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Adrien Agreste

Me ajusté el cuello de la camisa en mientras aún me encontraba en el elevador. Por un momento me quedé observando aquel reflejo que me devolvía la mirada. Aquel cabello despeinado y salvaje pronto terminaría meticulosamente ordenado, mechón por mechón. Ese caos que definía mi vida se convertiría en un superficial orden.

Superficial ya que al salir de allí seguiría manteniéndose ese desconcierto en mí.

Al llegar a la planta podía divisar todas esas sonrisas superficiales, aquellas que no tenían ningún ápice de sinceridad, que simplemente se encontraban, al menos para mi persona, vacías. Interés, hipocresía. Para aquellas personas eso era suficiente, ya que tan solo buscaban esa parte de mí, aquello que solo se ve a simple vista.

La gente solía ser así. Y en ese mundo aún más.

—Buenos días. — Al llegar a su despacho su voz fue lo primero en recibirme. Aun así su voz carecía de sentimiento alguno. Ya me había acostumbrado de que fuera de esa manera. Aquello se quedaba en mis recuerdos, como la última vez que fui capaz de ver a mi madre. — Hoy tienes una sesión de fotos en el B-11. No te retrases, es dentro de unos minutos.

— De acuerdo. — Asentí y volví a salir de aquella habitación con el mismo sabor de boca que cada mañana. El mismo sabor que cuando bebes agua después de haber tomado alguna fruta. Teniendo en mente que el agua no sabe a nada pero, increíblemente, te sabe fatal. Pero igualmente vas a seguir bebiéndolo.

La relación con mi padre era así.

A paso rápido llegué hacía aquella sección y me sorprendí que fuera una sesión de fotos de traje cuando aún estábamos en verano. Tendría que sonreír mientras sudara la gota gorda.

Para mí bienestar fue una sección de fotos provocativa; con simplemente posar serio, quitándome la corbata, con una mirada penetrante, era más que suficiente. Siempre había sido fotogénico, siempre se me había dado bien aparentar cosas que no soy. Este trabajo era perfecto para mí.

En un principio empecé por voluntad propia, realmente me gustaba mirar aquel objetivo, esperando que alguien supiera ver más allá de lo que mis ojos quieren expresar. Pero actualmente ya me rendí de ese iluso sueño. Dejé de soñar y aprendí a adaptarme a la corriente, a saber qué decir, qué hacer. Siempre sería así. Se suele decir que "si no puedes contra el enemigo únete a él". Simplemente había aprendido a brindar a los demás lo que buscaban de mí. Sin acotaciones, sin interiores. Al final solo me tenía a mí mismo.

Después de aquella sesión de fotos me tocó una más otoñal, parecía más juvenil, no salida de "50 sombras mucho más oscuras que las anteriores", más alegre. El fotógrafo era todo un personaje salido de una sitcom moderna, aunque de un personaje secundario creado solo para hacer un estereotipo algo racista.

— Venga, ragazzo, sonríe un poquito. — Deje salir aquella sonrisa que todos los demás buscaban, esa sonrisa de "soy un chico guapo y lo sabes". El fotógrafo frunció el ceño. — No, no, no. — Lo miré confundido. — Una sonrisa real, ¡vero! — Por un momento se me había ido el aliento. Parecía mentira, pero parecía que alguien había podido darse cuenta de todo eso. — Piensa en algo, algo que te ponga feliz. — Ahí podía notar que mis nervios empezaban a crecer. Realidad, eso no entraba en mi zona de confort. — ¡Chiaro! ¡Piensa en alguna ragazza que te guste! — Un estampado a topos vino a mi cabeza. Esa chica tan torpe y su adorable sonrojo. Sonreí por inercia ante los acontecimientos de aquella mañana. — ¡ESO! — Volví a la realidad y me asombró encontrar ese rostro de felicidad en aquel fotógrafo. — Exactamente, eso es lo que busco. — Reí en mis adentros, irónicamente unas bragas que llevaría una niña de diez años habían conseguido brindar el toque de realidad a aquella imagen que todos buscaban de mí. Acto seguido empecé a repetir esa escena en mi cabeza en bucle mientras el fotógrafo empezaba con su magia.

Little White Lies; Miraculous Ladybug AU {Lemon} [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora