Capítulo 1.

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-Malia, come esas verduras, por favor -pidió otra vez Penny, la desesperada madre de Malia

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-Malia, come esas verduras, por favor -pidió otra vez Penny, la desesperada madre de Malia. La niña de 4 años se cruzó de brazos y negó con la cabeza.- Si comes, te compraré un chocolate. -Penny trató de convencer a Malia, pero esta niña en serio que era difícil.

-No quiero verduras y no las comeré, fin -dijo Malia con voz potente y decidida. Penny, ante la resistencia de su hija, se fue del comedor y pidió a Aaron, su esposo, que tratara él. Éste fue hacia Malia y le rogó muchas veces. La niñita seguía indispuesta a comer esas "asquerosas" verduras.

Después de aceptar que su hija no comería tal comida, Penny le sirvió unos filetes de res que Malia aceptó con una sonrisa triunfadora.

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-Mamá... -pronunció Malia con voz agitada, mientras hacía una cola con su cabello para que éste no se llenara de vómito.

Penny salió de la cocina y fue hacia el baño, de donde provenía la voz preocupada de Malia.

-¿Qué pasa? -preguntó Penny a su hija con voz cansada. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio a su pequeña tirada en el suelo, con vómito alrededor de su pequeña boca.- ¡Aaron! ¡Aaron! -gritó la pobre madre, desesperada. Tomó a la niña en sus brazos y, con lágrimas en sus ojos, la cargó hasta la entrada de la casa lo más rápido que pudo.
Aaron atendió al llamado de Penny y, al ver a su hija desmayar en los brazos de su madre, sin pensarlo dos veces, se la arrebató de sus brazos para correr hacia su carro y llevarla al doctor.

Llegaron al hospital y la llevaron a la zona de urgencias, para una atención rápida.
Para hacer entrar en sí a la niña, le pincharon su brazo derecho y se escuchó el escandaloso llanto de Malia.

{...}

Aaron observó a su hija jugando con los peces que nadaban en una gran pecera, como si nada hubiera pasado.

-Su hija se desmayó porque está baja en hierro. No haré rodeos: si esa niña no consume más hierro, tendrá anemia. Está baja de peso y su tono de piel no me gusta. Deberán cumplir esta dieta con su niña -el doctor les tendió una impresión-; esperemos que todo sea por su falta de alimento y no por algo más grave.

-Gracias, doctor. ¿Deberemos traer a Malia a consulta más seguido? -preguntó Penny, con la mano en su pecho.

-Sería increíble que la trajeran cada quince días, para hacerle unos estudios y descartar cualquier enfermedad -respondió el doctor, mientras firmaba la receta.- ¡Malia!

La niña, al escuchar su llamado, corrió hacia el consultorio y observó que el doctor tenía una paleta en sus manos, lo que hizo que sus ojos brillaran.

-Malia, te daré esta paleta sólo si me prometes que comerás todo lo que tus papás te den -le tendió la paleta a Malia-, ¿lo prometes?

-Lo prometo -Malia tomó la paleta con una sonrisa que le devolvió el alma a sus padres y chocó las manos con el amigable doctor.

{...}

Cada que Malia comía bien, le daban una gomita azucarada que, en realidad, eran las dichosas vitaminas.
Malia estaba comiendo bien y sus padres estaban feliz por ello.

La familia, con tanta felicidad encima, hizo unos deliciosos mariscos para celebrar el hecho de que Malia estuviera mejorando y el otro hecho de que Malia tendría un hermanito que nacería en noviembre.

Todo empezaba a estar bien.

Sobre amor y otras enfermedades crónicas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora