4. El rey del tablero

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Después de cenar en el restaurante que se encuentra en la esquina del motel y que deja mucho que desear, me meto en la bañera. El agua fría de la ducha se precipita sobre mi cuerpo eliminando la fatiga del viaje y despejando lo suficiente mi cabeza para no pensar que estoy en un motel, a tres horas de casa y sin que nadie lo sepa, compartiendo habitación con Hadrien O'Connell solo porque buscaba preservar un sentimiento lleno de falsas y muertas ilusiones que, tras las palabras de la mujer en la piscina, han vuelto a cobrar vida.

Sin embargo, eso no elimina el hecho de que he tenido una idea descabelladamente horrible en cuanto escucho que la puerta del cuarto de baño —cuyo pestillo no funciona— se abre. Inmediatamente, abro una pequeña rendija en la cortina que corta la visión de mi cuerpo desnudo al intruso y asomo la cabeza. Hadrien traspasa el umbral, ajeno a mi amenaza de arrancarle los ojos de las cuencas si se atreve a poner un pie dentro mientras estoy aquí.

—¿Se puede saber qué narices estás haciendo? ¡Fuera de aquí!

—Tu mensaje de esta tarde ha sido un poco contradictorio —dice—. No sabía si querías que te acompañara o no.

Supongo que pedirle por favor que me diera una razón más para matarle no ha sido una buena idea. Debería haber sabido que iba a tomarse mis palabras al pie de la letra.

—¡Lárgate!

Cojo un botecito de champú y se lo arrojo asegurándome de que no se escapa ninguna parte íntima de detrás de la cortina. Sin embargo, aterriza miserablemente en su pecho desnudo sin ni siquiera provocar una mueca. Aun así, levanta un brazo en modo de defensa, pues el otro lo tiene ocupado.

—Tranquila, nena, ya me voy. Solo traigo toallas limpias de recepción.

Hadrien deja las toallas encima del inodoro junto a mi ropa y yo vuelvo a ocultarme, esperando a que salga del cuarto de baño. A pesar de que no puede verme, me cubro con los brazos para sentirme más protegida. Al cabo de un minuto, escucho otra vez la puerta cerrarse y acabo de enjabonarme.

Me quedo en la ducha más tiempo del necesario, relajada y disfrutando de este momento de tranquilidad. Una vez que salgo y me seco con una de las toallas limpias, noto la tela blanca tendida junto a mi ropa. Es la camiseta que Hadrien ha llevado todo el día. Sorprendida y confundida a partes iguales, la cojo entre mis manos y me pregunto por qué la habrá dejado aquí. Supongo que debe de ser lo que se pondrá después de ducharse. Decido dejarla donde estaba. Sin embargo, al ponerme los pantalones de poliéster de esta mañana como un pijama improvisado, comprendo que ponerme el top conjuntado atado por detrás con un gran lazo no es precisamente cómodo para dormir. Y Hadrien lo sabe.

Vuelvo a coger la camiseta de Hadrien y, sin pensármelo demasiado, me la deslizo por la cabeza. Enseguida, el embriagador olor que desprende me envuelve por completo, cálido y reconfortante. Inspiro una vez su aroma antes de salir a la habitación. Hadrien está recostado en la cama, con una toalla envolviendo su cintura. Tiene el mando de la televisión en una mano, haciendo zapping sin prestar demasiada atención. Cuando me ve aparecer, la apaga y me contempla de arriba abajo con una sonrisa ladeada.

Stupid Summer (STUPID BOY 0.5) [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora