Capítulo 1 Regreso

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AVATAR LA LEYENDA DE CAHIL

REGRESO

Todo ardía, desde la pequeña casa hasta las más elegantes mansiones rodeadas de hermosos adoquines de piedra pulida, nada se escapaba de las incandescentes llamas que se elevaban en lo alto sobresaliendo más allá de las cúpulas de metal.

La gente corría, algunos desconcertados, otros desquiciados al no saber cómo actuar ante la impotencia de encontrarse frente a frente con las enormes murallas de metal. Suplicando por piedad, pidiendo que les dejaran vivir como si les estuvieran haciendo un favor y no fuera su derecho, su piel ardía y sus pulmones se corroían implorando por una pizca de oxigeno. El niño veía con terror mientras se aferraba a la pierna de su madre desde las lejanías circundantes, desde el balcón podía apreciar en primera fila el espectáculo. – ¿Por qué no pueden salir? –Preguntó con inquietud pero ella no tenía la intención de apaciguar su duda.

La mujer se puso en cuclillas para estar a nivel del pequeño; le temblaban las manos y el pequeño lo notaba. –Escúchame bien, sé que eres un niño muy fuerte, allá afuera sé que verás muchas cosas; pero por favor, pase lo que pase y mires lo que mires no hagas ningún ruido, siempre mantén tu boca cubierta con las manos. –Ella ahogo su propio llanto tratando de no inquietar a su hijo.

–Ya es hora. –Indicó una voz al otro lado de la puerta, luego le colocó al pequeño una capucha oscura sobre los hombros para adentrarse en busca de una oportunidad. Jamás pasó por la mente del niño que aquellas maravillosas y colosales cúpulas que alguna vez considero como su escudo, permitirían que todo dentro suyo pereciera en el acto; el fuego no discriminaba, no discernía entre edades o estatus sociales, niños, viejos, pobres, ricos, todos fueron consumidos...

Finalmente todo se convirtió en absoluto silencio. – ¿Mamá? –No hubo respuesta, ahora estaba solo y lo único que le acompañaba eran las densas tinieblas que le rodeaban. – ¿El fuego me quemó los ojos? –Pensó el niño en su inocencia, sabía que eso no podía ser posible, si ese hubiera el sido el caso le arderían las retinas la grado de querer arrancarlas; conocía bien las consecuencias y que el fuego era un elemento de cuidado. La diferencia que encontraba entre el fuego y la oscuridad eran nula, ambas tenían la capacidad de cegar y ambas pecaban de una deforada gula que engullía todo.

– ¿Mamá? –Su voz se adentro nuevamente en busca de palabras en aquel silencio sepulcral, una que nunca llegaría. Eso no impidió que resonaran unas risillas inquietas, el niño se dio cuenta que su madre no contestaba porque ella quisiera, sino porque en verdad no estaba.

Tenía miedo pero no a la oscuridad, en realidad se sentía cómodo en ella. Cuando su mundo de colores pasaba a segundo plano llegaba su mundo de sensaciones. Sin temor a errar o lastimarse caminaba siendo capaz de verlo todo sin ver nada, fue ahí que el temor lo hizo detenerse, las risillas le encrespaban la piel. ¿Venían de atrás? No, son de la izquierda. En realidad no lograba identificar de dónde y de quién venía; su sentido era exquisito, lo suficiente como para saber que dentro de aquella oscuridad se encontraba solo...

El chico se levanto dando una profunda bocanada de aire, lo merecía después de haber sido limitado de tan vital recurso dentro de sus sueños. La verdad dormir en esa posición tan incómoda encima de las tarimas de madera, le alterarían el sueño a cualquiera. – Carajo. – Estiro su mano en busca de un paño dentro de su bolso, debía limpiar el exceso de sudor. Desconocía si arribarían pronto al puerto, lo que si sabía era que el sol aún no se elevaba, podía verlo desde la ventanilla mientras las olas danzaban de lado a lado.

Después de tantos años en la Nación del Fuego, sentía que las tierras a las que alguna vez consideró natales se habían convertido en extranjeras de golpe; luego de un largo viaje regresaría al Reino de la Tierra, el nerviosismo lo consumía por dentro. En aquellos territorios era común que los locales le confundieran con un extranjero por sus rasgos, ahora comprendía el por qué; sin embargo para ser sincero consigo mismo nunca fue algo que le afectara, sabía que no tenía la apariencia de un ciudadano de la Nación del Fuego, pero tampoco como uno del Reino Tierra.

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