Epílogo

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Carolina miraba nerviosamente hacia la entrada de la cafetería. Maldijo una vez más al hombre que esperaba. ¿Acaso la haría esperar para siempre? Se rió quedamente, mientras un niño de aproximadamente ocho años se abalanzaba a sus brazos.

–¡Christopher! Qué alegría que llegaras –sonrió con dulzura–. Te he estado esperando.

–Caro –sus ojos se iluminaron– te extrañaba ya.

–Y yo a ti mi pequeño –su corazón se iluminó con aquella mirada que tanto quería. Le tocó tiernamente el cabello–. ¿Cómo te has comportado en estos meses?

–No me gusta que me dejes tanto tiempo –se quejó.

–Lo sé, pero me gusta mi trabajo, ¿sabes? –rió.

–Caro, ¿por qué no vives en Italia? –preguntó Christopher–. Pasas mucho tiempo viajando.

–Sí, pequeño suspicaz –Caro negó–. Lo estoy considerando seriamente...

–Sería una buena idea, alguien siempre te espera –Christopher ladeó la cabeza con una sonrisa traviesa y Caro suspiró, poniendo los ojos en blanco.

–¿Será el mismo hombre que siempre me hace esperar? Creo que es una mala costumbre.

–Y no volverá a pasar –una voz masculina habló a su espalda.

–¿Por dónde has entrado? –Carolina lo miró, riendo.

–Por la puerta lateral. Esta vez quería sorprenderte yo.

–No lo lograrás.

– No dejaré de intentarlo –rió Fernando y se veía tan joven–. Aunque tú... me has sorprendido de tantas maneras. Pensé que no te vería nunca más cuando me dejaste en ese hospital, sin siquiera una mirada y...

–Y esta vez lo hiciste bien, Fernando. Me encontraste –Caro sonrió–. Nunca pensé que lo harías.

–¿Dejarte escapar una vez más? ¡Nunca, no de nuevo! –Fernando tomó su mano–. Veo que te encontró, no quiso esperar a que estacionara el auto.

Carolina dirigió a Christopher una mirada llena de cariño y ternura. Se había convertido en un hijo para ella, ya que no dejaba de encontrarlo cada vez que visitaba a Danna, lo que era bastante frecuente. Y ahí estaba Fernando también, quien no había desistido a pesar de sus negativas, sí que le había costado esta vez.

–Aún no estés tan seguro... –Carolina clavó sus ojos en él– puedo cambiar de opinión.

–No juegues así conmigo –rogó Fernando. Ella rió, traviesa–. Me has castigado durante largo tiempo sin aceptar mi propuesta de matrimonio.

–Tal vez este sea tu día de suerte –le guiñó un ojo.

–¿Tú crees? –Fernando miró a su alrededor– ¿qué más da?

Carolina no lo creía capaz. Se llevó una mano a la boca cuando Fernando se arrodilló frente a ella y le presentó el anillo que, al parecer, llevaba a todas partes.

–Carolina Rivas, ¿quieres casarte conmigo?

–Fernando, ¡levántate! –pidió ante la mirada curiosa y las risitas a su alrededor–. ¡Fernando!

–No me has dado una respuesta –se encogió de hombros él, dirigiendo una mirada de complicidad a Christopher–. ¿Qué dices?

–Que estás totalmente loco, Fernando.

–Y...

–Y que... acepto.

Fernando la tomó en sus brazos. La estrechó con fuerza y sintió todo el amor que Carolina y él habían creado durante tantos años. La vida se había encargado de reencontrarlos una y otra vez; no obstante, en esta ocasión, sería para siempre.

FIN

Aún te amo (Italia #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora