-II-

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Marinette Dupain-Cheng

Al fin, bendito sea mi padre y benditos sean sus músculos.

Si hubiera sido la única encargándome de la decoración ahora estaría llorando en el suelo rodeada de todo el desastre que seguramente hubiera causado. Cristales rotos, personas muertas por culpa de muebles voladores. Vamos, menos mal que no soy huérfana.

Ahora entraba en mi piso y me gustaba lo que veía. Ya no era solo estéticamente; no se trataba de que ahora era un apartamento bonito, sino que tenía mi esencia, se notaba que yo vivía ahí. Me dejé caer en el sofá y suspiré; tranquilidad, completa satisfacción. ¡Iba a disfrutar de la experiencia de la independencia! Decidí leer algún libro, pronto empezaría a trabajar y quería tener ideas para los diseños. Siempre me había funcionado buscar referencias en películas, series e incluso libros. Cuando llegué a mi estantería un libro llamó mi atención por completo. Una parte de mí me repetía "no, no vas a sacar nada de esa obra", "Marinette, sabes que te va a afectar". Pero antes de que pudiera evitarlo ya tenía en la mano Le petit prince y ya antes de empezar a leer ya notaba el puñetazo de nostalgia en la cara.

Volví al sofá. Abrí el libro. Suspiré con satisfacción. Tranquilidad. Bendita tranquilidad.

Si estuviera en casa de mis padres no dejaría de escuchar "¡Tom, una de napolitanas!", "¡Sabine, nos hemos quedado sin masa para los croissants!" y, la frase estrella, "¡Marinette Dupain-Cheng, ¿quieres hacer el mismísimo favor de ayudarnos?!"

Que felicidad. Ahora sería todo tan fácil. Y ahora gracias a la "Termomix" que me había comprado mama, la cocina ya no sería ningún problema. Todo era el paraíso en ese momento. Con suavidad me dejé caer en el sofá y procedí a abrir el libro.

Pero, se me había olvidado que me había mudado a un bloque de apartamentos. Y no estaba sola.

Un ruido caótico resonó por todo el piso, encima con eco incluido, provocando que hasta me cayera del sofá. Por un momento me quedé bloqueada en el suelo intentando comprender lo que había sucedido. Al final mi cabeza, como si fuera agregado engranajes uno tras otro, llegó a la causa del problema: Mi vecino.

Debido a no tener casi muebles no había podido vivir del todo en mi apartamento, pero lo poco que había visto sabía que por un lado estaba el pervertido de las bragas y por el otro una mujer adulta con sus dos hijas, las cuales eran gemelas y un amor, por cierto. Nunca había visto al marido pero en estos casos lo mejor es no preguntar. Porque después de todo, no me tendría que importar la vida de los demás. Pero lo que viene al caso: ella y su adorable familia al conjunto no eran dueños de esa música del demonio.

Empecé a pensar en las opciones que tenía. Por una parte podía acercarme a la pared más cercana a él y empezar a pegar golpes para que entendiera que "quizás poner la música al 100 no era lo más normal". Pero podría ignorar mis golpes o hasta ni llegarlos a escuchar. Otra opción era timbrar y gritarle que dejara de pensar en su ombligo, que tenía vecinos que querían algo de tranquilidad, o simplemente vivir. Quizás ignoraba mis palabras, aunque tenía la esperanza que teniéndole cara a cara supongo que impondría más y él quedaría peor al ignorarme. Y ya, la última y mejor, llamar a la policía y decirle que estaban montando una fiesta con prostitutas y droga por doquier y que la magia de la ley hiciera el resto. Quizás era muy exagerado, pero era la más divertida sin duda.

Al final opté por la segunda. Por desgracia era la más arriesgada porque conociéndome seguro que con mi torpeza algo pasaba. Pero ya habían pasado unos cuantos minutos y la música ni siquiera tenía pinta de bajar. Me levanté del suelo con toda la dignidad posible (aunque tampoco es que hubiera mucha) y me dispuse a salir por la puerta. Antes de salir miré el espejo que se situaba en el recibidor e inspeccioné lo que encontré. Me había puesto mi cabello en dos coletas bajas y tenía puesta una camiseta a rayas y un pantalón gris de chándal. Me recordaba a mí misma con catorce años, parecía una cría. Luego llegué a la conclusión que hasta arreglada parecía que acababa de cumplir la mayoría de edad. Suspiré, no me tendría que importar estas cosas, solo es un vecino. Quizás era bastante guapo, bueno, con bastante guapo creo que me quedo MUY corta, pero yo aún estaba en duelo tras dejar a mi antiguo novio. O tenía el cuerpo para fiestas.

Little White Lies; Miraculous Ladybug AU {Lemon} [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora