Capítulo 10
Fernando circulaba con cansancio por las calles de la ciudad. El tráfico estaba terrible por la lluvia que de a poco cesaba pero amenazaba con volver. ¡Demonios! –murmuró cuando un auto le rebasó con violencia–. ¡Es una infracción, imbé...! –estaba diciendo y se calló al recordar que iba acompañado del pequeño. Suspiró resignado y decidió tomar aquellas callecitas alternas que casi nadie usaba. Sí, saldría de la avenida principal y manejaría por ahí.
Efectivamente, tal como lo había pensado, había muy pocos autos. Un auto venía en sentido contrario al suyo y empapó totalmente a una joven que caminaba por la acera. Pero, ¡Dios! ¿A quién se le ocurría caminar con ese clima? Miró como la joven apretaba los puños y... ¡lo supo! Como un rayo, él supo que era ella... ¿Cuánto tiempo...? ¡No, no podía estar imaginándolo!
Disminuyó la velocidad del auto para avanzar lentamente, necesitaba volver a respirar –se recordó y soltó el aire contenido.
Su primer impulso fue descender del auto y correr detrás de ella, pero no lo hizo. Orilló el coche cuando la joven se detuvo frente a una puerta. Bajó la ventanilla y puso en palabras sus desordenados pensamientos.
–Carolina –pronunció con deliberada lentitud e incredulidad. Ella detuvo sus movimientos. De hecho, las llaves resbalaron de sus manos.
Ella dijo algo que no logró entender. Parecía no haberlo escuchado. Y sin ser del todo consciente, lo repitió:
–¡¿Carolina?! –porque aún no estaba convencido de que fuera ella.
Pasado un instante, la mujer negó y finalmente lo encaró.
–Fernando... –musitó y a él se le detuvo el corazón.
La lluvia se desató con furia pero Caro no se movió. Fernando tardó en reaccionar, sin embargo se bajó del auto y la tomó en brazos. Se estrecharon bajo la lluvia, tan emocionados que no sentían nada alrededor. Solo estaban ellos, los dos después de tanto tiempo.
Él se separó un poco, solo lo suficiente para mirar nuevamente su empapado rostro y la abrazó una vez más. Las lágrimas se mezclaban con la lluvia, aunque los dos sabían que estaban profundamente conmovidos. Se notaba en los ligeros temblores que recorrían sus cuerpos, extrañas corrientes de reconocimiento y anhelo.
–Caro, mi Caro... no puedo... yo no puedo... –susurró contra su cabello y con extrema dulzura le tomó el rostro entre sus manos y lo elevó hacia él. Sus labios sabían a gloria, a su paraíso. Tanto tiempo sin vivir... sabían a ella. Sí, finalmente era su Caro.
Ella le correspondió como si se le fuera la vida en ello. Lo besó con todo lo que había guardado en su alma durante esos cuatro años. Ternura, dolor, tristeza, pasión, anhelo y amor. Sobre todo, amor.
Se devoraron sin darse tregua. Él la estrechó aún más... ¡cuánto la había añorado! ¿Estaría soñando otra vez?
Caro se abrazó a él, pasándole los brazos por el cuello. Acarició su cabello e introdujo sus dedos en él. ¡Era su Fernando! ¿Cómo podía ser posible?
Finalmente dejaron de besarse. Él le rozó la punta de la nariz con su nariz y la miró. Esos ojos negros como la noche, mirándolo con miles de emociones reflejados en ellos.
–¿Cómo es posible? –pronunció Caro tocando su rostro. Había cambiado. No era el mismo Fernando del que se había separado. Se notaba tan serio como de costumbre, pero muy maduro. Sí, definitivamente ahora sus rasgos denotaban seriedad, madurez y estaba muy guapo. Esos ojos verdes tan dulces cuando la miraba, esos labios y ¡su cuerpo! –cayó en cuenta cuando se apoyó un poco más en su pecho fuerte y tocó con lentitud aquellos brazos. Aún temía que se desvaneciera. Suspiró.
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Aún te amo (Italia #4)
RomanceCarolina y Fernando formaban una pareja de toda la vida. Seguían juntos pero algo había cambiado. El tiempo hizo que maduraran y se cuestionaran sus respectivas vidas. Tomaron una dolorosa decisión, aunque nada estaba dicho, pues la gran interrog...