5. Haciendo amigos

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El hombre entró en la habitación sin dar explicaciones, vestía un traje de una de las marcas más caras del mercado. Observó la habitación con detenimiento como si ella no existiese y cuando acabó su registro, mirando hacia la otra cama, dijo:

-¿Cómo te las has ingeniado?

-¿Cómo dices?-Preguntó Alex, desconcertada.

-Me muero por saber cómo has conseguido colar un mechero en mi hospital- La chica palideció y se quedó completamente muda- Tranquila, no te va a pasar nada por esto, solo quiero saber cómo, me mata la curiosidad- Añadió éste con una sonrisa pícara.

-Pues...verás...yo...-Balbuceó.

-No te entiendo, habla claro - Él hablaba con firmeza, seguro de sí mismo, mientras, su sonrisa se tornaba cada vez más propia del diablo.

El extraño sacó el mechero del bolsillo derecho y empezó a encenderlo y a  apagarlo repetidas veces. El brillo en su miraba dejaba entrever el divertimiento que le causaba producir más y más nervios en la pobre chica, que viendo que éste no se iba, se aclaró la garganta y habló por fin.

-Estaba en el bolsillo de una chaqueta que pedí que me trajeran, como no fui yo quien entró con ella, no me registraron.

-Jajaja - Rió descaradamente.- ¡Me encanta! Por fin algo de vida en esta mierda de hospital, para variar- Dijo entusiasmado. Ella se preguntó qué clase de dirigente hablaba así, aunque en realidad era joven, demasiado joven como para llevar un hospital. El chico encendió el mechero pero esta vez sacó un puro de una caja metálica y lo prendió. Dio una primera calada a éste y echándole el humo en la cara volvió a reír y añadió- Tú y yo nos vamos a llevar muy bien, Alexandra- Y por primera vez en su vida, su nombre al completo, no parecía sonar tan horrible. Lanzó el mechero sobre la cama y en un abrir y cerrar de ojos ya se había ido, dejando tras de sí, cierto olor a tabaco y a perfume caro.

Ella seguía callada, sin saber qué decir, no tenía palabras, se encontraba en una especie de shock temporal, ¿Que acababa de pasar?, pensaba sin dar crédito.

Se sentó sobre la cama, confundida, ¿Era realmente el director del hospital? Dinero estaba claro que tenía y de alguna manera tiene que haber conseguido el mechero de Eddie. Pero, ¿Cómo alguien así puede dirigir un sitio como este? Maleducado y grosero. Excepto por el traje no tenía pinta de empresario, ni de hombre de negocios. Parecía, más bien, uno de esos niños ricos recién salido de los típicos colegios privados llenos de pijos. No le importaban en absoluto las normas, porque de haber sido así no se habría encendido un puro en pleno hospital y con toda la tranquilidad y la calma del mundo. Sin duda era un tipo extraño que la había dejado completamente desconcertada.

Una vez más, petan en la puerta, cuando consigue reaccionar sale disparada hacia ésta y pregunta:

-¿Quién?

-¿Quién va a ser? Le traigo su comida señorita.- Dice la enfermera de forma borde.

-Mierda.- Dijo Alex casi susurrando. Abrió la puerta y cerró a su paso, cogió la bandeja de manos de la señora y dijo.- Gracias, ya la llevo dentro yo.- Y se volvió, metiéndose en la habitación y deseando que ésta no hubiese notado el olor a tabaco. Sabía que no era su culpa, que ella no había encendido ese puro y que tenía una explicación, algo extraña, pero una explicación de todos modos y aun así sentía miedo a ser pillada, pillada por algo que tan siquiera había asimilado que acababa de pasar. Ya había causado suficientes líos por hoy, pensó, aun apoyada en la puerta, intentando recobrar la respiración. Cuando de repente vuelven a petar, por tercera vez consecutiva, ¿Qué es lo que le pasa hoy a todo el mundo? pensaba mientras abría. Para su sorpresa una cara conocida se encontraba tras la puerta, se trataba del chico que la había atendido esa misma mañana en la cafetería del hospital. Traía una tímida sonrisa en la cara y la chaqueta de Eddie doblada cuidadosamente en su brazo izquierdo.

-Esto es tuyo, si no me equivoco.

-Oh, gracias.- Dijo ésta avergonzada de su mala memoria. Y entonces recordó a Eddie diciendo "Te olvidarías la cabeza si no la tuvieras pegada al cuerpo, hermanita". Se le llenaron los ojos de lágrimas que consiguió retener en sus pequeños ojos negros.

-¿Estás bien?- Preguntó el joven preocupado.

-Sí, tranquilo.- Contestó cabizbaja cerrando la puerta.

-¡Espera!- Se escuchó al otro lado.

-¿Qué?- Dijo Alex abriendo la puerta de nuevo.

-Me he recorrido medio hospital para encontrarte y poder devolverte la chaqueta, creo que merezco, como mínimo, una cita.- Dijo con una sonrisa implacable consiguiendo así sacarle una sonrisa tonta a la chica, que se había quedado algo sorprendida con el atrevimiento.

-Yo... yo no tengo de eso.- Dijo volviendo a entristecerse.

-¿No tienes citas? Te apuesto un beso a que por lo menos has tenido tres citas con el médico y la psicóloga.

- Ahí has acertado.- Volvió a sonreír, le había salido una sonrisa natural, sin fingir, realmente el chico le hacía reír. ¿Qué es lo peor que puede pasar? pensó antes de responder.- No he apostado nada, así que, no pienses que has ganado, aunque me has convencido, acepto la cita.

-Genial.- Exclamó ilusionado.- ¿Cuándo?

-¿Crees que tengo muchas cosas que hacer aquí?- Se rió.- Cuando tú puedas, yo podré.

-Bien, pues ¿qué te parece si este lunes te traigo un café aquí y charlamos?

-Me parece perfecto.

-Pues, hasta el lunes chica de la memoria de pez.- Dijo riéndose todavía más.

-Hasta el lunes y gracias de nuevo por la chaqueta.

-De nada.- Respondió mientras se alejaba por el pasillo de la planta.

Y por fin, cerró la puerta y se dispuso a comer aunque solo fuera un poco de la asquerosa comida que servían allí, por muy mal que supiera era mejor que si tenían que inyectarle suero.

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⏰ Última actualización: Aug 11, 2017 ⏰

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La chica de la sonrisa rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora