Georgi. El príncipe dedujo que con toda probabilidad, se encontraban lidiando con sus propios regaños y reclamos de parte de sus respectivas familias. Experimentó una punzada de culpabilidad; después tendría que dar la cara y asumir la responsabilidad para mitigar los castigos que pudieran tener sus amigos por seguirlo.
-No pasó nada-rebatió Viktor, comenzando a impacientarse y alzando la voz también-Somos bien capaces de defendernos. Yakov y tú me han entrenado desde que tengo memoria.
Como parte de su educación, desde muy temprana edad, tanto Yakov como el mismo rey, le dieron lecciones en combate, esgrima y arquería; y en todas y cada una de dichas destrezas, Viktor sobresalía con grandes honores. Las habilidades de Georgi estaban prácticamente al mismo nivel que las suyas y aunque Mila no recibió un entrenamiento tan estricto, lo compensaba con su imponente fuerza física.
-¿Y si algo hubiera ocurrido en la montaña?-inquirió Alexander-¿Pensaste en el caos diplomático que pudo ocasionar?
Concedió, muy a su pesar, que el argumento era válido. Las relaciones entre ambas razas fueron hostiles por años y no fue sino hasta épocas recientes que lograron un cierto entendimiento y la frágil convivencia bajo la cual se manejaban, misma que podría destruirse a la menor provocación. Incluso el que los elfos terrenales los ayudaran, fue considerado como un verdadero milagro para algunos y un motivo de preocupación para otros.
De inmediato, cayó en cuenta de algo que debió notar desde el principio. Únicamente su padre era quien se encargaba de reprenderlo.
-¿Dónde está mi madre?
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Diamante en las sombras
Fiksi PenggemarCuando la reina de los elfos de la luz enferma de gravedad, la última esperanza parecen ser los elfos obscuros, moradores de las montañas y el subterráneo. Ambas razas llevan años separadas y entre ellas reina una frágil cortesía diplomática. Pero...