Capítulo 2 | Isabella

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-Isabella-

Miro la pantalla de mi teléfono por décimo cuarta vez, 5:45 p.m., no hay rastros de ningún transporte público, y, para colmo hace cinco minutos a comenzado a llover, estoy sola en la parada de autobuses... Y casi a oscurecido. Un bocinazo hace que me sobresalte y dirija mi vista hacía un Jeep negro aparcado delante de mí, la ventana del lado del copiloto baja lentamente, y cuando veo quien esta dentro de él me acerco.

—Creí que tu hermano te llevaría —dice alzando una ceja con arrogancia.

—L-Le ha surgido un i-imprevisto —digo temblando con las gota de lluvia cayendo sobre mi y Andrew me mira, ahora con una sonrisa arrogante

—Ah —dice y cierra la ventanilla.

“Idiota.”

— ¡Sube! —grita, y, como si esperara eso, subo sin rechistar.

El camino pasa en silencio, excepto por una canción que suena en la radio, la vista de Andrew va fija al frente y tamborilea con sus dedos sobre el volante, su ceño va fruncido y su postura es demasiado rígida para mi gusto. Mira por el rabillo de su ojo para verme de vez en cuando, puedo sentirlo.

—Llegamos —dice y apaga el motor, miro mi teléfono. Justo a tiempo.

—Gracias por traerme —digo y abro la manija de la puerta.

—Gracias por dejarme traerte —responde y sonríe, le sonrío de vuelta.

Ambos bajamos del auto y recorremos el camino a través del jardín hasta la puerta de la casa del decano. Toco el timbre y una señora, de la edad del decano aproximadamente nos recibe.

— ¿Si? —pregunta y nos mira con una mirada cálida y una sonrisa amable, su voz es tranquila... Mamá— ¿Ustedes son Andrew e Isabella? —el reconocimiento parece golpearla.

—Si —afirmo—, venimos a cuidar a sus... ¿Nietos? —digo y me golpeo mentalmente.

— ¡Oh!, pero claro, pasen, no se queden ahí —dice y se aparta de la puerta para dejarnos pasar.

La casa es grande, todo es de colores cálidos, es espaciosa, el silencio que podría existir es llenado por unas cuantas risas infantiles, unos pasos resuenan por la escalera y Andrew sonríe. El decano baja las escaleras, y detrás de el, bajan una niña, de más o menos siete años, y un pequeño de más o menos diez años, en sus brazos lleva un bebé... Una pequeña bebé dormida, los pequeños se colocan detrás de John, mirándonos a ambos con curiosidad, tal vez con extrañeza.

— ¿Porqué dibujas en tus brazos? —pregunta la pequeña y mira a Andrew con un poco de desprecio.

—Es... —comienza, y al parecer lo piensa mejor—, tienen significado —dice y baja la mirada.

—Eres rara —una voz se oye y dirijo mi mirada hasta allí.

Lentamente miro hasta donde un niño se encuentra y me mira, por un minuto pienso en ignorarlo, pero entonces mi razón habla por mí... Me arrepiento.

—Tú no sabes una mierda sobre mí —una extraña familiaridad se apodera de mi al pronunciar esas siete palabras.

—Lo siento —dice el pequeño, y sé que está a punto de llorar.

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora