Parte 3

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Entra pues, respondió una de las voces. Camina hasta el centro y dinos qué ves.

Obedecí. La puerta se abrió automáticamente y me encontré en una estancia similar a la sala de operaciones, pero aquí la luz era más tenue y de color verde. Observé que el suelo estaba revestido de una mullida alfombra de color blanco. Sobre mí brillaban millares de puntos de luz y me di cuenta de que eran estrellas, las mismas que se apreciaban a simple vista desde el observatorio: reconocí a Sirio, las Pléyades, la lejana galaxia de Andrómeda. No sabía si el techo era transparente o se trataba de una reproducción a gran detalle, pero el efecto era similar a estar en el centro de una aurora boreal. E igual de impresionante.

Una figura algo más grande que yo, y mucho más corpulenta, se hallaba de pie en el centro de la estancia, totalmente inmóvil. Vacilé un poco al acercarme, pero no pareció inmutarse, por lo que supuse que no me veía.

«Veo a alguien que parece un hombre, pero tiene una larga melena como la de un león. Su rostro es también parecido al de un león. Su cuerpo está cubierto de pelo del color de la arena. Está desnudo».

Es una descripción correcta en términos humanos, dijo la voz más grave. ¿Te has fijado en sus genitales?

«Sí. Son más humanos que felinos. El pene le mide unos veinte centímetros y diría que tiene una erección. El glande le sobresale de la piel y apunta hacia mí. Brilla como una estrella».

¿Te gusta?

«Es fascinante».

La voz hizo una pausa.

Bien. Da la vuelta y mira detrás del ser, zumbó en mi cabeza. Cuéntanos que ves.

Rodeé con cuidado al hombre león y observé. Al otro lado, tan quieta como él, espalda contra espalda, había una mujer de aspecto igualmente peculiar.

«Veo a un ser de apariencia femenina. Diría que es humana, de no ser porque su piel es verde y escamosa. Tiene el cabello rubio y le cae sobre los hombros. Sus ojos son como los de una serpiente. También está desnuda».

Describe sus partes sexuales, ordenó el gorg.

«Se parecen a las mías. Están replegadas sobre sí mismas y solo se ve una pequeña división entre ellas. También tiene los pechos desarrollados».

¿Sientes placer al mirarla? ¿Querrías realizar actos sexuales con ella?

«La encuentro atractiva», dije. «Pero, sobre todo, siento curiosidad. ¿De dónde vienen estos seres?».

Son prototipos. Antes de experimentar con vosotros, probamos otras líneas evolutivas que posteriormente fueron descartadas. Rigel e Izar permanecen con nosotros en estado de suspensión vital, salvo por los momentos en que los necesitamos. ¿Contribuye esta información a excitar tus sentidos?

Sentí algo de azoramiento.

«Sí».

¿Por qué?, dijo la voz.

«Porque me gusta saber».

Las voces hicieron otra pausa. No respiraban, obviamente; pero casi, casi podía imaginar su respiración al otro lado con mi mente humana. Su interés por mis preferencias sexuales era científico, casi clínico; y sin embargo, había algo en mí que lo encontraba inmensamente excitante. Me pregunté cómo entenderían el sexo los gorg y por qué era para ellos una experiencia superior. Las voces no me contestaron.

Debo hacer otro inciso para explicar algo más sobre mi vida sexual. He dicho antes que las relaciones de este tipo no juegan un papel importante en mi vida. Es cierto, pero también es que quizás no entiendo el sexo de la misma manera que la mayoría de los humanos. Yo experimento mucho placer, con lubricación y erección clitoriana y todas esas cosas, cuando descubro cosas nuevas o veo a alguien enfrascado en una actividad similar. Los cálculos matemáticos me excitan. Y a estas alturas, no creo que sea una sorpresa decir que me provoca pensar en galaxias y estrellas.

Al principio no distinguía el placer sexual de otro normal y corriente, pero hace un par de años me di cuenta de que mi trabajo consistía, básicamente, en algo que me ponía un montón. Y eso es genial. Rellenar en el ordenador los datos de una nueva nebulosa al lado de otros investigadores que saben, como tú, que se convertirían en locos y apestados si perdieran este modo de vida que es su pasión y los separa del resto, es brutal.

Y cuando, como cualquier otro, necesito un poco de liberación manual, busco en mi portátil lo que para mí hace las funciones del porno. Mapas interactivos del cielo nocturno en el Hemisferio Sur. Documentales sobre el Supercúmulo de Virgo. Comparación de tamaños y tipos de estrellas. Y por encima de todo, vídeos de supernovas que explotan. El vídeo de una explosión de una supernova en YouTube, por ejemplo, me sirve para masturbarme. Suelo necesitar más de una pasada, pero siempre hay otros vídeos relacionados que pueden ayudar.

No creo que mis intereses sean mucho más raros que otras cosas que se encuentran en muchos sitios pornográficos. Por ejemplo, Nigel (el inglés con gafas y pelo revuelto que llegó hace unos meses al observatorio) me confesó que a él le gusta ver vídeos de mujeres bebiendo vasos de semen. ¿Suena extraño? Probad a hacer una búsqueda. Por su parte, Isa (la granadina que está en mi departamento y a la que le faltó tiempo para acercarse a Nigel con intenciones sexuales) dijo hace tiempo en una fiesta que le gusta que intenten asfixiarla mientras se la follan. Con esas mismas palabras. A mí todo eso me deja indiferente y no entiendo bien el hilo psicológico que conduce a excitarse en esas circunstancias, pero creo que forma parte de la complejidad de la sexualidad humana. La inteligencia nos ha dado más sofisticación, pero seamos sinceros: lo ha hecho todo mucho más complicado.

Mientras escuchaba el silencio de los gorg en mi cabeza, me preguntaba cómo sería el sexo con una inteligencia pura, sin interferencias corporales de ningún tipo. Y a la vez, cómo sería follarse a esas dos criaturas tan evolutivamente diferentes y aun así tan similares a mí. Descubrir el núcleo de nuestra naturaleza, como la estrella de neutrones que queda después de la explosión de una supernova. Retroceder miles de años en un instante a través de una caricia o el sonido de un jadeo.

Me acerqué a Rigel y lo toqué.

En eseinstante pareció cobrar vida. Sus ojos, hasta entonces paralizados, comomuertos, se dirigieron hacia mí.     

Alienígenas bisexuales del espacio exteriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora