Candy despertó aturdida. Se sentía demasiado débil, el cuerpo le dolía y la cabeza le iba a estallar. Tuvo que parpadear varias veces, para reconocer el lugar y para que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. Encendió la lámpara que estaba sobre el buró, y observó el reloj.
-Las siete de la noche - habló en voz alta.
Se quedó recostada disfrutando de la comodidad que le brindaba la cama, pero su mente no dejó de trabajar.
Hacía años que no se sentía tan débil, vulnerable, ridículamente cansada a pesar de no haber hecho nada en todo el día. Ansiosa, angustiada, por no saber qué pensaba Rose de ella, y lo peor de todo... estúpidamente enamorada de Albert.
Se sentó con extrema lentitud sobre la cama y su corazón dio un brinco cuando la puerta se abrió poco a poco. Una maraña de rizos dorados se asomó por entre la puerta. Una carita rubia de ojos celestes la miraron con curiosidad.
-¡¡Rosemary!! - Casi gritó Candy, arrepintiéndose inmediatamente con temor de asustar a su pequeña hija. - Por favor, pasa, no te quedes ahí -. La niña se adentró solo un poco, con las manos detrás de su espalda, la observó con temor, mirando hacia el pasillo.
-Mi papi me dijo que no la molestara - Candy se quedó hechizada al escuchar la voz de la pequeña, ella escuchó sus primeras palabras, pero ni siquiera en sus más locos sueños pudo imaginar cómo sería escucharla hablar con tanta claridad.
-No me molestas, al contrario, me hace falta compañía - aseguró Candy. La niña la miró con el ceño fruncido, en un claro gesto que compartía con su padre.
-¿De verdad? ¿Entonces no me regañará mi papi si me ve aquí?
-No, cariño. No lo hará. Yo te estoy pidiendo que me hagas compañía, así que puedes acercarte sin temor -. Al instante la niña esbozó una hermosa sonrisa que mostraba a las claras que se encontraba mudando de dientes. Con gran vitalidad, no solo se acercó a Candy, sino que se sentó junto a ella en la cama.
-¿Te sientes mal? - preguntó olvidando las formalidades al comenzar a tutearla.
Candy sintió una infinita ternura hacia su hija. Estaba sentadita con sus manos entre sus piernas, las cuales le colgaban de la cama, y las balanceaba hacia atrás y hacia adelante. Su mirada llena de curiosidad, desprendía un hermoso brillo, demostrando que a pesar de que le hacía falta una madre, Albert la había hecho feliz y le daba el amor que necesitaba. Quiso abrazarla, pero su temor a que corriera era más fuerte. No sabía como reaccionaría la niña.
-Solo un poco, pero fue porque no comí bien - fue la respuesta que Candy pudo darle después de unos minutos.
-Fue lo que mi papi le dijo a mi tío George.
-¿Tú tío George? - Candy no recordaba que Albert alguna vez le hubiera mencionado nada acerca de tener un hermano.
-Sí. Es doctor y amigo de mi papi, pero yo le digo tío - la niña sonrió ante la confesión.
-¡Oh! - Fue todo lo que Candy pudo decir, imaginando la estrecha relación que podría existir entre el médico y Albert.
-¿Vas a ser mi mami? - La vocecita infantil la sacó de sus pensamientos. Una ansiedad le recorrió el pecho, ¿era el momento adecuado en decirle a su hija que era su madre?
-¿Tú quieres que así sea?
-Sí. Eres bonita. - Candy sonrió ante el comentario. La pequeña rubia no dejaba de observarla curiosamente.
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I don't know you anymore.
FanfictionElla prácticamente lo traicionó. Desapareció de su vida así como así. Pero una noche después de algún tiempo, vuelve a irrumpir en su vida para volver a desaparecer, pero dejándole una parte de ella que los unirá para siempre. Varios años después, A...