Capítulo 4 | Isabella

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-Isabella-

— ¿Me estás diciendo que Benito Juárez no fue presidente de los Estados Unidos? —pregunto por décima vez en menos de un minuto y medio.

— ¡Me rindo! —dice alzando las manos al cielo y tapándose la cara.

—Perdona... —susurro y me golpeo la frente en la mesa en el que nos encontramos—, lo ves, soy una inútil para historia, ¿cómo puedo preguntar esa estupidez?, hasta su nombre suena mexicano.

—No eres una inútil... bueno si —sé que trata de retractarse—, pero no,  en definitiva no creo que seas una inútil —dice mientras coloca discretamente su mano en mi espalda.

—No me toques —digo apartándome bruscamente.

—No quería tocarte —dice Andrew en tono indignado.

“Ya, seguro, por eso me tocaste.”

— ¿Podemos dejarlo por hoy? —pregunto mientras guardo los libros y libretas que hemos desparramado por toda la mesa de la biblioteca.

—Tú letra es muy bonita —dice Andrew mientras hojea mi libreta de historia para ver los apuntes que tomo.

— ¿Gracias? —digo en tono de agradecimiento algo confundido.

—De nada —habla mientras me pasa el cuadernillo—, el sábado será otra vez.

— ¿El sábado? —pregunto de pronto, un sentimiento de que he estado olvidando algo me asalta.

Saco mi teléfono de mi mochila, lo enciendo, y como espero está en silencio, además ya pasa de las siete de la tarde, él llegaría a las cuatro.

7 llamadas perdidas: Osito.

11 mensajes: Osito.

— ¡Liam! —recuerdo de pronto.

— ¿Pueden guardar silencio? —la voz de la bibliotecaria se oye y la miro—, están molestado a los demás.

—L-Lo siento —me disculpo mientras me apresuro a guardar todo. Entonces la ancianita gruñona que cuida la biblioteca se marcha, no sin antes rodar los ojos.

— ¿Quién mierda es Liam? —el tono molesto de Andrew me saca de mi trance justo cuando estoy a punto de levantarme.

—Mi hermano —respondo levantándome y encaminándome hacia la salida rápidamente y sin despedirme.

[...]

— ¿¡Tienes idea, de lo malditamente preocupado que estaba por ti!? —el sonoro grito de Liam reverbera en cada esquina del departamento, y me encojo más en mi lugar.

—Ya te eh dicho que lo siento, no tienes por que gritarme de esa forma, no tengo once años —digo levantando un poco la cabeza con el ceño fruncido.

—Está bien, está bien —dice tomando asiento a mi lado mientras se soba las sienes, entonces me mira—, ¿con quién estabas? —pregunta y me debato entre si contarle o no, después de todo pasará nada más ¿verdad?.

—Estaba en tutorías de historia, con un compañero de clase —digo mirando a mi hermano.

— ¿Y se puede saber cómo se llama ese compañero?

—Andrew Biersack.

—Bien —dice soltando un largo suspiro.

Nos quedamos en silencio unos diez minutos, hasta que el vuelve a hablar...

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora