5. En la oscuridad siempre te encuentro

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Me despierto a mitad de noche, desorientada en la oscuridad que llena la habitación apenas iluminada por la luz de la luna que se cuela a través de las cortinas y que hace que las sombras se muevan a su antojo en cuanto me incorporo en el colchón. Me tomo unos segundos para recordar dónde estoy y, de repente, empiezo a inquietarme cuando descubro que la escena ha cambiado desde que me quedé dormida. Atravieso la barrera de cojines que separa la cama en dos y palpo el otro lado, vacío y frío.

—¿Hadrien?

Cuando mis ojos se acostumbran a la falta de luz, miro alrededor del pequeño cuadrado que conforma la habitación del motel, pero no hay nadie y, salvo el eco de mi propia voz y el murmullo que hace el aire acondicionado encendido, no consigo respuesta alguna. Hadrien se ha ido en algún momento mientras dormía y ahora estoy sola, asustada y lejos de casa.

Por un momento, se me ocurre pensar que el imprevisible Hadrien O'Connell me ha dejado aquí tirada, pero confío lo suficiente en él para saber que, a pesar de nuestra complicada relación, no sería capaz. Al menos, eso espero. Pero ¿dónde se ha metido?

Me levanto de la cama, me pongo las sandalias y, con pasos cautelosos, como si temiera despertar a cualquier mal que se esconda entre las sombras, me acerco a la puerta. Esta se abre con un leve crujido y, lo más silenciosamente que puedo, vuelvo a cerrarla a mi espalda. Recorro el pasillo salpicado de habitaciones de puntillas y, con los brazos alrededor de mi cuerpo como un escudo, bajo las escaleras, cruzando el pequeño césped que rodea la piscina y el edificio de recepción. Desde aquí, puedo ver el Cadillac aparcado en el mismo sitio que lo hemos dejado esta tarde, así que Hadrien no puede haberse ido muy lejos. La tensión que acumulaba en los hombros desaparece y el alivio me invade, al menos, en parte.

Entro por la puerta trasera del motel para buscarle. Las luces están apagadas y la única claridad proviene de la señal titilante de salida y de los grandes ventanales que recorren el pasillo del techo al suelo. Llego hasta el comedor donde se sirve el desayuno, a oscuras y en silencio. Ni siquiera me cruzo con ningún empleado a estas horas; la recepción también está vacía. La escena desértica y desolada consigue estremecerme la espina dorsal.

Estoy a punto de volver a la habitación para llamar a Hadrien por teléfono, en el momento que un ruido ahogado proveniente del pasillo que tengo detrás me hace girar en seco, provocando que mi corazón se acelere lleno de miedo. Me quedo quieta con los ojos abiertos de par en par, alerta a cualquier otro sonido que delate la presencia de alguien más, cuando me armo de valor y decido cruzar el umbral. La puerta que tengo a la izquierda está cerrada, pero los gruñidos se oyen más cerca y definidos cuando me detengo en la puerta que tengo enfrente.

Coloco la mano en el picaporte y el frío se cuela en mis huesos. Con un escalofrío, empujo la puerta despacio y esta cede bajo mi mano, revelándome el pequeño gimnasio que se esconde en su interior. La habitación está apenas iluminada por la luz de luna que entra por los dos grandes ventanales que cubren la pared derecha dejando espacio para dos estanterías. Veo toallas limpias en una y varias pesas y mancuernas en la otra. En la sala también hay una máquina de agua y cuatro máquinas para hacer ejercicio, incluyendo dos bicicletas y una cinta de correr.

Stupid Summer (STUPID BOY 0.5) [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora