I.

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Capítulo 1

Italia, 1 mes antes.

Cuatro años. Cuatro largos años sin saber de él. ¿Lo extrañaba? Había momentos en que definitivamente sí. Pero se habían prometido continuar con sus vidas. Y lo había cumplido, al menos ella. Lo recordaba, cierto, pero era difícil borrar del todo a alguien que estuvo a tu lado la mayor parte de tu vida. ¡Fernando!

Ella se cuestionaba cientos de veces si habían tomado la decisión correcta... ¿lo haría él también?

Estos eran sus pensamientos mientras descendía del avión al país que, de ahora en más, llamaría hogar. Sonrió divisando a Danna que ya la esperaba ansiosa en el aeropuerto. Compuso una sonrisa que no engañó a su amiga:

–No, otra vez pensando en él –la reprendió en cuanto estuvo a su altura–. Caro, ya va siendo hora que encuentres una nueva obsesión –observó, divertida ante la cara de mortificación de la aludida.

–No sé de qué hablas –dijo, abrazándola–. ¿Qué? De verdad no sé a qué te refieres.

–Sí, como quieras –Danna hizo un puchero–. ¿Por qué ya no me cuentas nada?

–Porque no hay nada que contar, Danna. Déjalo ya –Caro suplicó. De mala gana, ella aceptó.

– Bien... pero últimamente nadie me quiere contar nada, es un fastidio.

–Suposiciones tuyas, Danna –Caro admitió en su interior que era cierto que ya no le contaba de su vida a su mejor amiga, Danna, sin embargo no sabía a ciencia cierta que la detenía. Tal vez era que ya no había nada interesante que decir, o que su vida casi era una monotonía; o que, sencillamente, no quería empañar la felicidad creciente de ella.

–¿Caro? ¡Regresa! –replicó con cansancio Danna al ver que su amiga se había sumido una vez más en sus pensamientos.

–¿Ah? ¡Ah sí! –exclamo sin tener ni idea de lo que había estado diciendo Danna.

–¿No tienes idea de que estoy hablando, cierto? –soltó irónica.

–Claro que... –estaba moviendo afirmativamente la cabeza y se detuvo–. Ni la mínima idea –aceptó finalmente riéndose y con un empujón amistoso ingresaron al auto que las conduciría a la mansión donde vivía Danna.

Sentada en el auto, Caro intentaba evitar recordar a su "obsesión", como ahora lo llamaba Danna, no era que ese fuera el término correcto, pero ¿de qué otra manera se le llama a alguien en quien no puedes dejar de pensar?

–¿Cómo están Beth y André? –preguntó de repente Caro.

–¡Preciosos! –contestó Danna con una luz especial iluminando sus ojos– André es la adoración de Leonardo y mi niña Beth, está creciendo tan rápidamente... está contando los días para su próximo cumpleaños.

–¿Y cómo va la organización?

–Bien, aunque no me vendría mal un poco de ayuda.

–Ah. Si deseas, yo...

–No, Caro. Te lo iba a pedir, pero sé que estás muy ocupada. El cambio y la adaptación a tu nueva vida requieren tu total concentración.

–Sí. En realidad, es una lástima porque me habría encantado ayudar –reflexionó Caro–. En fin, supongo que ya pensaste en alguien para...

–Por supuesto –afirmó Danna antes de que terminara y un brillo travieso se dibujó en sus ojos–. Melina –dijo simplemente.

–¿Melina? –Caro se rió bajo–. Dudo que logres convencerla.

Aún te amo (Italia #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora